En marzo del año pasado se estrenaba en Youtube el primer tráiler de una nueva comedia animada de Sony Pictures Animation, llamada Conectados (Connected). Comenzaba con un padre mirando videos caseros de su hija Katie cuando era pequeña y ellos estaban “tan conectados”.

De vuelta en el presente, la jovencita le pedía que sonriera para sacarle una fotografía con el celular. “¿Sabes? Puedes experimentar mucho mejor las cosas sin esa cámara”. Unos segundos después, la familia Mitchell disfrutaba de una última cena antes de que Katie se marchara a la universidad, y el padre pedía “diez segundos” de contacto visual, sin distraerse con las pantallas.

Fue suficiente para que mi cerebro prejuzgara esa película, imaginando el momento del tercer acto en el que la familia descubría la importancia de mirarse cara a cara y mantener apagada la televisión durante los momentos compartidos. Por suerte, estaba equivocado.

La pandemia llevó a que el film fuera distribuido por Netflix y volviera a utilizar su título original (The Mitchells vs. the Machines, bien traducido al español). No alcanzó para que llamara mi atención, pero sí lo hicieron los innumerables tuits de personas de dentro y fuera de la industria del entretenimiento que básicamente decían “La tienen que ver”. La vi y la disfruté muchísimo.

Todo comienza, sí, con la jovencita que se enfrenta al cambio más importante de su vida hasta el momento. Desde pequeña se dedicó a contar historias, verdaderas o inventadas, a través del lenguaje audiovisual. Y es hora de abandonar el nido y aprovechar que tiene una vocación que coincide con una carrera universitaria (suertuda).

Por supuesto que el padre nota el distanciamiento y hace todo lo posible, aunque muchos dirán que no lo suficiente, para “conectar”. Eso incluye cancelar el viaje en avión de Katie y cambiarlo por un road trip de los cuatro miembros de la familia Mitchell y Monchi, el perro, que se roba la película. Pero la historia está contada desde el punto de vista de la joven, con guiños animados que recuerdan a su antecesora, la gloriosa Spider-Man: un nuevo universo.

Y todavía no hablé de las máquinas. El último producto de una megaempresa informática mundial se sale de control y toda la humanidad termina esclavizada por robots que debían ayudarla en sus tareas cotidianas. ¿Toda la humanidad? ¡No! Una pequeña familia termina convirtiéndose en nuestra última esperanza mientras aprende a los golpes a superar las diferencias y a trabajar en equipo.

A primera vista, cada uno de los elementos recuerda a otras aventuras, animadas o con actores de carne y hueso. Pero el guion de Jeff Rowe y el director Mike Rianda les da frescura a los malentendidos, a las revelaciones del pasado que cambian la forma en que un Mitchell ve a otro, e incluso a los típicos personajes caóticos que parecen estar puestos simplemente para los gags (como Monchi y el pequeño Aaron Mitchell, que en inglés tiene la perturbadora voz del mismísimo Rianda).

El resultado final es original en cuanto a la animación, contiene muchos momentos de potenciales risas, y no se molesta en complejizar la trama solamente para elevar su estatus. Esto hace que uno se pueda concentrar en las relaciones intrafamiliares e incluso agradecer la simplicidad orgánica con la que se maneja la diversidad de uno de los protagonistas.

Si te gustaron las dos entregas de Lluvia de hamburguesas (escrita y dirigida por los productores de este film), te va a gustar La familia Mitchell vs. las máquinas, aunque la relación padre-hijo te resulte un poco familiar. Si no las viste... bueno, ya son tres películas que tenés para maratonear en Netflix.

La familia Mitchell vs. las máquinas, dirigida por Michael Rianda y musicalizada por Mark Mothersbaugh (Devo). En Netflix.