Lenine, nacido en Recife el día de Iemanjá de 1959, llegó a Río de Janeiro a fines de los 70 y allí dio inicio a una carrera cuya primera manifestación discográfica fue Baque Solto, de 1983, en colaboración con Lula Queiroga. Su segundo disco, Olho de peixe, debió esperar hasta 1993, momento desde el cual ha producido con regularidad y sin menguar en su experimentación, que abreva en diversas tradiciones, las sintetiza, las recrea y las entrega al aire con su propia voz y su forma personal de tocar la guitarra. Ha recibido múltiples premios, entre ellos algunos Grammy y el Prêmio da Música Brasileira, y sus canciones gozan de gran difusión, en algún caso por haber integrado bandas sonoras de telenovelas o, dicho sea con reverencia, por haberse posado en la voz de Maria Bethânia. También ha compuesto mucho para otros artistas, e incluso ha sido productor de figuras como Maria Rita y el mismísimo Chico Buarque.

A su formación universitaria en Química, que dejó por la música, debe añadirse su pasión por la naturaleza, y en particular por las orquídeas, a punto tal que su álbum de 2008 se titula Labiata en homenaje a esta planta epífita que promete dar racimos de varias flores de 14 a 20 centímetros de ancho, de color lila, y que crece lateralmente en rizomas. Rizoma, justamente, es el nombre que lleva la gira de Lenine junto a su hijo Bruno Giorgi.

Raíces de avance horizontal

En entrevista con la diaria, el cantautor dice que tomó conocimiento de la palabra “a través de la biología”, que es un interés que viene desarrollando hace mucho tiempo. “El reino vegetal me ha fascinado, pero también simpatizo mucho con la idea que [Gilles] Deleuze le impuso a esa palabra filosóficamente, intentando aproximarse adonde se inicia el proceso de creación, donde se inicia el orden: si la premisa es que todo universo se dirige al caos, ¿cómo y cuándo sucede el orden?”. Agrega que le parece que eso tiene mucho que ver con la relación radicular con su hijo, con quien montaron un espectáculo solamente por culpa “del aislamiento, de la pandemia, a causa de este momento medieval y pandemónico”.

Explica que se trata de una reunión de conceptos que se van conectando en varias direcciones, las dibuja en el aire con las manos. Y, dice, “habla mucho sobre crear, sobre componer, sobre hacer arte”. Concretamente, decidieron insertar el ambiente sonoro de las composiciones de Lenine al conjunto de canciones elegidas para la turnê. El cantor se dio cuenta de que estaba viviendo “un momento gris”, originado en no estar tocando para el público, y cuenta que fue su hijo menor, Bruno, productor, multiinstrumentista e interesado en todos los procesos involucrados en la música –y, según su padre, “un sabio, tiene un alma antigua”–, quien le hizo notar que se estaba olvidando de lo importante, la pasión por la música, que tiene que ver con el placer y el deseo. Primero empezó por hacer pequeñas participaciones grabadas en la casa-estudio de su hijo –entre las que se cuenta una con el chileno Manuel García, “Falar de ti”–, lo que después derivó en encuentros periódicos, los miércoles, en los que fue cobrando vida el proyecto.

Lo que se podrá ver en el concierto, de lo que algo ya ha adelantado en su presentación bajo el viento de Punta Ballena este verano, es un ensamble de la “ambiência sonora” (¿verdad que es mejor que “ambiente”?) de la música de Lenine, mano a mano con Bruno. También, y ha de prestarse atención, aparecerán en la noche montevideana algunas composiciones nuevas que integrarán el nuevo disco que está en proceso. El trabajo de construcción de un álbum, además de lo que compone por sí mismo, es una ocasión para encontrarse con otros músicos, porque, según ilustra, es “fruto de un Zeppelin: ahí ya había un copia y pega, la edición, mezclábamos las cosas de una manera no sólo osada sino abierta”. Y agrega que esa es una característica propia: el gusto por “dos cabezas buscando la belleza”, porque “la gracia del asunto no es llegar a algún lugar, es el camino que se elige”. Por ahora, adelanta sólo que estarán algunos de los parceiros de siempre; además de algunos nuevos, con lo cual no hace sino generar expectativas sobre el próximo trabajo.

Raíces para recomenzar

Otro aspecto que resalta de Rizoma es que las canciones fueron elegidas a raíz de lo que dicen, porque, “después de todo lo que estamos viviendo, las palabras adquirieron otras dimensiones”. Pone como ejemplo su canción “Paciência”, que “se convirtió en una especie de himno porque reflejaba de alguna manera esa impotencia que estamos sintiendo todos”. Hay cosas que dijo en su momento y ya no le interesa decir de esa manera, no se permite más algunas palabras. Al preguntarse “cuáles de esos discursos son importantes ahora”, en cuáles “a lo largo de todos estos años el texto sigue presente, fiel y actual”, arriba a una selección de casi 50 canciones que siente deseos de tocar y con las que juega a la hora de presentarse en los distintos destinos a los que llega. Busca esquivar “el sentimiento de repetición” después de tantos años de carrera.

Foto del artículo 'Abeja sin aguijón: el pernambucano Lenine llega a Montevideo'

En cuanto al diálogo de su obra con el público, dice que lo que hace “tiene que ver con la crónica, que de alguna manera toca el alma de las personas, al punto de querer transformarlas”. Cree en el “papel cultural, ciudadano, que es informar, entretener, pero, principalmente, hacer pensar”. Considera que eso forma parte de su profesión como cantautor, y no renuncia a hacerlo. Lo ha hecho siempre. Cuando se detiene en el momento actual, en “ese lado político podrido”, explica que se impuso “no hablar, no dar esos nombres, não dar o nome aos bois”, porque le resulta “inconcebible” estar “insertos en una Edad Media, que es eso lo que estamos viviendo. Aquí, en Brasil, este tipo logró abrir los armarios de la gente al punto de que se expongan sin ninguna culpa los monstruos más crueles, violentos, a través de muchas falsedades y desconstrucción de la realidad”.

Agrega que urge que el presidente innombrable pague por lo que ha hecho y que, “como ciudadanos, y como nación, volvamos a tener la esperanza que teníamos”. Por eso, “evidentemente el disco nuevo va a estar repleto de los sentimientos que eso involucra”. Y, riéndose, concluye: “pero no me permito decir el nombre de ese cabra” (denominación que parece ser más bien la negativa y no la neutra del sustantivo de origen nordestino). Entonces, siente que, dado todo lo sucedido, la gente está recibiendo con otra avidez los mensajes, porque, más que un “retorno”, que es la expresión que se está usando mucho, se está viviendo un “recomienzo”. Principalmente, porque “cambió la forma en que reaccionamos, estamos reaprendiendo; todas las canciones que tienen un sesgo más humanista, colectivo, reverberan de un modo que no vi antes”. No sabe qué deparará el futuro, no osa preverlo, pero ve la evolución del ser humano “medio como el corazón, sístole y diástole, se va hacia adelante, después se retrocede, una sucesión de vaivenes y vamos poniendo el límite cada vez más lejos. Lo que no me imaginaba es que íbamos a retroceder tanto. Nos va a tomar mucho tiempo tener la noción de que lo colectivo es la única salida para la raza humana”.

Raíces que se mezclan

Lenine visitó Uruguay varias veces. Cada proyecto que lanza incluye en su gira el paso por este territorio. La primera vez fue en el extinto festival de Lapataia, en Maldonado, por lo que ya existe un vínculo con el país, que ya tenía con algunos músicos coetáneos, de los que en primer lugar recuerda a Jorge Drexler, con quien se cruzaba haciendo shows en Europa. Cuenta también que tuvo la oportunidad de conocer a varios compositores –“muita gente bacana”–, cantautores como él, como por ejemplo Pitufo Lombardo, que ha participado en sus conciertos.

Brasil, “por culpa de Tordesillas”, dice, ha estado bastante aislado en América del Sur, así que el intercambio no ha sido tanto como podría, además de la enormidad continental de “brasiles que los propios brasileños medios no conocen”, observa. Pero recuerda que ya ha habido un tránsito desde la época de la bossa nova y, más recientemente, a través de Paralamas. De cualquier modo, explica que está muy arraigada en él “esa herencia íbero-mora”. Y para ilustrarlo tararea el comienzo de la melodía de su canción “Marco marciano”, que oyó un día en una feria popular de Cádiz y que antes le oía cantar a su padre en Pernambuco, y que empezó a ser usada por los repentistas para improvisar valiéndose de la redondilha maior –nuestro verso octosílabo– allá por el siglo XI y continúa hasta nuestros días. Esa tradición, dice, lo hace sentir sudamericano –como aquel rapaz latinoamericano de Belchior– y eso incluye la humillación sufrida por el negro y toda la genealogía de la guitarra, descendiente del laúd, o el pandeiro, de la darbuka árabe.

Pero la tradición no le impone una inmovilidad, sino que es un elemento más en la búsqueda de cierta homogeneidad, de la belleza, un acervo que hace que la canción venga. “Hay un montón de archivos ocultos de los que olvidé la contraseña, de a poco los voy encontrando”, dice, y agrega que “a lo largo de todos esos años” no cambió su “ímpetu de emprender caminos nuevos”. Le preocupa en particular ser honesto con sus creencias, y para explicarlo recuerda las tres preguntas que su padre le decía que eran necesarias: “qué hacés, por qué lo hacés y para quién lo hacés”.

Sus pasiones conocidas son la música y la palabra, con las que se expresa. Y con lo que describe como ciertas dosis moderadas de misantropía, se recluye un poco entre los suyos y en los intereses naturales. Desde hace unos cinco años desarrolló una pasión por las abejas sin aguijón. “La abeja fue quien diseminó la polinización, es culpable de toda la diversidad botánica que tenemos”, dice, y cuenta, poético y etológico, que “el aguijón de las meliponas y trigonas se atrofia, porque esa especie es tímida, se esconde, no precisa defenderse, a diferencia de las apis, que hacen el nido expuesto para que todo el mundo lo vea”. Una interesante metáfora de que es posible crear sin destruir. “Y propagar”, enfatiza, además de contar, con evidente felicidad, que toma miel con sus hijos y sus nietos directamente, “com canudinho”, de la colmena.

Rizoma. 3 de agosto. Auditorio Nacional Adela Reta. Entradas en Tickantel.