El edificio, pensado como punto estratégico de defensa contra posibles invasores, se construyó entre 1515 y 1519 en la desembocadura del río Tajo en Lisboa, Portugal. Es parte del patrimonio histórico del país europeo y lleva como nombre Torre de Belem. En el living del bandoneonista uruguayo Néstor Vaz, una réplica pintada sobre una céramica redonda decora una de las paredes, junto a postales de otras partes del mundo. Las de Italia, Francia, Noruega, España, Alemania, Holanda, Bélgica, México y Dinamarca se destacan entre los muchos recuerdos que el músico trajo consigo de las giras que lo ocuparon durante más de 40 años de carrera. “Hay tango en los lugares más impensados. Caés en Berlín y te encontrás con tres o cuatro milongas; en Hannover, lo mismo”, cuenta, con conocimiento de causa y ganas de volver, por ejemplo, a Francia, uno de sus lugares preferidos.

El talentoso bandoneonista Néstor Vaz es un estudioso cuya curiosidad y sapiencia está lejos de limitarse a la música. “Pienso estudiar matemáticas, para repasar”, cuenta sobre su plan para la semana que tendrá más libre, después de la ajetreada sucesión de conciertos de tango con fechas en distintos lugares y con diversos acompañamientos.

Se mete en profundidad en cualquier tema, tanto sea la historia de los templarios como la obra de un autor que todavía no conoce. Se podría decir de Vaz que su oficio es el de músico y su profesión la de geólogo, y que, ya jubilado de la geología, sigue alimentando su afán de conocimiento en otras partes de su casa. En el fondo de su laboratorio-taller, un mueble de lata gruesa guarda decenas de libros, junto a una percha de la que cuelga la vestimenta que usó hasta no hace mucho. “Ahí están mi sombrero y mi chaleco, pero ya está”, dice con orgullo por la tarea cumplida.

Sobre una mesa larga hay unas diez carpetas con distintas partituras que, en estos días, lo tienen especialmente ocupado. Ubicados cerca de su computadora, dos cuadritos con caricaturas de Astor Piazzolla y Aníbal Troilo lo acompañan siempre.

Por mucho que sepa, Néstor sigue encontrando cosas incomprensibles en el tango y en su poder de conquista, y no tiene problemas en discutirlas con el menos experto. “Se sabe, o se entiende, que el tango es una música de añoranza que fue creada por migrantes del Río de la Plata, o hasta en Rosario, que sentían el dolor de haber tenido que emigrar de su tierra. Gran parte de los primeros creadores de tango son italianos, españoles y hasta alemanes. El tango expresa sentimientos de una manera muy profunda. Creo que ese es su gran secreto”, dice.

“Una vez estábamos tocando en Carlsfeld, un pueblito en Alemania donde se fabricaron algunos de los primeros bandoneones. Nosotros habíamos ido con cantor. En el repertorio estaba ‘Melodía de arrabal’, que dice ‘Barrio, barrio, que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental’. Y cuando terminamos el concierto la gente empezó a gritar “Bario, bario”. Claro, era barrio, querían volver a escuchar ese tango. Seguramente sin entender exactamente qué dice la letra, hay algo de la música y de la interpretación de esa letra que le puede llegar a la gente en cualquier lugar del mundo”.

El sábado Néstor Vaz se presentará en la sala Hugo Balzo junto a su Quinteto (que integran además Álvaro Hagopián en piano, Jorge Nosetti en guitarra eléctrica, Matías Craciun en violín y Jorge Pi en contrabajo). Los músicos presentarán el espectáculo Simplemente... Astor y la invitación de prensa convoca a “bucear y emocionarse con el universo Piazzolla, uno de los más renombrados y mundialmente reconocidos compositores del siglo XX”.

Pero además, en esa ocasión se podrá adquirir Un sonido en la penumbra, un precioso libro que cuenta la vida y obra de Néstor Vaz a través de una suerte de entrevista realizada por el productor e investigador Daniel Colino. En una de sus páginas, una vieja foto en blanco y negro permite viajar en el tiempo hasta 1952, a Isla Mala, hoy pueblo 25 de Mayo, en Florida. La escena transcurre en un patio. Es de día y se ven plantas creciendo junto a un muro de ladrillos. Néstor, de cuatro años, canta y sostiene una pandereta mientras su padre toca el bandoneón sentado en una silla de madera. Los dos están felices. “Antes de empezar a leer o escribir, yo ya escuchaba a papá, de noche, que venía de ordeñar en el tambo. Estábamos en la cocina que no tenía luz, mamá cocinaba y el viejo tocaba sus tangos en el bandoneón”, recuerda.

“Además, yo de chiquito, con siete, ocho años, salía con mi padre a cantar. Sábado y domingo había que ir a juntar unos pesos. Papá agarraba el bandoneón, yo tenía un tamboril o una pandereta, y nos tomábamos el tren hasta Cardal o Independencia, o íbamos a Florida, tocábamos en los boliches y pasábamos la manga, y llevábamos una plata que ayudaba a parar la olla. Mi padre, el día antes de morir, me preguntó si alguna vez yo había sentido que eso era una carga para mí. Y le dije que para nada. Yo disfruté; hacía música y paseaba con mi padre”.

Simplemente... Astor. Quinteto Néstor Vaz. Sala Hugo Balzo, Auditorio Nacional del Sodre. Sábado 30 a las 21.00. Entradas en Tickantel y boletería del teatro.