Con la impunidad del viajero, una compañía española de baja estofa llega a estas costas durante el Virreinato del Río de la Plata. Un perro refiere sus avatares en la vecina Buenos Aires, aunque La vis cómica, la obra que retrata a estos teatreros con aires cervantinos, desarrolla un argumento sobre la ambición y el artificio que enlaza también con Montevideo. Eso adelanta Mauricio Kartun con picardía, un par de semanas antes de su regreso al Teatro Solís, donde fue aplaudido de pie siete años atrás con la inmensa Terrenal, pequeño misterio ácrata.
Ganadora de cinco premios ACE, La vis cómica está nominada ahora a los María Guerrero. “Fue muy raro; después de la pandemia pensamos que iba a tardar mucho en normalizarse, pero hubo como una especie de ataque, creo que la gente estaba con abstinencia de teatro y volvió de una manera medio enfebrecida. Cuando estábamos en la sala anterior, en el Caras y Caretas, de 380 localidades, era difícil conseguir entradas. Este año cambiamos, fuimos a la calle Corrientes, frente al teatro San Martín, y pasó lo mismo: apenas se abrió la venta se agotaron las primeras cuatro semanas. Nada, una de esas alegrías que te da el teatro de vez en cuando”, observa Kartun con modestia desmedida para un creador hace tiempo instalado entre lo mejor que suele deparar el teatro porteño.
Chau Misterix, Sacco y Vanzetti, La Madonnita, El niño argentino, Ala de criados y Salomé de chacra son parte de un sólido conjunto de obras con su firma, al que acaba de agregar Salo Solo. El patrullero del amor (editorial Alfaguara), su primera novela, sobre un viudo en busca de pareja, que lo condujo, dice, por “el fenómeno de la risa”.
El personaje de Berganza, en La vis cómica, viene de El coloquio de los perros, pero también Angulo el Malo está en las novelas ejemplares de Cervantes. ¿Cómo se escribe a caballo de un autor como él?
Bueno, en principio, con semejante pingo es fácil cabalgar. La verdad es que lo que me llamó la atención es la mención de Angulo el Malo en las novelas ejemplares, pero descubrí luego que también era personaje de El Quijote. En la escena en la que El Quijote pelea con los cómicos, que vienen de un auto de fe, y, por lo tanto, disfrazados, y él los cree efectivamente demonios y pelea con ellos, la compañía que viene en el carro es la de Angulo el Malo. Me divirtió mucho lo que yo imaginé, una ironía de Cervantes sobre ese personaje que, por cierto, llamaban Angulo el Malo para diferenciarlo de otro Angulo, comediante también, al que llamaban el Bueno. La broma está implícita.
¿O sea que es un spin off del Quijote?
Exactamente. Porque tomé esa compañía en la hipótesis de que si eran tan malos, probablemente deben haber hecho muchos desmadres allí en España: ¿no se les habrá cruzado por la cabeza en algún momento venirse a América a buscar nuevos públicos? Además, a un lugar donde no estén prejuzgados.
¿Qué documentos, quizás papeles de los que coleccionás, tomaste para construir esta compañía?
Mirá, en principio hay un libro precioso que se llama El viaje entretenido [1603], de Agustín de Rojas Villandrando, que es el único en el que se describe el día a día de la vida de los cómicos ambulantes en España en ese momento. Pero de alguna manera me interesaba leer también mucho teatro de la época, sobre todo, para tratar de poner en el oído la música de ese habla coloquial que, por cierto, la estoy parodiando. La tarareo y no la canto.
Es una compañía española que, sin embargo, no habla en castizo.
Durante tres o cuatro años tuve esta obra en barbecho, sin animarme a escribirla porque cada vez que la pensaba me la imaginaba en castizo y eso me deprimía un poco, actores imitando el acento. Luego encontré una convención, que el público verá, que me permitió hacerla abandonando por completo ese acento.
Pensando en Berganza, como conductor del relato, viene a la mente la vaca de cachetes prominentes de tu pieza El niño argentino. Cuando se introduce un animal en la historia llega con una sabiduría propia.
Buena asociación, porque en las dos obras los animales son los narradores, que no crea otra cosa que un distanciamiento. Al igual que la vaca, está antropomorfizado, no tiene composición de perro. Sin embargo, trabajamos con un actor tan expresivo que al rato consigue crear ese efecto.
¿Es una fábula sobre el poder? ¿Qué género termina siendo?
Es una comedia un poco desenfrenada. Yo tomé el universo del Buenos Aires de la colonia, ciudad puerto, lugar de contrabando, salvaje. Montevideo no era ajena al fenómeno. En nuestro caso, ciudad barrosa; a diferencia de Montevideo que heredó la ventaja de las rocas, a nosotros nos quedó el fango. En ese contexto degradado se arma el humor de esta comedia.
El arte dramático es también un tira y afloje para conseguir salas, conseguir fondos. ¿Es real en ese sentido el término teatro independiente?
Es real mientras el artista sostenga sin claudicar las banderas de la independencia. No rendir la ideología a los subsidios, no resignar estética a los espacios oficiales, no someter rebeldía a las demandas de funciones pagadas por el Estado. Si efectivamente eso se puede sostener, la relación con el poder media sin deteriorar la condición natural del arte, que es siempre, inevitablemente, contracultural. Siempre es mirar la realidad desde un punto de vista diferente al que crea la red conceptual. Si el arte se rinde al poder, resigna lo único que le da verdadero sentido, que es esa condición.
Hablando de resistir, hace poco posteaste en Facebook sobre un momento bisagra en tu carrera, cuando estrenaste La casita de los viejos, en 1982, en el ciclo Teatro Abierto. ¿Estás preparando tus memorias?
Lo mencionaste: soy archivista fotográfico y de documentos, entre otros, naturalmente, archivo aquellos que tienen que ver con mi propia historia. Ese posteo fue detonado en la sorpresa de encontrar una foto que había olvidado, del saludo del estreno de mi obra en Teatro Abierto. Recordé el contexto, todo lo que había alrededor de eso, y me pareció importante compartirlo, porque cuando uno empieza, y cuando uno hace fuerza por instalarse en el lugar artístico, las cosas parecen extremadamente difíciles. A veces, imposibles. Y mucha gente abandona por no hacer fuerza. Bueno, para aquellos que hemos pasado muchos años haciendo esto, a mí me parece que vale la pena compartir con otros las dificultades. Lo nuestro en el arte es siempre resultado, entre otras cosas, de persistencia.
El que nos visita seguido es tu hijo Julián, Hijitus, como te referís a él en redes. Viene con su banda El Kuelgue, pero además lo vimos como Spinetta en la serie sobre Fito Páez El amor después del amor.
Fue la semana pasada por ahí. Estuvo divino en la serie; me gustó mucho que se haya animado. Julián trabaja en el campo de teatro de variedades, por llamarlo de alguna manera, en esa estética. Me gustó ese riesgo y lo que consiguió: a falta de parecido físico, algo en la composición del cuerpo y del habla donde tenía la sensación de que ahí estaba el personaje.
¿Tienen pendiente trabajar juntos?
Es difícil compatibilizar, porque Julián trabaja específicamente en la música y muy ocasionalmente en el teatro, pero siempre me da vueltas en la cabeza. Cuando hace unos años hizo un protagónico en teatro en el que hacía 30 personajes sucesivos, pensé “con esa herramienta, cómo no tengo a este actor trabajando conmigo”.
La vis cómica ofrecerá dos funciones, el 27 y el 28 de julio, a las 21.00, en el teatro Solís, con las actuaciones de Horacio Roca, Luis Campos, Cutuli y Stella Galazzi. Entradas de $ 300 a $ 950 (2x1 para Comunidad la diaria).
Clase magistral
En el marco de la presentación de La vis cómica, el dramaturgo, director y pedagogo Mauricio Kartun dictará Manual de supervivencia teatral: cómo y por qué seguiremos habitando escenarios. Será el viernes 28 de julio, a las 11.00, en la sala principal del Solís, con cupos limitados. Formulario de inscripción: ladiaria.com.uy/Uop.