Son días de mucho movimiento en el búnker de La Vela Puerca, una casona de altas ventanas del barrio Palermo. Sin embargo, se percibe una responsabilidad descontracturada. Al entrar, la dinámica es de videoclip, como aquel pretencioso plano secuencia de la canción “Zafar”. Entran y salen músicos y técnicos, algunos conversan en una especie de living, otros reciben periodistas y deliveries. Mientras el guitarrista Santiago Butler invita con café, Sebastián Cebolla Cebreiro ofrece un tour por la propiedad y explica cómo hicieron para solucionar la humedad que manaba de la sala de ensayo, en lo que antes era el sótano. En el camino es posible que encuentres a Sebastián Enano Teysera tocando un piano vertical en un rincón o al bajista Nicolás Mandril Lieutier preparando el mate sobre una gran mesa ratona estampada con fotos de la banda amiga que te aguanta el corazón.

Salvo algún viejo disco de oro colgando de una pared, no hay en aquel recinto con más pinta de hostal que de base de operaciones artísticas ni un gesto de grandilocuencia, como si esta barra de amigos que cumplió el sueño de cualquier gurí de los 90 no se hubiera convertido en una referencia continental, con cientos de giras, miles de discos vendidos y millones de reproducciones en las plataformas del ramo.

La Vela Puerca define este como “un año de tomar carrera”. Se cumplen dos décadas de la salida de A contraluz, el álbum del éxito internacional definitivo, y en 2025 serán 30 años de aquel primer mítico toque en el bar El Tigre, un 24 de diciembre de tarde.

Pero esa será otra historia. Antes están estos dos Antel Arena el viernes 17 y el sábado 18. “Vamos a tocar por primera vez en ese lugar en nuestra ciudad, después de 30 años”, dice el Enano para justificar el convite. La excusa, además del debut en el coloso de Villa Española, no es otra que el reencuentro con el público local y con las canciones, el gran misterio detrás de esta historia.

El Discopático ya tiene dos años. ¿Cómo se han adaptado las canciones al repertorio de La Vela?

Teysera: Siguen conociéndose. Hay varias que después de la presentación no hemos tocado. Varias han cambiado también, porque ellas juegan en el disco como concepto sonoro, juegan entre ellas y tienen un sentido. El Discopático tiene una especie de midtempo un poquito más para arriba, pero después, cuando las juntamos con las otras, a varias las subimos de tono o de velocidad para que puedan jugar. Se están encontrando todavía y conociéndose. Lo que sí es que hay que tocarlas, si vas a lo seguro, a lo fácil y a la fórmula, seguís tocando lo mismo.

Seguirían tocando “El bandido salto de mata”.

Teysera: Todas las tocamos: “Zafar” es “Zafar” porque entró a jugar cuando existían otras canciones, y solamente tocándola es que te das cuenta.

Por ahí dijeron que no son ni tan rupturistas ni tan condescendientes a la hora de armar las listas.

Teysera: Es una balanza difícil de hacer a veces, pero es lo que siempre logramos, lo intentamos. No tocar lo que nosotros tenemos ganas y que la gente aguante.

Lieutier: Y lo de ni tan condescendientes también es que estás armando la lista y ves un compañero que está [pone cara de tedio]. Nosotros mismos nos obligamos, es lo lindo de trabajar en grupo, el de al lado tuyo te obliga a ciertas cosas. A veces sin decírtelo, ves que quedó desconforme y lo respetamos mucho, porque llevar a ese tipo desconforme al escenario no rinde.

Teysera: Yo creo que la canción no se merece si no estamos los nueve convencidos. Donde haya uno que no, la canción te mira de reojo. Entonces eso también tiene que ver.

Hay canciones que obviamente el público reclama, pero ¿qué pasa con las otras?, ¿cómo se defienden?

Teysera: Y andan peleándose entre ellas, [diciendo] “¡yo, yo, yo!”, como cuando hacés una pregunta en la escuela y todo el mundo la sabe. Y también les damos lugar, vemos: esta la venimos tocando, la dejamos de tocar pero no hace mucho; esta hace un montón que no la tocamos y está con ganas de salir. Jugamos un poco con esas cosas. También este tipo de shows largos te da para hacer una parábola más extensa, subir, bajar, meter esto, sacar esto.

Lieutier: Eso lleva mucho más tiempo de lo que son los tiempos de hoy en día, en que todo tiene que ser inmediato. Viene un hitazo, el single de no sé cuánto y lo ponen tres meses a sonar en la radio. Los tiempos de bandas normales que no sean Taylor Swift son distintos, los discos llevan sus años; no diría meses, diría años, sobre todo para el público. Nos pasa a nosotros mismos como escuchas: “Che, ¿escuchaste el disco de Pearl Jam que salió hace dos años?”. Y de repente todavía no lo escuché. Él está esperando o yo estoy esperando encontrarme con él.

¿Les genera vértigo eso, como músicos y como escuchas?

Lieutier: No, al contrario. Hay que bajar tres cambios para gozar de los discos e ir apropiándoselos.

Teysera: Es que yo no concibo otra dinámica, por la edad, por cómo hicimos las cosas y cómo me gusta hacerlas, no concibo otra manera. Yo sé que hay discos que están esperando, como dice Nico, y los escucharé. Y aparte nosotros venimos en esa desde El impulso [2007], que es un disco que cuando salió se tildó de suicidio artístico, porque fue una patada de tablero grande. Sin embargo, a los cuatro o cinco años –ahora con las redes sabés todo lo que sucede–, “Para no verme más” es la canción más no sé qué [la quinta más escuchada según Spotify]. Lleva su tiempo.

De alguna manera, en cada nuevo disco patean un poco el tablero.

Teysera: Sí. Es la parte divertida. El desafío que hace interesante la historia y la excusa perfecta para no repetir fórmulas, porque repetir fórmulas es el principio del fin.

Lieutier: Es un tipo de banda que nos encanta ser. No fue que lo hicimos a propósito. Están esas bandas, que son súper respetables también, que suenan siempre igual, desde los Ramones a no sé qué, y bandas que en cada disco son diferentes, como Titãs.

Teysera: Nos dimos cuenta enseguida de que no podíamos ser una banda de un estilo. Nos hubiésemos aburrido a morir. Una banda de reggae, Los Cafres, tocando reggae toda la vida, me muero. Está buenísimo, pero no. O una banda de heavy, una banda punki. Nos dimos cuenta al toque de que a nosotros lo que nos gustaba era otra cosa. Aparte todos escuchábamos diferente música y escuchábamos un montón de música.

En este último disco cambiaron totalmente la forma de composición. ¿Cómo fue esa historia?

Teysera: Lo hice laburar [risas].

Lieutier: Fue una idea del Enano decir “vamos a empezar por la parte rítmica”, porque siempre arrancábamos con la parte de la melodía.

Teysera: A lo fogonera, melodía, secuencia de acordes con la criolla que acompañe esa melodía, después todos la vestíamos. Y lo último que hago es escribir, soy enfermo de la métrica melódica, para mí la melodía es la canción. Es algo que vos no te sabés la letra, no sabés tocar un instrumento, no sabés nada, pero te vas tarareando la melodía.

Lieutier: Esta vez agarramos una célula rítmica: tara tararín tarirán tarararirarán [tararea el bajo de “No sé”]. [Sebastián] tenía grabadas en el celular diez de esas. Ahí vino la pandemia. Ya teníamos la idea de hacer el disco re para arriba.

Teysera: Queríamos que fuera bailable, plan soul, líneas de bajo repetitivas, y no tener la melodía era el gran desafío. Después de que estaba la música, la estructura vestida, ponerse a hacer la melodía sobre algo que es rítmico, entonces a veces te sumás, la melodía se transforma en algo más rítmico para acompañar, o la antítesis, algo más cantado, sobre una base. Eso fue lo más difícil y lo que más me gustó, porque esa parte melódica era sello de La Vela. Vos escuchás el funk y el soul y la melodía es súper rítmica. Justamente el desafío era que sonara de esa manera pero que tuviera la impronta de las canciones fogoneras. Me costó y me encantó, no sé si me salió bien, pero fue un desafío hermoso, después de tantos años, encontrar una manera nueva. Una herramienta más, como otras: podés escribir en tercera persona, le sacás el culo a la jeringa cuando sos adolescente; cuando empezás a tener la valentía de desnudarte y escribir en primera persona; es difícil, porque aparece el ego y estás contando vos a la gente lo que te sucede.

Cuando empezaron compartían edad con el público, es como que cantaban en nombre de esa generación. ¿Cómo es ahora, que hay una banda de gurises cantando sus canciones? ¿Sienten esa responsabilidad?

Teysera: Hace unos años me cayó la ficha esa de estar cantando una canción y de pronto ver, yo qué sé, las 300 personas que estaban adelante, y darme cuenta de que la canción que estoy cantando es más vieja que esos 300, y yo, más viejo todavía. Es algo hermoso que las canciones hayan atravesado generaciones, también sentís que las canciones siguen vivas. Es hermoso, pero también, como diría la tía del Hombre Araña: “Un gran poder requiere una gran responsabilidad” [risas].

Lieutier: Creo que desde el primer disco se hizo con mucho respeto y responsabilidad, aun sin pensar que lo iba a escuchar mucha gente. Siempre cuento que el Enano cuando empezamos me dijo algo que me dejó de cara: “Acá lo importante es la letra”. ¿Qué? Yo venía escuchando música en inglés de toda mi vida sin saber qué mierda decían Bob Marley, los Clash, Sex Pistols, no tenía ni idea de qué hablaban, lo importante era la música. “No, no, la letra. La música es un medio para llevar esa letra adelante”. Eso me rompió la cabeza.

¿Y cómo se proyectan en unos años? Si es que proyectan.

Lieutier: Poco.

Teysera: Semana a semana.

Lieutier: Semestre a semestre, ponele.

Teysera: Tratamos de ver en el año qué es lo que tenemos ganas de hacer.

¿Pero no piensan en lo que van a hacer dentro de diez años?

Lieutier: No. Proyectamos seis meses y cuidamos la banda como si fuera a durar toda la vida. La cuidamos pensando eso.

Teysera: Que dure lo máximo posible sabiendo que un día se va a terminar, que es un pilar importante, porque todo se termina en un momento. Sabiendo eso es que lo cuidás y lo valorás. No precisamos perderlo para valorarlo. Pero si el día del Tigre hubiésemos dicho “pah, cómo festejamos los diez años”, no hubiésemos durado. Esa parte de inconsciencia, de seguir y seguir, una cosa te lleva a la otra y vivir más el día a día, o el semana a semana. Proyectar tan a largo plazo, que todo lo estructurás para llegar ahí y pasan millones de cosas en el camino y si no llegás es una frustración, ¿pa qué?

Han atravesado toda la transformación de la industria musical. ¿Qué reflexión les merece?

Lieutier: Justo cuando arrancamos se estaba terminando la época de las vacas gordas. Cuando llegamos a un sello se había acabado eso de que el sello le ponía todo a la banda.

Teysera: No sé, yo ya no entiendo nada, yo lo que hago son canciones que se den contra lo que se tengan que dar. No me dan ganas de investigar. De pronto ahora, la historia de un disco, el tiempo que te lleva para la bola que le da la gente de la manera que se escucha hoy la música, yo estoy con la cabeza de hacer singles, dos temas, dos temas, después dos temas y en el año sacás nueve temas y después el disco: lo juntás y el disco se llama Dos temas. Es como al revés.

Lieutier: ¿Eso querés hacer?

¿Pero eso no va un poco en contra de lo discopático?

Teysera: Viene después el disco. Las unís, ¿entendés? Si no, es como demasiada información; va tan rápido, en un principio nadie se pone a escuchar todo el disco, es como más rápido.

Entonces no es que no entendés nada.

Teysera: Sé que es así, pero la dinámica de las canciones y de la banda y todo… A mí lo que más me gusta es que las canciones tengan el puntapié y la base para ser felices, para recorrer por ahí, odio cuando hacés canciones y no las tocás nunca más. Soy esa canción y te cago a piñas. Entonces, sí, entiendo que es así, pero tampoco vas a pelear contra los molinos. Digo, bueno, hagamos al revés. Aparte es lo que más me gusta porque cuando sale el disco ya lo venís tocando. Y el concepto disco sale al final.

Lieutier: Bueno, decime contra quién hay que pelear así me preparo bien.

Teysera: Son ideas, no sé.

Hablamos mucho de los secretos de la canción. ¿Hay alguna que les sorprendió, que no la veían venir?

Teysera: ¡“El viejo”!

Lieutier: “El viejo” no la veíamos venir. Cuando elegimos el corte de difusión de ese disco, elegimos “Por dentro”. No la vimos. Al final, alguien dijo “che, está buena” y boom, pegó por todos lados. No somos muy buenos evaluando los hits, siempre le erramos.

Teysera: Lo que pasa es que tenés una relación tan íntima y tan profunda con la canción, al componerla y ensayarla, al vestirla entre todos, que después tenés que abstraerte y convertirte en un empresario que dice “sos vos la que va a ir adelante”.

Justo “El viejo” es tu composición, Nicolás. ¿Cuándo vas a firmar otro hit?

Lieutier: Es una responsabilidad tan grande que hace años que dije: “Pah, yo en ese oficio no sé si quiero meterme”. Porque es un oficio, tenés que darle bola, mantenerlo siempre fresco, dedicarle tus horas, ir aprendiéndolo y mejorándolo, y la verdad que no me quiero meter en ese baile. Pero bueno, yo qué sé, todavía soy joven, creo, estoy a tiempo.

Teysera: Igual toca el bajo cuatro horas por día.

Lieutier: Claro, estoy en ese plan. Primero quise ser un buen bajista, que estaba a kilómetros; ahora estoy en un lugar en que me siento feliz y cómodo y que me llevó mucho esfuerzo. Y escribir es otro oficio que agarró él, en un momento me pidió ayuda porque la necesitaba, porque al primer disco le había ido notable y le vino un cagazo bárbaro de tener que escribir otro disco él solo.

Teysera: Me puse a escribir y era todo igual. ¿Y esto? Hasta acá llegué. Nos conocemos de chicos, yo sabía que escribía cuentos, estudiábamos Historia juntos y era el mejor docente que tuve. Y entonces le dije: “Bo, escribite algo”.

Lieutier: Y ahí, en el pedido desesperado, ta.

Teysera: “El viejo”, tomá, pimba.

La Vela Puerca. 17 y 18 de mayo a las 21.00 en el Antel Arena. Entradas en Tickantel desde $ 1.200 (sábado 18 agotado).