Le debemos un montón a Spider-Man: un nuevo universo. La industria de la animación, como tantas otras, está muy atenta a aquello que funciona. Lo exitoso, en especial si está conjugado con lo económico, puede marcar el rumbo con mucha fuerza.

Durante años el faro guía fue Pixar, con sus rostros bonachones (herederos de Disney, empresa que luego la absorbería) y esa necesidad de innovar tecnológicamente con cada nueva película. Si vieron alguno de sus videos del “detrás de cámaras”, y los recomiendo, habrán notado que siempre se jactaban de nuevas aplicaciones tecnológicas en el producto final.

El ejemplo máximo solía ser el pelo. En cada nuevo título de Pixar, la protagonista o el protagonista tenía más pelos por centímetro cuadrado de cuero cabelludo. Sistemáticamente. El número de pelos y otros tratamientos para complejizar la imagen eran adoptados (o adaptados) por la competencia tanto como esas caras bonachonas. Hasta que llegó Miles Morales.

Este nuevo Hombre Araña, que debutó en el cine en 2019, pateó el tablero con una fuerza tal que hay estudios de animación que todavía se están recuperando del golpe. La película se atrevió a tener un estilo, a combinar técnicas de animación, a darles plasticidad a los movimientos sin que eso necesariamente fuera el resultado de hacer funcionar decenas de músculos animados.

La bocanada de aire fresco se sintió en títulos como La familia Mitchell vs. las máquinas (Netflix), Los tipos malos (HBO Max) y Entergalactic (Netflix). Y terminó influyendo a una franquicia que ya pasó los 20 años y que en su sexta entrega, contando spin-offs, nos presentó quizá su mejor exponente. Hazte a un lado, Shrek, es la era del Gato con Botas y estamos viviendo en ella.

Al hablar de Gato con Botas: el último Deseo (Puss in Boots: The Last Wish), primero hay que hablar de la animación. Sin abusar de los recursos metalengüísticos del nuevo faro guía, sin alejarse de la identidad visual de las cinco entregas anteriores, sabe utilizar bien los recursos, como la reducción en el número de cuadros por segundo o las texturas que recuerdan pinceladas. Al gato se le ponen los pelos de punta, y es un elemento fundamental de la historia, pero en otros momentos se opta por construir la imagen con brochas más impresionistas.

Las escenas de acción siempre estuvieron presentes en esta saga, pero ganaron en velocidad y en claridad. Y la posibilidad de jugar con herramientas que antes hubieran sido consideradas contradictorias ayuda a poner énfasis en los distintos sentimientos que atraviesan los protagonistas.

Por supuesto que hay un gran protagonista principal y es el gato del título, de quien no hace falta saber nada de lo que le pasó en entregas anteriores. El elemento fundamental está planteado desde los primeros minutos (¡segundos!): el gato es un fanfarrón. Aunque de buen corazón, siempre está dispuesto a arriesgar su pelaje para demostrar que su fama está bien fundada. Además, ¿qué importa poner en riesgo la vida, si un gato tiene muchas más?

No tan rápido. Porque tanto fanfarroneo le ha costado todas las vidas excepto la última, y cuando Gato (para los amigos) descubre que su próximo desliz podría llevarlo a la muerte, comienzan los problemas. Y la aventura.

La historia incluirá una temporadita en el hogar de una de esas personas obsesionadas con acumular gatos, donde se dejará domesticar como parte de su instinto de supervivencia y conocerá a la mejor adición al shrekverso de esta entrega: un perrito simpático, pese a venir extremadamente golpeado por las circunstancias.

En cuanto a la trama, gira alrededor de un sitio mágico que permitirá a un único afortunado pedir un deseo (¿alguien dijo “más vidas”?). Y como es el shrekverso y allí conviven los personajes de cuentos de hadas, en el camino se encontrará con un lobo muuuy feroz, el personaje de una canción infantil, Pepe Grillo, y la banda formada por Ricitos de Oro y los tres osos, que parecen salidos de una película de Guy Ritchie. De una de las buenas.

Temí que la trama sufriera eso que sufrieron tantas películas de superhéroes, el “exceso de antagonistas”, porque también regresa la gatita con la que el protagonista se enreda y se desenreda periódicamente. Pero las alianzas y los enfrentamientos son manejados con calidad, la historia evita la mayoría de los clichés del cine infantil y hasta se da el lujo de tener a un personaje protagónico cuya principal motivación es el miedo.

El entretenimiento está garantizado a nivel familiar, sin el abuso de guiños adultos que tienen las películas de Shrek, que son además los que envejecen más rápido. Y, créanlo o no, llegó al menos una copia subtitulada que permite disfrutar de los talentos vocales de Antonio Banderas (el gato), pero especialmente de John Mulaney (el personaje de la canción) y Wagner Moura (el lobo).

Gato con Botas: el último deseo, dirigida por Joel Crawford. Animación. Estados Unidos, 2022. En varias salas.