“Un mundo de cooperación, de cambio de paradigma”, es lo poco que se animan a adelantar los Buenos Muchachos sobre Misal parvo, el recital que darán lunes y martes a las 21.00 en el Auditorio del Sodre (entradas por Tickantel). Será lo más avanzado técnicamente que hayan hecho hasta ahora, y quizá lo más experimental, pero no quieren decir mucho porque habrá varias sorpresas.
“Algo se desarma y se vuelve a ensamblar. Parecido pero no exactamente lo mismo. Mundos escondidos en celdas diminutas, ruido blanco en un ambiente inmenso. Una luz congelada, una banda velada”. Así se describe el show en la gacetilla de prensa, pero tampoco ayuda demasiado a entender de qué irá la movida. Así las cosas, nada mejor que preguntarles a Gustavo Topo Antuña y José Nozar, guitarrista y baterista de Buenos Muchachos, sobre el misterioso espectáculo que se viene.
¿Por qué se titula Misal parvo?
Gustavo Antuña: Es un nombre bien de Pedro [Dalton, cantante y letrista del grupo]. “Misal” es un libro de misas y “parvo” es “pequeño”; entonces, es como un pequeño libro de misas. Está el juego de que no vamos a hacer una misa pero sí un toque en un lugar enorme. Hay una ambigüedad en el nombre y en el show que vamos a dar, que también es abstracto.
José Nozar: Es un juego de profanación de una cosa sagrada o religiosa, llevado a una celebración pagana, como Misales, los relatos eróticos de Marosa di Giorgio, o algo así.
¿Parte del público de la banda no vive ir a un toque de ustedes como si fuera una misa?
José Nozar: No está muy bien que suceda eso. Con el paso del tiempo se ha perdido un poco, o por lo menos no ha sido demasiado estimulado de nuestra parte. Es posible que suceda, pero no es lo mejor porque habla de una parte medio fanática que no está buena, no la controlamos nosotros e intentamos no vender eso. Esas son palabras bien de Pedro, conceptos pedrísticos.
¿Qué implica esa seudo misa en el espectáculo en sí?
José Nozar: Un recorrido, una narrativa abierta.
Gustavo Antuña: Yo lo veo como algo cinematográfico: vas a ir a ver una película, no un show de rock. Sí vamos a tocar, notoriamente, pero este espectáculo es diferente en ese sentido. Tan así nunca lo habíamos hecho. Fue una idea que estaba picando desde hace años, y la sala Adela Reta tiene unas cualidades técnicas que nos permiten hacerlo; antes no podíamos porque no teníamos esas cuestiones técnicas.
La música de Buenos Muchachos en cada disco nuevo se fue volviendo más atmosférica, climática, ideal para jugar con esa especie de narrativa ambigua.
Gustavo Antuña: Exacto, viene un poco por ahí, y hay personajes nuevos –no son personas sino personajes– que vamos a invitar al show y van a estar jugando con nosotros por primera vez. La idea es tener una narrativa continua, dentro de lo posible; obviamente, la canción empieza y termina.
José Nozar: Está cimentado en canciones que intentan cumplir con esta especie de relato, que no es evidente sino que subyace.
Imagino que no van a tocar los hits.
José Nozar: Hay un hit en todo el show... Tampoco es que tengamos tantos hits. Cuando hacemos estos espectáculos de teatro y eso, nunca miramos las canciones por fuera de lo que representan en el imaginario de la banda. Justamente, intentamos rehuir esos hits, porque tal vez son los que menos se puedan amoldar a algo climático.
O sea que “He never wants to see you (once again)” no va a estar.
Gustavo Antuña: Exacto, no está. En este caso, fue Pedro el que armó la lista, y él piensa mucho en los finales y en los principios de las canciones: si hay una buena unión entre los dos. Acá habrá tres momentos diferentes, son tres bloques.
Pedro Dalton no está en esta entrevista pero ya lo nombraron varias veces. ¿Es el líder natural de la banda?
José Nozar: De ninguna manera en la interna de la banda.
Gustavo Antuña: En Buenos Muchachos no existen los líderes.
José Nozar: Sí, no existen. Pedro es el letrista y es Buenos Muchachos, si lo querés ver desde ese punto de vista, en cuanto a que sin Pedro no existe la banda, pero a Pedro no le gusta nada cuando le dicen “el líder de Buenos Muchachos”, porque la manera de trabajo que tenemos es otra. Nadie lidera la banda y todos la lideran a la vez. Creativamente, es una cooperativa.
Gustavo Antuña: Las ideas se van potenciando; hay ideas y ya no importa quién las trajo. Ya hace años que nos tragamos el orgullo; y tenemos poco, por suerte.
Intuyo que tampoco le dan importancia a las canciones más escuchadas en Spotify a la hora de armar la lista de un toque.
José Nozar: No, ni siquiera tengo claro cuáles son. De hecho, en un momento en la banda –ahora no porque estamos más viejos y más dóciles– alguien decía “no quiero tocar esta canción” y la canción no se tocaba, porque era como pasar por arriba de los deseos del otro. Hubo canciones vetadas durante diez años. Se vetaron cuatro o cinco hits, de parte de todos.
¿No son de escuchar los discos de la banda?
Gustavo Antuña: No. Es que cuando grabamos los discos escuchás tantas veces las canciones que después de que lo terminamos cierro la persiana.
José Nozar: Una posproducción es insoportable: dos meses escuchando mezclas. A veces, vamos a tocar una canción que me olvidé de cómo era, y cuando la vuelvo a escuchar no tiene nada que ver. Nosotros no nos preocupamos por respetar específicamente los tiempos y los arreglos de las canciones, somos muy de tocar en el momento, lejos de la improvisación pero sí con el espíritu que el momento requiere; estamos en contra de que el show en vivo sea la representación fiel de la canción. Nos apegamos a un concepto y a una estructura de la canción pop, pero dentro de eso a veces escucho una canción y digo: “Pah, todos hacemos otra cosa”. Escuchar una canción en un disco de Buenos Muchachos es un problema; mejor, no escuchar.
Gustavo Antuña: También pasó que en los primeros discos había sobregrabaciones, muchas guitarras, y eso era imposible de traducir; entonces, quebramos: el disco es una cosa y el vivo es otra, empezamos a despreocuparnos. Este último disco [Vendrás a verte morir, de 2020] es mucho más tocable porque desde el arranque fue pensado con más espacios y silencios, y no con muchas guitarras.
José Nozar: Pero tiene otros desafíos: se puede representar entre siete músicos, pero la representación no es tan aleatoria como podría ser la de canciones de otra época, que las tirabas al ruedo y siempre salían; necesitan cierto cariño.
Buenos Muchachos debutó hace 30 años en el boliche Juntacadáveres. De ahí al Auditorio del Sodre hay un buen trecho. ¿Qué recordás de aquello?
Gustavo Antuña: Era un mundo bien diferente. Éramos cuatro y teníamos diez o doce canciones. En realidad, empezamos siendo un trío: Pedro, Rafael [Clavere] y yo, guitarra criolla, unos palitos y Pedro “argh argh argh”. Rafael, el batero, era el único que estudiaba música. Era entretenido, pero realmente no sabíamos tocar; sólo cuatro acordes. Entonces, empezamos a hacer canciones. Tiempo después, ensayábamos en una sala, Elepé, los domingos a las once de la noche, pero todo se atrasaba y empezábamos a la una. Los ensayos eran de una a tres de la mañana, y era el día más esperado de la semana. Nos bajábamos una botella de ron y de repente estábamos cuatro horas con un tema. No sé qué hacíamos. Con el tiempo, empezamos a macerar eso. Durante un año y medio ensayamos todos los domingos religiosamente –misal parvo–. En un momento, teníamos canciones y apareció esa maravilla de Juntacadáveres, el lugar que nos permitió tocar.
Cierto periodismo musical le puso un halo mítico a Juntacadáveres y sostiene que de ahí salió todo el under del rock de los 90. ¿Cómo lo viviste desde adentro?
Gustavo Antúnez: Tiene un poco de color, pero era una cosa realmente increíble. Me imagino que era como estar en Nueva York en los 70 –salvando las distancias y la economía–, en el CBGB. De repente, a las tres de la mañana estaba A la cama con Ana y había un peluquero ahí adentro; ibas a Juntacadáveres y no sabías con lo que te ibas a encontrar. El dueño, el Beto, que casualmente me lo encontré hace poco, era muy permisivo: “¿Qué tenés? Vení para acá y hacelo”. Era como un centro cultural, estilo del Parakultural en Argentina, no era exclusivamente de rock. Era el living de una casa, tocábamos a nivel del piso para 20 personas, le dábamos volumen y catanga: doce canciones, una hora y ya está. Pero era emocionante: estábamos tocando en vivo, teníamos una banda de rock en Uruguay, en los 90. ¿Qué más queríamos? Pero cero peso, capaz que un cajón de cerveza. Era tan bizarro que estaba de más.
En la gacetilla del toque dice que es un espectáculo en el que “la música y la ciencia se cruzan”, realizado en colaboración con investigadores del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. ¿Por qué pensaron en esa mezcla de música y ciencia?
José Nozar: En cierto modo, los investigadores se sienten artistas porque –tomando el arte como algo muy grande– son creativos: tienen que tener una idea, imaginarla, llevarla a cabo de una manera que es bastante sui generis en algunos casos, porque hay que probar un montón de alternativas, ver qué concluyen con eso y si se puede unir para poder brindar una explicación de algo un poco más grande. Un investigador tiene bastante que ver con un músico; de hecho, hay muchos investigadores que son músicos. Para nosotros, esa unión es bastante natural y ya estaba: en la presentación del disco #8 [2017] hicimos unas proyecciones de bacterias en el Teatro de Verano, y para el Día del Patrimonio de 2019 realizamos un video junto con el Clemente Estable. También hicimos Antídoto, en el teatro Solís, donde teníamos unos matraces sobre la mesa y entregábamos vasitos con fernet de menta, que era el antídoto para entrar a ver el show.
Otra cosa en la que se parecen los científicos a los artistas es en que a veces también se les complica para llegar a fin de mes.
José Nozar: Sí, y en este momento parecería que más...