El actor español Imanol Arias se encuentra en nuestro país para realizar dos funciones de Muerte de un viajante, la obra teatral de Arthur Miller, este miércoles 24 y el jueves 25 a las 21.00 en el Auditorio del Sodre. En el marco de su visita, este martes recibió la medalla Delmira Agustini con la que el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Educación y Cultura, homenajea a quienes contribuyen de un modo excepcional a la cultura y las artes.

“Yo soy un actor, un niño actor”, dijo en la ceremonia llevada a cabo en el Palacio Taranco. “No ha habido formación que me corrija esa sensación. Incluso cuando no podía vivir una vida completa, porque teníamos una familia humilde, yo siempre me metí debajo de una manta y me he inventado un escenario”. Y destacó la habilidad de ese niño que juega: “Que cuando sale de la manta, si está en la selva, él se pone en la selva”.

De su relación con Uruguay, recordó la llegada de Atahualpa del Cioppo a España en el exilio. “Su llegada me pilla en la formación como actor. Hicimos un curso en la escuela, echamos a los profesores e invitamos a grandes maestros. El curso de Atahualpa del Cioppo fue de seis meses y tuve una relación personal con él fascinante”, agregó. Y destacó la relación de nuestro país con el teatro, desde la formación y la contundencia. Pero también se refirió a sus participaciones en cine y televisión.

“En ese puzle de personajes que he hecho los más importantes han sido vistos más en Uruguay que en otros sitios”, recordó. “La relación con Uruguay ha sido muy extensa, y a lo largo de la vida me he encontrado con muchos uruguayos en el mundo. Y ahora llego al país donde la cocina española y francesa mejor se han unido”.

Reconoció que su vida personal y laboral se desarrolló más en Argentina, con estancias más largas, pero tiene un truco para hablar de eso. “Yo siempre digo que el paraíso es enorme y nadie le pone divisiones. Hay un río maravilloso que nutre, al fondo una cordillera, un mar lleno de cosas... incluso con gente que no lo come tanto. Este mar, si no lo esquilman los japoneses, es el último mar a salvo, donde la relación del humano con el mar es sostenible. Las praderas, ya veremos”.

“Toda esta vinculación es la única que puede explicar todo esto que es inexplicable para mí y que me llena de gozo”, dijo emocionado. “Todo eso sólo se explica porque desde que salí de la manta me creyeron”.

Por último, se puso a disposición para regresar a los escenarios uruguayos en el futuro. “Hay otra pieza que tengo con esta misma compañía, que montó Carlos Saura, que es El coronel no tiene quien le escriba. Yo no sé si a los productores les interesará, pero me comprometo a venir a Montevideo a hacerla diez días en un teatro razonable, con precios para que pueda ir todo el mundo, y para ver literatura latinoamericana hecha en el teatro. Para mí sería un honor volver en calidad de suplente, en el banquillo, a las órdenes de lo que haga falta”.