Uno de los episodios de la quinta temporada de la serie Community, ambientada en un colegio universitario repleto de materias delirantes, giraba alrededor del curso “Nicolas Cage: ¿Bueno o malo?”. Allí se hacían una de las preguntas más difíciles del universo del cine, aunque el titular de la materia se encargaba de aclarar que esa pregunta no tiene respuesta.
Eso no impide que Abed, el personaje obsesionado con la cultura pop, decida zambullirse en el abismo de la filmografía de Cage en busca de respuestas. “Hay un espectro y Cage está en él. Solamente tengo que encontrarlo”, decía acerca del sobrino de Francis Ford Coppola, cuyo verdadero nombre es Nicolas Coppola y eligió su apellido artístico por un superhéroe de las historietas.
Al final del episodio, el abismo le devolvía la mirada y Abed terminaba tan afectado como algunas de las actuaciones más recordadas de Cage, subido a un escritorio y gritando que era “un gato sexi”. El encare de la serie de Dan Harmon con respecto al famosísimo actor es una exageración comédica de una carrera que lo ha llevado a protagonizar obras maestras, blockbusters efectivos y porquerías insalvables. Y todas las posibilidades intermedias.
En ese espectro (que el propio Abed mencionaba) parece colarse un espíritu lúdico que no está presente en otros colegas. Nicolas Cage no parece tenerle miedo al ridículo, y eso hace que cada una de sus apariciones llame nuestra atención. ¿Por qué pasó tanto tiempo, entonces, para que lo hicieran interpretar a un personaje que puede ser tan pasional y exagerado como él?
Renfield: Asistente de vampiro no es su película. No sólo porque el suyo no es el personaje del título, sino porque explícitamente se decide poner el foco sobre uno de los personajes secundarios más conocidos de la literatura de fantasía, dejando de lado por una vez al amo de las tinieblas. Ponete la camiseta que te toca ser Drácula, pero en la película de otro.
Nicholas Hoult, quien viene de tomar ciertos riesgos como coprotagonista de El menú, es el encargado de interpretar al familiar del famoso vampiro. Es decir, el humano que lo ayuda con las más diversas tareas, incluyendo la de conseguirle cobijo durante el día y cuerpecitos para alimentarse. En esta versión, su trabajo es recompensado con habilidades sobrehumanas cada vez que se alimenta de insectos y otros bichos.
El personaje existe desde la novela de 1897, pero me atrevo a decir que centrarse en un familiar para contar una historia de este género tiene bastante que ver con la popularidad de What We Do in the Shadows, la comedia televisiva que se desprendió de la película homónima y que tiene como centro a Guillermo (Harvey Guillén), el “familiar” de uno de los vampiros que son seguidos por un falso equipo de documentalistas. Nandor diría “not you, Guillermo”, pero en este caso es “it’s definitely you, Guillermo”.
Más allá de otras comparaciones obvias (hay humor, mueren muchos seres humanos), se trata de productos diferentes. Renfield apela a un humor más posmoderno, con una voz en off que se pregunta “¿dónde estábamos?” y con hectolitros de sangre saltando por los aires en las numerosas escenas de acción. Porque estamos ante una comedia de acción.
Renfield como componente de una relación codependiente es un interesante hallazgo, que por suerte el guion no sobreexplota. El pobre hombre, que acompaña a Drácula desde hace un siglo (es maravilloso el uso de la estética de la película de 1931), está cansado de su rol en la pareja y acude a una terapia de grupo para zafar de su amo.
Esto se mezcla con una trama delictiva que tiene sus puntos altos y bajos. Sus poderes amplificados por la ingesta de alimañas lo ponen en la mira de una organización de delincuentes que tiene a Ben Schwartz, la voz de Sonic, como el hiperactivo y cobarde hijo de la líder. Él es quien provee las mejores risas cuando la trama se inclina al costado del tráfico de drogas y las balaceras. Porque por momentos es una versión genérica de John Wick con superpoderes.
Nuestro protagonista adquiere una aliada en Quincy, una policía interpretada por Awkwafina, que ha demostrado tener madera de comediante, pero cuyos papeles terminan siendo muy parecidos entre sí. Si la viste y te reíste en Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos, vas a ver más de lo mismo.
Y detrás de todo, en la cantidad justa para paladear cada una de sus apariciones, está Nicolas Cage en el papel de Drácula, que le permite jugar con tics, inflexiones y movimientos que recuerdan a Abed subido al escritorio y siendo un gato sexi. Mientras el guion no termina de despegar y en el tercer acto se vuelve predecible, cada milisegundo de presencia de Cage en pantalla justifica la salida al cine. Tal es el peso de su talento.
Renfield: Asistente de vampiro. Dirigida por Chris McKay. Estados Unidos, 2023. Con Nicholas Hoult, Nicolas Cage y Awkwafina. En varias salas.