Desde hace varios años, Disney está haciendo fortunas adaptando sus animaciones en películas con actores de carne y hueso. Los resultados han sido desparejos, sobre todo cuando los directores no se animan a apropiarse del material y repiten los beats de la historia original. Todo esto para decir que el otro día vi una película que, al comienzo, parecía ser una nueva versión de Up: una aventura de altura (Pete Docter, 2009).

Si no saben de qué hablo, esa aventura animada de Pixar tenía como protagonista a Carl, un viejo gruñón y viudo que, agobiado por cuestiones inmobiliarias, decidía emprender un viaje bastante largo. Bueno, el Otto que interpreta Tom Hanks en Un vecino gruñón parece una copia de Carl, enojándose con detalles menores del vecindario y mirando con mala cara a los demás. Hay un pequeñísimo detalle que aleja a esta historia del sello familiar Disney: a pocos minutos de comenzar la película, Otto utiliza la cuerda que compró en la primera escena para ahorcarse en el living de su casa.

La forma en que el entretenimiento ha representado el suicidio fue cambiando con los años. Un recordado (por mí) dibujo animado de Tom y Jerry comenzaba con el gato sentado en la vía del tren, esperando a ser arrollado, luego de un desencuentro amoroso. Terminaba con el ratón sentándose a su lado después de algo similar, y el ruido del tren acercándose. Seguramente ustedes se hayan cruzado con chistes de Quino o de Condorito en donde antes de suicidarse los personajes escribían una carta y en el sobre ponían “Sr. Juez”.

Esta problemática ha sido tomada con mayor seriedad en los últimos tiempos, aunque todavía la salud mental sea tratada con desprecio por quienes diseñan el sistema sanitario. Como en tantas cosas en las que el humor ha evolucionado, o intenta hacerlo, no es que el tópico haya sido cancelado, sino que obliga a los creadores a ser más afilados con la pluma o el teclado. Por ejemplo, para justificar el momento en el que el techo se rompe y la persona que intentó quitarse la vida cae al suelo en forma aparatosa.

A llenar esos corazones

En Un vecino gruñón, título que con el correr de los minutos se va volviendo menos adecuado para la película, el guion sabe lo que quiere y en su medida lo consigue. Porque además de la historia típica del anciano amargo que verá cómo aquellos que lo rodean consiguen ablandarle el corazón, es la historia de un hombre que cree que su existencia dejó de tener sentido y por eso busca terminar con ella. Repetidamente.

El tono del film se mueve con agilidad entre la comedia y el drama. El director Marc Forster (de cuya filmografía recordaré la interesante Más extraño que la ficción, de 2006) tiene la capacidad de intercalar momentos oscuros, otros melancólicos y otros de humor. Por supuesto que esta no es una película para cínicos, y tiene un par de momentos en los que apela a una sensiblería innecesaria, en particular con un uso de la música similar al del musicalizador de ShowMatch.

Es de verdad innecesaria, porque el trabajo de Hanks y el resto del elenco consiguen que el público se involucre en lo que está ocurriendo. Para eso es fundamental la tarea de Mariana Treviño como Marisol, la nueva vecina verborrágica y optimista. ¿Es demasiado conveniente que su personaje justo se mude frente a la casa de Otto el día que decide quitarse la vida? Ahí está la magia de la ficción y sus casualidades. Seguramente en un universo alternativo Marisol no se muda y la historia termina mucho más rápido, pero a nadie le interesaría verla.

Las dos horas de Un vecino gruñón se intercalan entre su presente, con los inconvenientes de Marisol y su familia como catalizador a la acción (cualquier acción) y el pasado, en flashbacks que, al mejor estilo de Up: una aventura de altura, muestran la idílica relación entre Otto y su esposa Sonya, que incluye detalles demasiado similares a los de la idílica relación entre Carl y Ellie.

A propósito, la novela original es de 2012 y su autor es Fredrik Backman, el mismo de Gente ansiosa. Un hombre llamado Ove fue llevada al cine por primera vez en 2015 por el director Hannes Holm, y al año siguiente representó a su país en los Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional. Perdió contra El viajante, de Asghar Farhadi. Nunca apuestes contra los iraníes en esa categoría.

Por supuesto que la resolución está destinada a llenar nuestros corazones. Después de dos horas, no sería lógico que todo terminara con Otto sentado en las vías del tren, más allá de que en algún momento tenga una idea similar. El arco de este pobre hombre merece un cierre, porque también el cine está para eso, para contarnos cómo alguien con un inmenso vacío existencial y mucho tiempo libre en sus manos descubre que todavía quedan razones para sacar la nieve de la entrada por las mañanas. Algo parecido le ocurría al personaje de Jack Nicholson en Las confesiones del señor Schmidt (Alexander Payne, 2002) y casi me deshidrato en ambas.

Un vecino gruñón, de Marc Forster. Con Tom Hanks y Mariana Treviño. Estados Unidos, 2022. En cines.