Los días 12 y 13 de agosto, en el teatro El Galpón, se presentará Señora de rojo sobre fondo gris, un unipersonal protagonizado por José Sacristán y basado en la novela homónima de Miguel Delibes. Cuenta la historia de Nicolás, un pintor que atraviesa una crisis creativa desde la muerte de su mujer y mientras su hija está presa por sus actividades políticas. Es una versión apenas alterada de lo ocurrido con el propio Delibes, quien perdió a su esposa a causa de un tumor cerebral cuando ella tenía 51 años.

Sacristán, quien fue amigo personal del escritor, conversó con la diaria acerca del camino que recorrió el texto, los riesgos que toma en este momento de su carrera y la realidad política de España de cara a las elecciones generales del próximo 23 de julio.

Esta obra atravesó un largo camino. ¿Pensó en algún momento que no llegaría a estrenarse?

De hecho, Miguel murió sin autorizarla; la autorización definitiva nos la han dado sus hijos. Dos años antes de morir, cuando ya estaba muy enfermo, consintió que yo hiciese una lectura dramatizada de un par de pasajes. Miguel se protegió con un personaje de ficción: él me decía que no quería que nadie le pusiese cara a este personaje porque él no le había puesto la suya. Es un pintor que se llama Nicolás, pero todos sabemos que es la historia de Miguel y cómo cuenta la enfermedad y la muerte de su mujer. El permiso definitivo nos lo dieron sus hijos, y debo decir que no solamente he contado con su aprobación, sino con su aplauso y su agradecimiento.

¿Cómo fue el trabajo de adaptación?

Por un lado, muy gozoso y, por otro lado, muy doloroso, porque el material que teníamos en las manos era formidable, pero había que cortar necesariamente para poder hacer la adaptación para el teatro, porque si no la duración sería... Y prescindir de pasajes formidables que tiene la novela fue un trance doloroso. La línea maestra de la adaptación la marcó el ya fallecido José Sámano, productor y director, y con Inés Camiña colaboramos con él. Fue, por un lado, muy gozoso porque el material que teníamos era formidable, y de hecho así ha quedado, y, por otro lado, doloroso por necesariamente tener que amputar.

Debe ser muy especial interpretar a un amigo.

Sí, particularmente cuando ese amigo se llamaba Miguel Delibes. Porque yo valoro la obra de Miguel Delibes, muchísimo, pero si me apuras valoro mucho más su persona, como individuo, como semejante, como referente ético y moral. El ejemplo de vida que fue Miguel Delibes para todos nosotros. Entonces, es una satisfacción rendirle ese homenaje diario haciendo la función, porque sus hijos no solamente me han autorizado, sino que han celebrado el que se hiciera. Cada día disfruto del valor añadido de, como actor, poder hacer un personaje tan rico, tan formidable, y, como ciudadano, el deber cumplido de rendir el homenaje a un amigo.

El personaje tiene un dolor muy grande, es un artista y además es un amigo. ¿Cómo hace para manejar esa complejidad?

Todo depende del material con el que cuentes. Lo difícil es hacer personajes estúpidos en historias estúpidas. Cuando un personaje tiene esta complejidad, esta riqueza y todos estos componentes..., que por otra parte señalan toda la obra de Miguel Delibes, como su profundo conocimiento de la condición humana, el dolor, el amor, la muerte, la vida... Cuando te encuentras con estos materiales, no digo que todo sea sencillamente fácil, sin más, pero es mucho más fácil hacerse cargo. Es más fácil representar personajes así que otros aparentemente más sencillos o más simples, que son los más difíciles de dar vida.

Esta obra ya tiene unos años. ¿Ha tenido modificaciones en la interpretación?

Cinco años llevo haciéndola. No, modificaciones yo no diría. Lo que sí ocurre es que lo que el espectador ve ese día ni se ha hecho antes ni se va a hacer después. No tanto de alterar un texto, porque quitar una sola letra, una palabra de un texto de Miguel Delibes es un atentado, el edificio entero se derrumba, pero sí las pulsiones, la cosa del hecho vivo. De que la representación esté viva y el correr el riesgo cada día de una investigación, un ir buceando en formas de contarle al espectador algo que esté vivo, que sea un acontecimiento que está ocurriendo en ese momento.

A esta altura de su carrera, ¿dónde encuentra esos riesgos?

Donde haya un buen texto y unos buenos compañeros de trabajo. El género o el medio están en segundo lugar para mí. No hago distingos entre la comedia, la tragedia o el drama, o entre el teatro, el cine o la televisión. Allá donde haya una buena historia, un buen personaje y unos buenos compañeros con los que compartir, ahí estoy. Esa es mi predilección. Lo que sí ya empieza a molestarme un poco son las jornadas de trabajo del cine y la televisión. Las largas horas, diez, 12 horas de rodaje, los madrugones, el frío del invierno, el calor del verano. En el teatro, puesto que puedo, tengo el privilegio de poder elegir mi trabajo, y encuentro ahora un lugar mucho más cómodo para mí. La aventura del teatro hoy por hoy para mí es simplemente más cómoda, más satisfactoria.

¿Cómo lleva ese privilegio de tener la libertad de elegir qué textos quiere interpretar?

Pues sabiendo que es un privilegio, una suerte, y estando profundamente agradecido a la gente que confía en mí y en las propuestas que les hago. Yo aprendí de mi amigo y maestro Fernando Fernán Gómez que la mayor medida del éxito en esta profesión es la continuidad en el trabajo, y afortunadamente cuento con la fidelidad de un número de personas que siguen mi trabajo y que me permiten poder elegirlo. Supongo que, al margen de que pueda yo ser una buena correa transmisora como actor y de hacerlo medianamente bien, mis elecciones, los títulos que elijo y las propuestas que hago son, por supuesto, con la debida humildad, de alguna utilidad para el que las ve y las oye.

Usted es una persona que nunca ocultó sus opiniones políticas. ¿Cómo ve a España en este momento previo a las elecciones generales?

Me preocupa. Me preocupa muchísimo el auge de la derecha y de la extrema derecha. Me preocupa muchísimo porque además tiene que ver con las torpezas cometidas por la izquierda durante bastante tiempo. Confío en este nuevo movimiento que se llama Sumar, y que por ahí se recuperen los valores de la izquierda, pero me preocupa mucho que la gente deposite la confianza que está depositando en esta tropa de la extrema derecha.

¿Le parece que hay posibilidades de revertir resultados en el poco tiempo que queda?

No está fácil, no es nada fácil. Al menos dentro de los pronósticos y las posibles percepciones que se pueda hacer, no lo veo fácil. Pero confío en que haya una reacción. No lo veo fácil porque además está ocurriendo en Alemania, está ocurriendo en Grecia, está ocurriendo en un montón de sitios. El populismo siniestro este de la extrema derecha está calando y eso me preocupa profundamente, porque supone o significa una forma de embrutecimiento, desde mi punto de vista, de una gran parte de la mayoría.

¿El arte puede jugar un rol contra ese embrutecimiento?

No. Puede jugar un rol, pero lamentablemente la historia no la cambia. Si el arte fuera capaz de cambiar la historia, los artistas tendríamos que estar avergonzados de cómo están las cosas. Lo que podemos hacer es sugerir, proponer, indudablemente no mirar para otro lado, pero la historia la cambia, lamentablemente, el que la hace, y el que la hace es el que tiene el tanque, el que tiene el dinero o el hechicero de la tribu.

Caminantes

El actor de 85 años se mostró “muy emocionado y muy agradecido” por la posibilidad de volver a nuestro país, donde había estado en 2011 con el espectáculo de poesías Caminando con Antonio Machado. De los días azules al sol de la infancia.

Aquella visita le dejó una huella imborrable: “Tuve el privilegio de conocer al maestro [José] Mujica”. Sacristán tuvo una charla informal con el por entonces presidente en la Torre Ejecutiva, y a la salida se había dirigido a la prensa. “Vuestro presidente es muy importante y a mí me importaba muchísimo poder darle la mano y transmitirle, vía Antonio Machado, el mensaje de que sin conocernos, ya venimos compartiendo”, dijo según recogió Presidencia. Y sobre los temas de desigualdad e injusticia que conversaron, agregó: “Sigue estando en la izquierda”.

Por entonces también había explicado a la diaria los motivos para protagonizar ese espectáculo. “Tengo una buena voz, no soy un actor del todo detestable y entonces me contratan para hacer unas cosas, entre ellas conciertos con poemas de Machado. Me encanta don Antonio, me chifla la música, he hecho zarzuela, comedia musical y entonces hago esto y luego hago esto otro. Creo que hay que ser un poco más humilde. Yo lo que pretendo con este oficio mío es divertirme. No sé si esto es arte, no sé si esto es cultura. Lo que sí sé es que es un juego maravilloso. No hay otro propósito”.

Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes, con José Sacristán. 12 de agosto a las 21.00 y 13 de agosto a las 19.30 en el teatro El Galpón. Entradas: $ 2.100 a $ 3.500 en Tickantel, locales de cobranza y boletería del teatro.