Más allá de los roces con la legislación uruguaya que podrían marcar su retiro de nuestro país, Spotify tiene otros problemas relacionados con el pago de los derechos. Pero en este caso los antagonistas no son colectivos de carne y hueso sino “artistas fantasma” que intentan ganarle a la banca y hacer dinero fácil. Una veintena de personas está detrás de más de 500 alias y llena playlist de música relajante con temas de corta duración, en algunos casos creados con un par de clics, que acumulan millones de reproducciones.

Los oyentes que se encuentran en modo “descubrimiento” no prestan atención al nombre de los artistas que interpretan versiones instrumentales o música de fondo. Se trata de productores poco escrupulosos, pero también abundan creaciones que son el resultado de la inteligencia artificial (IA) generativa. En la mayoría de los casos se trata de temas que no superan el minuto y medio de duración, lo que infla sus números.

“Se están reinventando en el entorno digital los mismos intentos por burlar la regulación de los derechos de explotación económica de la música que ya se aplicaban en la era analógica”, explicó a El Mundo el investigador en audio digital Luis Miguel Pedrero. “De fondo encontramos los eternos conflictos con el sistema de reparto de los royalties, que mantienen en el streaming un jugoso porcentaje para las discográficas, el 55%, un no menos relevante 30% para las plataformas, y un más exiguo 15% para las editoriales”.

Una investigación de Music Business World citada por el periódico español señala que una “entidad búlgara desconocida” logró ganar un millón de dólares con las playlist “Soulful music” y “Music from the heart”, ayudada por 1.200 cuentas premium de Spotify que las reprodujeron sin parar con ayuda de bots para inflar las reproducciones y al mismo tiempo conseguir que fueran recomendadas a usuarios reales.

Se estima que el 93% de los artistas disponibles en la plataforma no llegan a los 1.000 oyentes mensuales, lo que significa que las escuchas están concentradas entre unos pocos, e incluso entre grupos con discográficas importantes no se logra monetizar las reproducciones. Sobre eso no existen cifras certeras, pero Spotify afirma que entrega dos tercios de cada dólar ganado con suscripciones o publicidad. De todas maneras, a través de diferentes cálculos se estima que Spotify paga entre 0,003 y 0,004 dólares por canción reproducida. Un millón de reproducciones equivaldrían a entre 3.000 y 4.000 dólares.

La plataforma ha dado pasos tímidos en el combate de artistas fraudulentos, en algún caso debido a las presiones de la industria. Sobre la inteligencia artificial, por ejemplo, ha retirado canciones que generan voces indistinguibles de los artistas reales. “Heart on my sleeve” fue un tema que a comienzos de este año llegó a las 20 millones de escuchas ya que se promocionaba como una colaboración (ficticia) entre los artistas Drake y The Weeknd. Su creador, para redondear el asunto, se identificaba simplemente como Ghostwriter (“escritor fantasma”) y contó que fue realizada gracias a un software al que entrenó con las voces de ambos cantantes. La disquera Universal Music Group (UMG) no tardó en decir que era un incumplimiento de acuerdos y una violación de la ley de derechos de autor.

“El reciente desarrollo explosivo de la IA generativa, si no se controla, aumentará la avalancha de contenido no deseado en las plataformas y creará problemas de derechos con respecto a la ley de derechos de autor existente”, dijo el director de UMG en un comunicado difundido por aquellos meses. El tema desapareció de la plataforma, pero todavía puede escucharse en Youtube.

Para 2024 Spotify anunció nuevas medidas de lucha contra prácticas fraudulentas que incluyen el ataque a los bots que realizan streaming y a quienes suben “contenidos breves de ruido funcional”. Más allá de que la plataforma elimina canciones que tienen reproducciones ilegítimas, a partir del año que viene se penalizará a sellos y distribuidores que practican streaming artificial “flagrante”, además de perseguir a aquellos autores que suben ruido blanco en listas de reproducción para generar “pagos desorbitados”.

Todo esto podría modificar los hábitos de consumo de los oyentes uruguayos, siempre y cuando la empresa se ponga de acuerdo con el gobierno y dé marcha atrás en su decisión de abandonar Uruguay. Si lo hace, los artistas fantasma ya no serán problema nuestro.

Gandini en la Torre Ejecutiva

Por otro lado, en el marco de las negociaciones entre la plataforma musical y el gobierno uruguayo, que incluyeron intercambios entre representantes de la empresa y el Poder Ejecutivo, el martes el senador nacionalista Jorge Gandini se reunió con el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, según recogió Montevideo Portal.

“Es cuestión de afinar el lápiz. Vengo hace rato con este tema. Conozco bien lo que las partes quieren y lo que no quieren. Hay un camino que es el de la reglamentación, que sin necesidad de ley se puede recorrer. Hay que afinarlo bien, respetando la lógica. Spotify se tiene que quedar en el país. Sirve a la gente, sirve a los intérpretes, a los músicos. Es el lugar por excelencia donde suben y colocan sus temas. Le sirve al país que Spotify esté acá”, dijo Gandini al portal en referencia al decreto presidencial que regulará los dos artículos de la ley de Rendición de Cuentas que modifican la forma de retribuir los derechos de autor y que la empresa pone como condición para permanecer operando en el país.