La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi fue galardonada esta mañana en Madrid con el Premio Cervantes, en una ceremonia encabezada por el rey Felipe de España, a la que la poeta no pudo concurrir por problemas de salud. En su lugar, eligió que fuera la actriz Cecilia Roth, su amiga, quien recibiera el premio y pronunciara su discurso de aceptación. Así, se convirtió en la tercera uruguaya en recibir el premio que entrega el Ministerio de Cultura y Deporte español, después de Juan Carlos Onetti en 1980 y de Ida Vitale en 2018.

La ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares marcó el retorno a la normalidad, ya que se hizo presencial después de dos años de suspensión por la pandemia, y estuvieron presentes diversas autoridades, en particular el presidente español, Pedro Sánchez.

Peri Rossi siguió la ceremonia por streaming desde Barcelona, donde reside desde 1972, cuando en Uruguay se vivían los meses previos a la instalación de la dictadura militar. Tenía 30 años y ya había publicado dos libros de cuentos, Viviendo (1963) y Los museos abandonados (1968), y una novela, El libro de mis primos (1969). Desarrolló en España el resto de su prolífica carrera como narradora, poeta, ensayista, traductora y docente. En 2020 publicó su novela autobiográfica La insumisa.

Roth leyó el discurso en el que Peri Rossi recordó su infancia en Montevideo, donde sus dos vecinos, un zapatero polaco y un músico alemán, no se hablaban, enemistados por la Segunda Guerra Mundial. La guerra sería una constante en su discurso, en el que dijo que los versos no salvan “a los que mueren por las bombas y los misiles en la culta Europa”.

Contó que hubo tres libros que fueron los que más le “fascinaron” de la biblioteca de su tío Tito: El diario de Ana Frank, La madre, de Máximo Gorki y Don Quijote. Sobre el Quijote, reparó en el personaje de la pastora Marcela: “Yo tuve claro, como Marcela, que en una sociedad patriarcal ser mujer e independiente era raro y sospechoso [...] Convertí la resistencia en literatura, como hicieron tantos exiliados españoles, y en lugar de renunciar a la sociedad, como Marcela, desde mis libros, desde mi vida, he intentado como doña Quijota desfazer entuertos y luchar por la libertad y la justicia, aunque no de manera panfletaria o realista, sino alegórica e imaginativa”.

Para referirse a la guerra, citó las palabras del poeta Paul Valéry: “La guerra es una masacre de personas que no se conocen en beneficio de personas que se conocen pero no se masacran” y dijo, además, que los motivos de los conflictos suelen ser “típicamente masculinos”: “el ansia de poder y la ambición económica”.

También habló sobre su exilio de la dictadura uruguaya: “Como castigo, mis libros y hasta la mención de mi nombre fueron prohibidos; salvé la vida milagrosamente y vine a parar a España, donde otra feroz dictadura oprimía la libertad”. “También en el barrio fui conociendo a muchos exiliados españoles, porque además de una guerra cuyos motivos yo no conocía, en España había una terrible dictadura que había matado a miles y miles de personas y hecho huir a otras miles. El mundo parecía un lugar muy peligroso fuera de Montevideo”.

Asimismo, reivindicó: “La literatura es compromiso, ya lo dijo Jean-Paul Sartre, y compromiso es todo, desde un artículo contra Putin o un homenaje a las mujeres violadas y martirizadas en Juárez, hasta los relatos de Cortázar”.