El título no engaña: el centro del documental es la relación de Mario Benedetti con su pareja, Luz López, y no, como podría pensarse, un rescate exclusivo de la mujer que se dedicó a “cuidar” al escritor, según dice uno de los testimonios. Aun así, nuestra curiosidad se dirige hacia ella, una presencia lateral, intermitente, asordinada en las distintas aproximaciones biográficas al autor de La tregua, sean textuales (Un mito discretísimo, de Hortensia Campanella, El aguafiestas, del argentino Mario Paoletti, o Mario por Benedetti, en la que Miguel Ángel Campodónico recogió recuerdos de Raúl, hermano del escritor) o audiovisuales (el inaugural Palabras verdaderas, de Ricardo Casas, 2014, y la serie que realizó TV Ciudad, por ejemplo).
Amable con quienes no tienen presente la trayectoria de Benedetti, la película emplea los hitos de su carrera como contexto para ubicar la actividad de López en los distintos períodos. Aparecen las dificultades y los éxitos de la década de 1950 (Poemas de la oficina es comentado por José Mujica), su relación con la política revolucionaria, su posterior compromiso con el Movimiento 26 de Marzo y el Frente Amplio, su exilio en Buenos Aires, Cuba y España, su regreso semestral a Montevideo luego de la recuperación democrática (el agente literario Guillermo Schavelzon explica el nomadismo).
En ese esquema, uno se va enterando de que Mario y Luz eran pareja desde la adolescencia temprana, de que ella venía de una familia conservadora, adinerada y abundante en conexiones militares, que luego le resultarían útiles para entrar y salir del país durante la dictadura. Vemos algunas de sus acuarelas e intuimos que pudo haber habido una carrera artística segada, nos informan sobre su afición a los viajes y la imaginamos curiosa, observamos su postura en fotografías y especulamos sobre su carácter, pero no la escuchamos: el que habla es él, a través de entrevistas prolijamente dosificadas. Esa asimetría se verifica igualmente en los testimonios: de Benedetti hablan Joan Manuel Serrat, Sergio Ramírez, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mauricio Rosencof; de López, en cambio, lo hacen principalmente descendientes de sus hermanos y primos.
Ese desbalance resulta lógico, dada la disponibilidad de material sobre cada integrante de la pareja, pero se repite cuando la continuidad de testimonios y archivo es interrumpida por recreaciones de episodios de alta tensión filmadas con plano subjetivo: allí también el punto de vista es el de él. Uno de esos episodios es la muchas veces relatada internación de Mario por una crisis de asma en el Hospital Alemán de Buenos Aires. El otro, bastante novedoso, revive la noche en que él se da cuenta de que algo no anda bien con Luz.
De las peculiaridades de la pareja hablan Ana María Picchio, Nacha Guevara, Diane Denoir, entre otros. Sin buscar confrontación, el documental incluye dos versiones (o una versión y su racionalización) sobre la ausencia de hijos del matrimonio. No abunda, en cambio, sobre aspectos religiosos, que un dato en apariencia superficial (pero no mencionado), como que contrajeron matrimonio en la Iglesia Metodista, podría haber ayudado a iluminar.
Más allá de este y algún otro detalle, como la defensa final de la obra poética de Benedetti en la que, una vez más, se confunde sencillez, comunicación y cursilería, en esta película Andrés Varela y su socio Sebastián Bednarik cumplen nuevamente con el cometido de divulgar e investigar sobre aspectos poco conocidos de fenómenos populares (Maracaná, Mundialito, Mario: hay algo en esa inicial). Uno capta que esa persona independiente y leal no fue sólo la destinataria de la obra poética de Benedetti, sino también, y él lo deja bien claro, su principal lectora. Por eso, lo que ocurre cuando se va apagando conmueve, y por suerte la película maneja muy bien esa emoción.
Benedetti, 60 años con Luz. Dirigida por Andrés Varela. Producida por Sebastián Bednarik. Uruguay, 2022, 74 minutos. En varias salas.