“Recordar para reparar” propone desde el programa Cecilia Caballero, actriz, docente, directora y escritora teatral que dice no ser dramaturga, aunque sus muchos estrenos parecen evidenciar lo contrario.

Pan rallado es una pieza coral que surge de un taller de entrenamiento actoral , y el elenco está conformado por los 17 participantes del curso, dictado por la propia Caballero. La obra es una apuesta interesante a nivel temático y arriesgada en la concepción escénica. El espacio de la acción es un supermercado con una estética que combina los tonos grises con un rosa pastel que se impone. Todos los personajes en escena son un estereotipo de ese universo que se pretende siempre feliz y a salvo de lo feo y lo malo del mundo exterior. Pero un día un trabajador que había sido contratado para realizar un arreglo en el techo cae y muere. En ese universo de plástico en el que todo parecía estar bien surge el conflicto a partir de un horror y todo comienza a descomponerse.

La dramaturga toma como fuente un hecho real ocurrido en 2018 en nuestro país, en las mismas condiciones que relata la obra, aunque la historia y los personajes están ficcionalizados. El juego escénico estereotipado, donde el humano parece un producto más, funcional al mercado, con apariencia de perfección –como todo lo que se vende–, es el espacio ideal para que surja el horror, que existe, aunque se tape con pan rallado. Este enfoque permite observar y analizar el comportamiento humano ante una situación límite que puede poner en riesgo a un sistema liberal que se pretende feliz.

La obra denuncia varias situaciones intolerables: por un lado, la del supermercado y su intento de esconder el horror y seguir con el trabajo como si nada hubiera pasado; por otro, las condiciones a las que están expuestos algunos trabajadores, obligados a realizar tareas de riesgo sin seguridad, incluso cuando hay leyes que buscan evitarlo. Frente a estos hechos de negligencia, ¿qué sucede con los compañeros de trabajo, forzados a mantener sus puestos? Porque la rueda del mercado no puede detenerse, ni siquiera por la muerte de uno de ellos. La obra cuestiona hasta dónde es capaz de llegar un sistema que devora lo humano como principio de alienación. Al día siguiente de la tragedia, el supermercado abre sus puertas como si nada hubiera pasado. Sin embargo, las personas que responden a las exigencias del trabajo por necesidad no olvidan. Son los compañeros que están ahí, exponiendo la explotación y el abuso. El mundo de plástico comienza a desarmarse cuando la víctima no queda enterrada bajo el pan rallado.

El texto de Caballero está muy bien hilado. El espectador ingresa a un lugar que, aunque estereotipado, es perfectamente reconocible, pero pronto se va desarmando y se descubre lo que hay escondido detrás de la música, el brillo, los productos de ocasión y las sonrisas obligadas.

La puesta plantea un juego de imágenes en el que las situaciones se instalan como cuadros escénicos suficientemente claros como para sumergir al espectador en el relato. Tanto el vestuario como el armado escenográfico, aunque simples, logran su objetivo porque impregnan al espectador del ambiente. La obra se logra gracias a un perfecto diálogo entre texto y equipo técnico.

Los actores, aunque sin mucha experiencia, juegan su papel. Los cuerpos en escena están correctos, aunque los brazos no parecen ser parte del movimiento cuando caen a los costados sin energía. Un contraste entre lo que se dice y la tensión física que podría subrayar el parlamento. Aun así, la obra tiene su propio peso e impacta en una platea que sale en completo silencio.

Pan rallado. Escrita y dirigida por Cecilia Caballero. La Escena (Rivera 2477 y Ponce). Sábado 22 a las 18.30 y domingo 23 a las 17.00.