Sol menor, mi bemol, si bemol, fa: nada raro en esos cuatro acordes repetidos en orden con mínimas alteraciones de intensidad. La clave hay que buscarla en la voz. Desgarrada, entre la bronca y el llanto, modula estrofa, puente y estribillo con una economía melódica demoledora. Y, sobre todo, empieza hablándoles directamente a quienes se sienten cansados y estafados: trabajo como loco y la plata no me alcanza, llego a casa y no doy más.

Después dice otras cosas más complejas, pero con la emoción del arranque alcanzó para enganchar a cientos de millones de escuchas y convertir a “Rich Men North of Richmond” en la canción número uno en plataformas de streaming y rankings como el de Billboard a las pocas horas de ser publicada, el 22 de agosto.

Nada mal para un hombre hasta entonces desconocido. Chris Anthony tiene 31 años, y su nombre artístico, Oliver Anthony Music, es un homenaje a su bisabuelo, un agricultor montañés de los Apalaches. Vive en una camioneta con un toldo en un terreno rural de Virginia que todavía estaba pagando antes del estallido viral y que, según dice en su página de Facebook, sueña en convertir en una granja. Ahí compone, ahí graba sus temas, ahí filma sus videos con pinos, pasto crecido y perros sueltos de fondo, y desde ahí apuntó a los hombres ricos al norte de Richmond.

Richmond es la capital de Virginia, al borde del antiguo límite entre los estados que se enfrentaron en la guerra civil, y lo que está a apenas 160 kilómetros al norte es Washington DC, la sede del gobierno federal. Los rich men North of Richmond –la aliteración es un hallazgo– son todos los políticos, y ellos son los culpables de cada calamidad que enumera Anthony en su canción.

Repasemos esas catástrofes, porque marcan un paulatino mix de problemas cotidianos con viejos y nuevos tópicos de la extrema derecha gringa:

Vendo mi alma, trabajo todo el día
Haciendo horas extra por una plata de mierda
Para poder sentarme acá y desperdiciar mi vida
Arrastrarme hasta casa y ahogar mis problemas

Es una puta vergüenza cómo está el mundo
Para gente como yo y gente como vos
Quisiera despertarme y que no fuera cierto
Pero es, pero es

Viviendo en el nuevo mundo
Con un alma de las de antes
Estos hombres ricos al norte de Richmond
Dios sabe que sólo quieren tener control total
Quieren saber qué pensás, saber lo que hacés
Y creen que no te das cuenta, pero yo sé que sí
Porque tu dólar no vale un carajo
Y estamos llenos de impuestos
Por los hombres ricos al norte de Richmond

Ojalá los políticos se preocuparan por los mineros
Y no sólo por los menores en una isla perdida
Señor, hay gente en la calle sin nada para comer
Mientras los obesos ordeñan subsidios
Bueno, Dios, si medís 1,60 y pesás 130 kilos
Los impuestos no deberían ir para tus bolsas de caramelos
Están enterrando a los jóvenes
Porque todo lo que hace este jodido país es seguir pateándolos

Así, Anthony hila asuntos como la inflación (hoy inusualmente elevada para los estándares estadounidenses), la aversión a los impuestos y la desconfianza hacia el gobierno federal tradicionales en el individualismo norteamericano, el rumor conspiranoico de la pedofilia en la clase política (el juego de palabras mineros/menores funciona mejor en inglés), el ataque a las políticas de subsidio alimentario a las familias pobres y la epidemia de muertes de jóvenes por sobredosis.

Antipolítica hillbilly

A diferencia del fenómeno de Sonidos de libertad, que fue fogoneado por organizaciones poderosas, el de “Rich Men North of Richmond” es genuino. Alcanza con fijarse en las redes del músico para advertir que el éxito lo sorprendió y tuvo que lidiar de apuro con la confección de merchandising, la aparición de impostores y las ofertas de sellos discográficos, que –hasta ahora– viene rechazando.

Suspendiendo un poco la incredulidad, el pelirrojo Anthony destila algo auténtico: su uso exclusivo de voz y guitarra –una Gretsch con resonador de metal que le da un brillo como de banjo–, su mansa afiliación al country-bluegrass, el pasto, los perros marca perro. También: su conmovedora admisión de un historial como paciente depresivo, como trabajador no calificado y como un hombre “ni de izquierda ni de derecha”.

Ocurre que Anthony tuvo que salir a dar explicaciones tras las reacciones de decenas de dirigentes a su canción. El descontento que trasunta fue apropiado velozmente por dirigentes del opositor Partido Republicano, en un ambiente preelectoral cada vez más caliente. Los demócratas, en cambio, quedaron entrampados: rechazar la canción es asumir la defensa del sistema político en su totalidad, y plegarse a sus aspectos compartibles para el progresismo –la salud y el salario de las clases populares, digamos– implicaría aceptar también las ideas más irracionales y reaccionarias que replica Anthony.

Entre quienes buscaron usar el hit en sus actos está la diputada ultraderechista Marjorie Taylor Greene, adherente de QAnon y otras teorías conspirativas, y la canción también fue tema en el primer debate que mantuvieron los precandidatos republicanos el 24 de agosto, cuando “Rich Men North of Richmond” ya había explotado. Fue entonces cuando Anthony tuvo que salir a decir que su tema no hablaba contra alguien específico, sino contra “todos los que estaban ahí”, refiriéndose al estrado republicano. Dato para desconfiados: Donald Trump no participó en el evento.