Anina Yatay Salas, la novela de Sergio López Suárez, cumple 20 años. Anina, la película basada en la novela y dirigida por Alfredo Soderguit, cumple 10. Mucho se ha escrito y a esta altura no puedo empezar a escribir sobre este doble aniversario redondo de otra forma que recomendando fervientemente: lean la novela y vean la película.
Este martes a las 18.00 en el salón dorado, la editorial Criatura, responsable de la reedición de la novela hace una década, invita a un festejo en la 21ª Feria del Libro Infantil y Juvenil, en la Intendencia de Montevideo. El plan es un encuentro entre autores, editores y público para festejar en grande. La bibliotecóloga y especialista en literatura infantil y juvenil Débora Núñez será la encargada de llevar adelante la charla entre los dos autores, en la que recordarán la génesis de la novela y de la película.
El camino editorial
“Las anécdotas del libro son todas reales, de personas que conocí”, asegura Sergio López. “Yo tenía varios escritos referidos a cuando ejercí como maestro en Salto, y tenía muchas anécdotas de alumnas y alumnos de esa época que para mí fue maravillosa –te estoy hablando de 1971, 1972, 1973–, y un día se me ocurrió escribir. Se iba a llamar Anina Yatay. Cuando yo era chico y salí de la escuela y empecé el liceo nocturno en una clase que se llamaba Ingreso, que era como un sexto antes de ingresar a primer año (yo hice todo el liceo nocturno) y cuando trabajaba durante el día pasaba por una calle que se llamaba Yatay y pensaba ‘esto se puede leer al derecho y al revés’. Ahí descubrí los palíndromos, que para mí hasta entonces eran palabras raras nomás y luego supe que se llamaban así. Después, en mi clase tuve una niña que se llamaba Salas, entonces pensé en completar, que el padre y la madre tuvieran apellidos así, y en la novela inventé que ellos le pusieron Anina para completar el triple capicúa o el triple palindromaje”.
La presentó al premio del Ministerio de Educación y Cultura pero no estuvo entre los ganadores, y luego la llevó a la editorial Alfaguara, allá por 2002. Ana Inés Casenave fue la editora que trabajó con el texto. “Cuando llegó el original de Anina yo hacía poquito que estaba como editora”, recuerda.
“Cuando Sergio trae Anina, lo que yo conocía de él eran sus libros álbum y sus ilustraciones, generalmente para el público infantil más pequeño. ¡Pero esta era su primera novela! Me acuerdo clarito del original: unas 50 hojas de texto, en A4, engrampadas y sin ilustraciones. El título fue lo primero que me llamó la atención. Aunque Sergio siempre traía propuestas de ese estilo: adivinanzas, ilustraciones lúdicas, que según desde dónde las miraras se veían diferentes cosas, etcétera, siempre generando un impacto grande desde lo visual. Pero esta vez ese impacto vino en forma de palabras. Creo que todo el libro es Sergio en su mejor versión y expresión”, afirma.
Anina tiene cara (y pelo)
Ya en el marco de la editorial, restaba tomar la decisión de quién iba a ilustrar. “Yo pedí que fuera Alfredo Soderguit. Lo había visto ilustrar un cuento de Magdalena Helguera, Un resfrío como hay pocos, y había quedado fascinado. Y gracias a esa elección ocurrió todo lo demás, película incluida. Cuando salimos, el primer día de presentación del libro, me dijo: ‘Una cosa de la que tengo ganas es de hacer una película con esto. ¿Qué te parece’. ‘¿Qué te voy a decir? Que estás loco, pero me encanta la idea’”, cuenta López.
Casenave, a su vez, recuerda sobre aquella presentación: “Alfredo estaba fascinado con el libro y terminó haciendo unas ilustraciones maravillosas –como nos tenía acostumbrados– que terminaron de completar toda la obra. Sé que a Alfredo el libro lo conmovió profundamente. Tanto que en la presentación se quedó sin palabras de lo emocionado que estaba”.
Sobre la creación del personaje cuenta Soderguit: “El personaje de Anina tal como lo conocemos en el libro y que después se adaptó para la película surge de un proyecto no realizado, era un boceto de búsqueda de un personaje para un proyecto que no prosperó y en el que yo había trabajado bastante buscando darle una profundidad al carácter de los personajes. Cuando me pasaron el manuscrito de Anina y empecé a leer, yo estaba medio aferrado a ese personajito, a ese dibujo de esa niña, y fue una conexión inmediata: lo busqué, lo recuperé, le pinté el pelo y así fue como apareció. Después le agregué la túnica que no tenía, pero la forma de dibujarlo y la técnica venían de ahí”.
“Por la forma que tenía el pelo –despeinado, activo, en movimiento, como si estuviera siempre afectado por un viento–, parece una bandera o una llama; yo me fui más hacia el lado de la llama o el fuego y lo pinté de anaranjados y rojos. Se lo envié a Sergio y me devolvió un texto en el que hablaba del cabello de Anina refiriéndose a él como ‘pelo endemoniado’ y me dijo que le gustaba eso, pero se ve que yo no había prestado mucha atención a la parte que decía que Anina peinaba su pelo negro frente al espejo. Pero inmediatamente me dijo que no me preocupara, que iba a cambiar esa parte del texto para no perder ese carácter endemoniado”, agrega.
Anina en acción
Aquella idea “loca” de Soderguit de llevarla al cine fue haciéndose realidad a partir de “hechos aparentemente fortuitos”, según Soderguit. “El primer hecho fortuito –el segundo, bah, porque el primero sería que Sergio haya decidido que yo hiciera las ilustraciones de la novela– fue recibir una llamada de Federico Ivanier, que me contó que él era guionista, que había estudiado en el exterior y había estado trabajando, y que tenía muchas ganas de escribir un guion para una película de dibujos animados, y que había escuchado que yo tenía un estudio, que en ese momento éramos Alejo Schettini y yo, espalda con espalda, haciendo algunos trabajos. Yo estaba en ese momento con ese deseo muy presente de hacer algo con Anina. Inmediatamente le pregunté si estaba dispuesto a hacer una adaptación cinematográfica de una novela que no fuera de él, porque él tiene muchas y muy buenas. Y bueno, lo pensó un minuto tal vez, me dijo que podía ser, que tenía que leerla. Le pasé la novela y empezó a trabajar”. “En ese mismo período fue que conocí al equipo de Raindogs Cine, Germán Tejeira y Julián Goyoaga principalmente como directores, que me convocaron para hacer la dirección de arte del corto de egreso de Germán de su carrera en la ECU”, agrega para completar el panorama.
A partir de allí se conforma el equipo de trabajo de Anina, que, tal como define Soderguit, fue “una película que se apoyó en un equipo de ilustradores convertidos en animadores” y desde el inicio tuvieron claro que sería “una película de gestos sutiles y muy apoyada en el lenguaje de cámara, en los diálogos”, con “una animación de miradas, de conversaciones, de movimientos naturalistas”. “La formación del equipo tuvo sus puntos interesantes porque no era algo que nosotros supiéramos si existía acá o cómo hacerlo, entonces empezamos a investigar acá dónde había gente formada para hacer animación en ese momento, o qué estudios o equipos de trabajo estaban formados. Empezamos a conocer gente, pero todo surgió del universo de los ilustradores de literatura: se sumó Sebastián Santana como director de arte, Claudia Prezioso ya estaba integrada al estudio. Empezaron a llegar personas por recomendación y en general eran todos muy jóvenes con mucho talento y no tanta experiencia: Valentina Echeverría, Felipe Echeverría, Sabrina Pérez, el propio Sebastián, Denisse Torena, Santiago Germano, Natalia Pérez, Gustavo Wenzel, Marcelo Montaldo, Juan Carve”.
Volver al papel
Fue la película la que llevó, por el mismo encadenamiento de personas, voluntades e intereses similares, a la reedición por parte de Criatura. “Es gracioso porque me la propuso Soderguit en la feria del libro de Frankfurt. Él estaba presentando la película, que acababa de salir, y sabía que el libro no tenía perspectivas de reimprimirse en su primera casa editorial, así que me dijo ‘hablemos de Anina’ y yo le dije ‘hablemos en Montevideo’, pero él insistió con tener una reunión formal y cerrarlo en Frankfurt, así que ya ves que viviendo a pocas cuadras le dimos ribetes internacionales”, recuerda la editora Julia Ortiz.
En esa segunda edición consideraron que era importante no ignorar la película, sino poner “el libro a dialogar con la nueva estética del personaje”. “Por eso Alfredo hizo una nueva ilustración de portada y conservamos las ilustraciones de cada capítulo cambiando la paleta a un pantone cálido que nos daba resabios del pelo de la protagonista; además, fondeamos con ese color las páginas con las historias del libro que no estaban en la película, que son varias y muy cerradas en sí mismas. En la primera edición agregamos un poster con el personaje y la primera frase del libro y un impreso con un ómnibus para armar, con todos los personajes. Nos parecía que había algo retro en toda la estética del libro y queríamos darle esa materialidad. Fue súper bien recibida a pesar de la portada negra y las ilustraciones a una tinta...”, detalla.
En su nueva casa editorial se acaba de imprimir por sexta vez, con un tiraje de 1.000 ejemplares, “Todo el mundo le tiene mucho cariño. Pienso que porque pone en juego muchas cosas que nos interpelan y nos generan identificación. Seguramente la película acercó también a muchas personas grandes y abrió más puertas, además tenía muchos guiños al público adulto, supongo que por ahí se instaló más en las casas. Tiene juegos del lenguaje, como el palíndromo del nombre, que supongo que les resulta productivo también en el aula, varias entradas”, destaca Ortiz.