Propios y extraños coinciden en que Hombres de nuestra tierra (Antar, 1964) es el primer álbum temático de la música popular uruguaya. Contiene diez canciones que parten de formas musicales criollas –huella, milonga, gato, cielito, polca, media caña– y describen oficios del mundo rural, como los de monteador, milico de pueblo, carrero, peón o calagualero. Las músicas fueron creadas por Daniel Viglietti y los textos por el poeta, cuentista y dibujante Juan Capagorry, quien también escribió y narró diez introducciones que le dan marco a cada canción y a cada oficio. Por otra parte, la edición original contaba con las imágenes documentales de la fotógrafa y periodista Isabel Gilbert, una por cada perfil más la que ilustra la tapa del álbum.
“Un día en una de esas hermosas charlas en el boliche, una amiga nuestra, la cantante Nelly Pacheco, nos desafió: ‘Che, ¿por qué no hacen algo con estas cosas tan lindas que están diciendo?’. Así nació Hombres de nuestra tierra”, contaba Daniel Viglietti en el programa Párpado, de TV Ciudad. Fue el segundo trabajo discográfico del autor de “A desalambrar” –tras Canciones folklóricas y seis impresiones para guitarra de 1963– y, con seguridad, el que comenzó a convertirlo en una referencia del por entonces incipiente cancionero nacional de raíz folclórica. A modo de panorama, entre fines de los años 50 y principios de los 60 editaron sus primeros trabajos Amalia de la Vega, Osiris Rodríguez Castillo, Anselmo Grau, Los Olimareños, Aníbal Sampayo y Santiago Chalar, entre otros.
La cantante, guitarrista y compositora Clara García conoce este disco de toda la vida ya que era parte de la discoteca familiar. “Siempre fue un disco que me tocó y me llegó especialmente. Hay algo de los textos de Capagorry, su forma de decirlos, combinados con las guitarras de Daniel Viglietti”, dice. El valor artístico de la obra justifica a cabalidad la edición de este cancionero casi seis décadas después, pero las motivaciones, según su autora, son variadas.
Una de las huella hay que rastrearla hasta la infancia, cuando en periódicas excursiones a la costa de Soriano o a pueblo Grecco –Río Negro–, conoció de primera mano la vida del campo, el monteador mimetizado en la ribera del río, el peón que cura bicheras con un pastito, o la niña que aprende a carpir y a identificar vegetales antes que a leer. “Me gusta haberme dado cuenta que esos textos de Capagorry, esos mundos de pueblos, de oficios rurales, me tocaban especialmente porque de alguna forma estaban hablándome de cosas que yo había vivido y experimentado en mi infancia y no recordaba su importancia”.
Ya adulta, en 2017, García se mudó a Brasil tras una beca para estudiar música en la Universidad del Estado de Río de Janeiro. La perspectiva que aporta la distancia y los fallecimientos ese año de Coriún Aharonián, Graciela Paraskevaídis y el propio Viglietti la impulsaron a tomar partido. “Me dejaron con un sentido de urgencia, con la necesidad de tomar alguna responsabilidad, de hacer cosas en relación con nuestra cultura y con las cosas que a mí me parecen valiosas”, explica.
De regreso a Uruguay comenzó a pergeñar este proyecto –que, como muchos, debe parte de su existencia al Fondo Concursable para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura–, mientras hilaba también otras ideas, como por ejemplo, su álbum tributo a Amalia de la Vega Como si llorar fuera qué, porque “desde que empecé a trabajar y a estudiar estas cuestiones surge inevitablemente la pregunta: ¿y las mujeres de nuestra tierra?”.
Para atril y biblioteca
El libro que se presentó el 18 de octubre en la Fundación Mario Benedetti seduce desde la primera impresión por el gran formato de tapa dura donde se luce la misma fotografía de la carátula original, la del chacarero en plena faena, con los pies firmes en los terrones, una mano en la mancera del arado, la espalda cimbrada bajo la camisa raída y con la mirada desafiando a la cámara bajo la sombra de la boina; detrás, el paisaje.
El porte de la publicación es acompañado por un elegante diseño –a cargo de Cartón Estudio Gráfico– donde el rojo destaca como único color por fuera de la escala de grises. Sobre el formato, la responsable ensaya una justificación utilitaria: “La idea era tener una partitura de buenas dimensiones y un libro que se pudiera abrir cómodamente, colocar en el atril, sentarse delante con la guitarra y poder leer, por eso el tamaño también”.
Las partituras y tablaturas transcritas por la artista contaron con un equipo de revisión integrado por Beatriz Alonso, Julián Croatto, Guillermo Lamolle y Ney Peraza. Sin embargo, este no es sólo un documento para concertistas, ya que además de las transcripciones cuenta con las letras, los textos de Capagorry, las fotografías de Gilbert, más otros documentos significativos y textos informativos, como una introducción a la obra y tres perfiles de los autores.
“Incluir partituras, las tablaturas, letras y fotografías era la idea inicial y también una introducción que contextualizara, que hablara un poco sobre el disco, sus particulares. La parte de las semblanzas no sólo no la tenía tan planificada, sino que fue surgiendo a medida que fui trabajando en el libro. Quise saber un poco más de Isabel Gilbert y me encontré con que había poco y nada escrito de ella y me dije: tengo que escribir, tiene que saberse quién es esta fotógrafa, esta crítica de arte, de danza, esta personalidad que tuvo que ver en la cultura por varios lados durante décadas”. De esta manera, la investigadora logró emparejar las tres biografías, lo que es uno de los grandes aciertos del proyecto.
Esta publicación hace justicia y recupera una obra vanguardista, pero a la vez popular, tan simple como virtuosa, y se suma a lo que a esta altura es una afortunada tendencia editorial y discográfica: la revisión y puesta en valor de nuestro patrimonio musical, del cancionero uruguayo y de sus autores.
Hombres de nuestra tierra. Ciclo de canciones uruguayas. Transcripciones para guitarra y voz, de Clara García. 208 páginas. Tacuabé, 2023. Disponible en Ayuí Discos y librerías. Por encargos: 092 477 700.