“No darle a tu pueblo cultura es como tener un hijo y no darle comida”, dice Sofía Álvez, sentada en el living de la misma casa de Cordón en la que, una semana antes de presentarse en el festival Acá Estamos, cantó a la gorra para 40 personas.
La artista de 29 años, oriunda de Piedras Blancas, cree que “el arte es un alimento necesario” que “te acerca a la profundidad” de tu interior y el de los otros, y aunque no confía en el Estado, opina que los gobiernos deberían reconocer su importancia, pues sabe “por experiencia propia” que “cuando comés mal, pensás mal, vivís mal, entendés mal y no compartís”.
Tras lanzar en febrero su cuarto disco, llamado igual que el mes y compuesto por nueve canciones en las que aparecen Berta Pereira, Mocchi y Camila Ferrari, Álvez celebra que mujeres como Eli Almic, Nomusa, Rodra, Tormenta y las integrantes de Kumbiaracha estén trascendiendo “la idea de que la música no es para personas con vagina”. Aun así, entiende que en el ambiente siguen existiendo composiciones que “reproducen la misoginia y el machismo” bajo nuevas fachadas.
Antes de presentarse en el teatro Solís junto a Ana Prada, Miel y Tormenta, en el concierto de apertura del festival de arte lésbico Insumisxs, la cantante conversó con la diaria sobre el contenido de sus canciones, el peso de la mirada del público y lo que desea generar en él.
¿Qué pasó después de Acá Estamos?
Pasaron un montón de cosas interesantes, entre ellas la reacción de la gente del lugar donde yo viví toda mi vida. Me escribieron varias personas del barrio comentándome que ellos me habían visto cuando tocaba en los bondis, que me felicitaban, que estaban re contentos de verme en un lugar así. Lo vieron por televisión, pero ta, estuvo bueno eso. Recibir esos mensajes lindos de la gente del lugar donde uno se crio. Después la reacción de mis padres, también, fue interesante. No me la esperaba.
¿Cómo fue? Escuché en otra entrevista que viste llorar a tu padre por primera vez.
Sí, eso fue un viaje, pero más allá de eso, quiero remarcar que no recibí un apoyo en mi vida de mi familia con la música. Esta situación los llevó a decir “bueno, bien, al final, estaba bueno lo que hacías”.
¿Por qué sentís que no recibiste apoyo?
Todo tiene que ver con un montón de cosas, en verdad. Una de las cosas es que yo soy lesbiana y mi familia es muy cristiana y pensaban que la música que yo hacía o consumía me llevaba a la perdición, a lugares oscuros, turbios, donde no estaba bueno que ingresara porque era cristiana. Fue un hogar muy prohibitivo en cuanto a la música, porque la música que yo consumía era secular, no era de la iglesia. Esto fue medio un cachetazo, un: “Che, tengo que apoyar a mi hija porque está bueno lo que hace”. Hay un montón de gente reconociendo que está bueno. Ta, tuvieron que darse cuenta porque un montón de gente se dio cuenta, pero estuvo buena esa reacción.
Empezaste a hacer música siendo muy chica. Si ellos no te apoyaban, ¿cómo hacías?
Tenía el apoyo de mis compañeros de liceo; ahora algunos de ellos son grandes amigos y amigas, seguimos conservando la amistad. Tenía el apoyo de algunos adultos, docentes: Mariano, Gonzalo, un profe de Literatura que me apoyó mucho, que me dio mucho para adelante en bachillerato. También tenía una profe de Informática en ciclo básico que me apoyó mucho. Varios docentes se dieron cuenta de que me gustaba eso y que podía desarrollarme bien, y fue importante eso para mí. Más los amigos que también difundían mi música, que en ese momento grababa en la XO de mi hermano y la subía a Soundcloud. Esa gente era la base de mi avance en la música. Creo que sin ellos no podría haber avanzado, haber logrado esto. En realidad, toco desde hace muchos años, pero esto fue como: “Hay una música que toca esta música”. No sé si me estoy comunicando muy bien, pero fue eso. Esa era la gente que me bancaba. Mis hermanos también.
¿Cuándo comenzaste a salir del circuito del liceo y a llegar a otros lugares?
Pasó que cayeron personas de Usinas de la Cultura cuando estaba en tercero de liceo y una administrativa les comentó que yo cantaba. Me fueron a buscar, hablé con ellos y me dijeron: “Vos tendrías que ir a la Usina Cultural de Casavalle a grabar”. Ese fue mi primer acercamiento a un registro de la música. Una vez fui a grabar y el muchacho que grababa ahí, Fernando Luzardo, me dijo: “Hay una banda de candombe, estaría bueno que les grabes un coro, una guitarra”. Grabé unas guitarritas, unos coros, y terminamos formando una banda que se llamaba Guyunusa, con la que hacíamos candombes típicos. Ellos tocaban el tambor y yo la guitarra y cantaba. Recorrimos algunos departamentos del interior tocando.
Aprendiste a tocar la guitarra y la batería sola.
Sí. Mi padre me regaló una guitarra y empecé a tocar como pude. Empecé a escuchar mucha música y a tratar de aprender. Hubo una profe en el liceo, Mariana Vázquez, que me enseñó los nombres de las cuerdas y el cifrado de la guitarra. Con esa información empecé a buscar música y a aprender a tocarla. La batería, aprendí mirando en la iglesia. En la iglesia no me dejaban tocar la batería porque era para varón. Yo miraba al batero. Miraba, miraba, miraba, miraba. Y aprendí a tocar mirándolo.
¿Cómo fue la cuestión? Por un lado, no apoyaban el hecho de que hicieras música, pero, por otro lado, te regalaron una guitarra.
Claro, porque la idea es que yo fuera música en la iglesia.
¿Ese fue el objetivo de tu padre?
Creo que sí. Yo tengo una familia bastante compleja, muy violenta. Hay cosas lindas y hay cosas muy feas, pero muy feas, que también creo que parten de la necesidad. Al haber pasado tanta necesidad, la gente se empieza a poner violenta. Aparte, ellos venían de un entorno súper violento en sus familias. Yo me crie en una familia violenta, con violencias de todo tipo. Esa es la verdad también, porque hay gente que se quedó en la entrevista con la idea de que mi viejo me regaló la guitarra, pero yo vengo de una familia violenta. Y de hecho, a mí me cuesta un montón desenraizarme de esa violencia con la que me crie. Dentro de todo, mi viejo es un poquitito más abierto y me regaló la guitarra para que tocara la guitarra, pero mi vieja… Mi vieja es una divina, pero también fue muy violentada y estaba fijada con que fuera a la iglesia. Entonces en su mal llevarse, porque se llevaron mal toda la vida, en la parte de la iglesia siempre están un poco de acuerdo. Es muy confusa la relación de mis padres. Se llevan mal, muy mal, pero hay cosas que comparten. Y ahí me veo perjudicada. Por suerte, un día cumplí 18 años y hago lo que se me canta. Yo tenía como meta ser música, y te digo la verdad, si me apoyan o no, es un dolor que tuve toda la vida, pero manejensé. Lo voy a hacer igual porque es lo que me gusta y si me va mal, me joderé. Les diré: tenían razón.
¿Te ha ido mal?
Sí, claro que me ha ido mal.
¿En qué sentido?
Económicamente. Ser música, negra, lesbiana, pobre, en Uruguay significa que tenés infinitas menos chances que una persona con otras características.
¿Y cómo has sorteado eso?
Lo que pasa es que soy muy calentona. Cuando quiero algo, voy a insistir. La verdad es que me chupa un huevo si soy negra, pobre, lesbiana, nosequé. Si para mí lo que hago está bueno y para la gente que me quiere y mis amigos está bueno, voy a insistir con eso. Si a vos no te gusta porque yo tengo esas características y no cumplo con tus expectativas, andá a escuchar boludeces por ahí.
¿Por qué pensás que a la gente le gusta tu música? Antes dijiste: “Hay una música que hace esta música”. ¿Cómo la definirías?
Yo hago canto popular. Soy uruguaya. No creo en el patriotismo ni nada de eso, pero soy de acá. Aunque mis padres, en un punto de mi vida, no me dejaran consumir cierta música, la música que a mí me conmovía era la música de acá, el folclore brasilero y el folclore argentino. La música latina me conmueve. Y hay otras músicas que no me conmueven, sencillamente, que me parecen más superficiales. Me parecen un producto.
Cuando tocaste acá, hablaste sobre música que hiciste que no te gustaba tanto y dijiste que querías compartir la que sí. ¿Qué te pasa con esa música? ¿Por qué no te gusta?
Siento que en un momento estaba aburrida y quería experimentar. Dije: “Voy a demostrar que esto -el trap, que apareció hace unos años- lo puede hacer cualquiera”. A lo que voy es al tipo de contenido. Podés hacer un trap o reggaetón con contenido, pero no vende. Dije: “Voy a cantar cualquier berretada y a la gente le va a gustar”. Porque eso fue lo que me angustió: en un punto vi que a la gente le gusta, y lo peor es que a la gente le gustó.
También dijiste que estabas enojada, y sé que sos de expresar eso en los toques. ¿Es una militancia?
Yo soy un ser humano. Creo ante todo en lo real, que las personas tenemos que ser reales. No importa que lo que yo esté diciendo ahora me cierre fuentes de trabajo. Siempre tengo que ser fiel a mí, porque si no me soy fiel a mí, ¿quién me va a ser fiel?
¿Tus amigos?
Sí, pero mis amigos también son fieles a ellos, si no no serían mis amigos. La gente debe ser fiel a sí misma. Si esta entrevista me quita laburo, lo siento mucho, yo soy real. No voy a decir cosas que no pienso para convocar. Tampoco me hago la rebelde y la loquita, trato de ser lo más real posible y hablo de cosas que están de menos de mí también y cosas que son horrendas. Yo también cometo errores. Canto canciones de amor, pero a mí me pasan cosas feas y hago cosas feas también. No soy una santa que toca la guitarra y canciones de amor.
¿Sentís que el público te romantiza?
Claro, pienso que hay gente que piensa que soy una divina.
¿Cómo lo recibís?
Lo recibo como que tendría que hablar sobre otras cosas, porque si no la gente siempre va a pensar eso y no va a ver mi otra cara. Yo no soy un ángel. No soy una persona ultramegadulce, soy una persona ácida también. No soy una persona totalmente deconstruida, hago chistes que están de menos, jodo con cosas que no debería joder, porque soy joven y me queda mucho por aprender, porque soy pelotuda a raíz de que soy joven, y porque soy humana. Para mí, deberíamos involucrarnos más en el lado humano del artista. A veces se suele separar al artista de su humanidad y eso está mal. Yo ahora te puedo contar lo peor de mí y la gente puede decir: “No escucho más a esa persona porque eso que hace no me cabe”, pero la gente suele separar al artista de lo que hace.
En ese sentido, ¿qué pensás de lo que se conoce como la cultura de la cancelación? Por ejemplo, que se deje de escuchar a artistas que cometieron abusos.
Creo que la gente no tiene que dejar a otros en plan paria. ¿Vos estás afín con que la gente esté presa, por ejemplo? Yo no estoy a favor de las cárceles, de ninguna manera. Entonces, si yo no estoy a favor de las cárceles quiere decir que no estoy a favor de la delincuencia y si no estoy a favor de la delincuencia es porque estoy a favor de que la gente no caiga en la delincuencia. Para que alguien no caiga en la delincuencia, tienen que darse muchos factores. Alguien que abusa de una persona tuvo que haber tenido una vida bastante turbia. La forma de tratar eso es tratar a esa persona, no encerrarla. Si la encerrás, lo que hacés es que se vuelva un delincuente, y cuando salga de ahí no va a ser mejor.
Yo fui abusada y decidí ir y enfrentar a esa persona. Decidí ir a buscarla y decirle: “Lo que hacés está mal, es un error que no podés seguir cometiendo porque arruinás vidas”. Ya pasaron años de esto, si voy a denunciar nadie me va a dar pelota, pero la realidad es que enfrentar a esa persona, decirle “vos hiciste esto” y perdonarla, no desde un lado eclesiástico, sino desde el lado de que no quiero cargar con esa persona en mi vida, a mí me hizo bien. Hay otras personas que necesitan que esa persona esté en cana. Hay otras personas que necesitan que esa persona no trabaje más. Pero si esa persona no trabaja más, ¿qué hace? ¿Roba? Y si roba, va presa. Y si va presa, sale. Y si sale, vuelve a robar y no a conseguir trabajo. Entonces hay una lógica de la cancelación que dice: esta persona se equivocó feo, será un paria, no podrá vivir más. Me parece que hay que reconstruir y deconstruir toda la forma de la sociedad, no patear a alguien porque se le fue la moto.
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Aclaración: la versión original de esta nota informaba que Sofía Álvez se presentaría el martes 25 de abril en el Teatro Solís, pero el recital se reprogramó por el paro de 24 horas convocado por el PIT-CNT para esa fecha. Las entradas para el 25 de abril son válidas para el concierto en mayo. Disculpas a los lectores.