Hace dos décadas, una generación de artistas uruguayos arribaba a su madurez creativa. Quizás la aparición casi simultánea de la película Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, y el disco Amanecer búho, de Buenos Muchachos, condense el momento alto de una fusión de cine y rock independientes hasta entonces relegados a los márgenes.
El martes 18 de mayo de 2004 Buenos Muchachos presentó Amanecer búho, su cuarto álbum, con un show en el teatro El Galpón, pautado para comenzar a las nueve de la noche y al que se podía ingresar con una entrada de 100 pesos uruguayos.
Menos de un día después, a las dos de la tarde francesa del miércoles 19 de mayo, los directores Juan Pablo Rebella (1974-2006) y Pablo Stoll, dos fans celosos de la banda de rock de Pedro Dalton, estrenaron Whisky, su segundo largometraje, en la sala Claude Debussy de Cannes, invitados al prestigioso festival de cine para participar en la sección “Una cierta mirada”. A las diez de la noche, la función se volvería a repetir.
El póster oficial de Whisky, diseñado por el artista visual Martín Verges Rilla y disponible en la página oficial de Cannes, muestra un retrato de Jacobo (Andrés Pazos), su hermano Herman (Jorge Bolani) y Marta (Mirella Pascual). A un costado del afiche, dos fotos, de tipo carné, informan sobre los directores responsables, con dos caras igual de serias que las de los personajes de la película. En otra pestaña abierta en la computadora, un segundo retrato de Verges Rilla, un ave nocturna vestida de traje y corbata, nos mira desde la portada de Amanecer búho.
20 años después, Pedro Dalton y Pablo Stoll conversan en un bar de Parque Rodó en medio de una tarde soleada. ¿La excusa? Un aniversario de fecha redonda en el que coinciden la edición del disco consagratorio de los Buenos y el estreno de la película más premiada en la historia del cine uruguayo, vuelta a exhibir en este 2024 en su versión de 35 milímetros.
Whisky tiene como protagonistas a unos fabricantes de medias venidos a menos. Por eso, quizás, la charla entre ambos artistas se encamina hacia anécdotas sobre negocios de ropa y afines. “Estamos haciendo una vaquita para romperlo todo, poné 100 dólares y lo dejamos de cama. Conseguimos unos muchachos del barrio Reus que están dispuestos”, arranca un cuento de Stoll, a propósito de unos comerciantes del sector textil. “Cuando le vinieron con la propuesta, el loco dijo: ‘No, yo no quiero saber nada, lo único que preciso es que me paguen las medias que me deben’. Parece que los tipos le decían: ‘Mirá, Mario, el tipo es un hijo de puta, nos cagó a todos, hay que dársela’”.
“Mi viejo vendía esas medias”, apunta Pedro. Trabajaba con los judíos de la calle Colón, y con las tiendas Harrington y Hanson. Me acuerdo de que eran medias muy finas”, detalla. De la memoria revuelta caen otras imágenes: los negocios céntricos Ro 30 y Armando Tucanuto.
“El interior de la fábrica de medias que aparece en la película está enfrente de la Facultad de Información y Comunicación”, relata Pablo. “Las que vos decís eran las medias Gotz, que eran muy buenas. De hecho, cuando fuimos a filmar Whisky quedaban sólo dos fábricas. Una estaba por Agraciada, muy cerca de la sede de Wanderers, donde hacen unas medias que todavía existen: las Krause”, avisa el cineasta.
“Yo tengo un par en paquete cerrado. Una tía de mi mujer había guardado toda la ropa de su marido fallecido, como camisas que nunca había usado, impecables y guardadas en sus bolsas. Cuando vi esas medias fue: ‘¡Pah, qué divino’. Eran unas azules con rombitos, y el sello puesto con la marca”, cuenta Pedro, fascinado.
Luego recuerda una camisetería a la que iba con su padre: “Ahí tenían la marca Manhattan, que eran camisas que usaba la gente de alto nivel y la que trabajaba en los bancos”. También habla de una sombrerería: “Ahí está para filmar una película, Pablo; yo te tiro la idea. En ese lugar le compré a Pancho Coelho, el guitarrista de los Buenos, unos tiradores rojos. Le dije al tipo que iba a volver un día de tarde y que me iba a quedar hasta que encontrara el sombrero que quiero, el verdadero. Me respondió: ‘¡Por supuesto! Te lo mando hacer, tal cual se te ocurra’. Me encanta ese lugar porque es como estar en otra época”, exclama el cantante y se pregunta: “¿Cuántos años hace que no se usa sombrero?”.
“Mi abuelo usó sombrero toda la vida. Tenía varios tipos: de verano, invierno, para la lluvia, de abrigo, sombrero de trabajo”, dice Pablo. “¡Para los pelados es alucinante!”, acota Pedro.
Cuando empezaron a escribir el guion de Whisky con Juan Pablo, ¿siempre estuvo la idea de una fábrica de medias?
Stoll: Lo que pasa es que arranca con una fábrica real, que era del padre de Fernando [Epstein, editor de la película]. En el momento en que todos nosotros hacíamos Comunicación [en la Universidad Católica], él trabajaba ahí. Hacía pedidos y otros laburos que le pedía el viejo. Entonces, dos por tres pasábamos por la fábrica y nos quedábamos con Fernando. Él era mayor que nosotros y tenía auto, que era del viejo. A veces íbamos hasta ahí sólo para pedirle el auto al viejo. Fue a partir de esa fábrica que empezamos a escribir la película.
Preparando la nota encontré un registro de Buenos Muchachos de 1993, interpretando “Jodidos heladeros”. El video es de la Universidad Católica y está dirigido por Mariana Mactas. Ahí ustedes todavía no se conocían.
Stoll: Arranqué ese año en la facultad y creo que ese video era un ejercicio del tercer año de la carrera.
¿Y en qué momento se conocen ustedes?
Stoll: Creo en el 95, pero a Buenos Muchachos los conocí por ese video del 93. Muchas de las cosas que hacían los estudiantes se pasaban en los recreos y las veías en un televisor de tubo que ponían en el patio, o en los pasillos de la facultad. Después Maggie Raineri, que era una amiga que luego fue mi novia, hizo una cosa con ellos de fotos de hermanos en el rock, en el 95. Ahí estaban los Supersónicos, Buenos Muchachos y los Ibarburu. La primera vez que vi en vivo a Buenos Muchachos fue en el teatro El Tinglado.
Dalton: Después me acuerdo de que Maggie nos habló y viniste a filmar un ensayo, cuando estábamos en la sala de Marcelito [Lilienheim], de Cross.
Stoll: Eso fue después. Había un video perdido de ustedes que estaba buenísimo. Lo habíamos hecho con Juan en un boliche de Las Piedras, con unas camaritas que filmaban en la oscuridad, todo verde y negro.
Dalton: No había nadie ese día. Me acuerdo flashes de eso. Fue la primera vez que fuimos a Las Piedras.
Stoll: Ese día había un solo fanático, tenía una bandera del grupo. El lugar era como un pub de pizzas.
En 2001 con Juan Pablo filman la presentación del disco Dendritas contra el bicho feo (2001) en la sala Zitarrosa. ¿Cómo llegan a ese acuerdo con la banda?
Stoll: Sí, eso lo filmamos Juan y yo, y lo editó Sebastián Rodríguez. Pasa lo siguiente: por un lado, los conocíamos a ellos, y por otro a Laura Gutman [exintegrante de Buenos Muchachos; grabó las baterías en Dendritas... y Amanecer búho].
Cuando estábamos haciendo 25 watts, un día viene Fernando [Epstein] y nos dice: “Che, hay una amiga a la que le gusta mucho el cine, recién terminó la facultad, va a laburar con nosotros en la producción de la película”. Y así apareció Laura. Nosotros la conocíamos porque la habíamos ido a ver con su banda Histerix, donde también tocaba Cecilia Plottier como bajista.
Dalton: A nosotros el que nos pasa el pique de Laura es Pablo Sónico [baterista de The Supersónicos]. Nos dijo: “Bo, hay una banda de mujeres que tiene una baterista y una bajista que se tocan todo”. Creo que las había visto en un concurso de baile en el club Biguá.
Stoll: En el medio del rodaje de 25 watts fue que le dijeron a Laura para tocar con ustedes.
Dalton: Sí, habíamos grabado el Aire rico (1999). Lo presentamos, estábamos terminando la historia con Daniel Yaffé [baterista de ese disco], le explicamos que no podíamos seguir trabajando juntos, y ahí hablamos con Laura.
Stoll: Laura estaba muy copada. Y a partir de eso empezamos a estar mucho más conectados con la banda. El Dendritas... lo escuchamos Juan y yo, sentados con estos, en la casa de los viejos de Laura, en Carrasco, con un equipo de audio del 84. Ese momento fue muy impresionante.
Esta nota es sobre el Amanecer búho, pero el disco de los Buenos que más escuché en mi vida fue el Dendritas.... Lo tenía en un casete y lo escuchaba en el walkman en los viajes que hice por Europa. O sea, toda la época de 25 watts sonó el Dendritas....
Dalton: Me acuerdo de una charla en [el pub] Perdidos en la Noche contigo y con Fernando. Bizarro Records nos daba 500 dólares para hacer un videoclip. No había corte de difusión, nada. Les dijimos: “Elijan la canción que ustedes quieran”.
Stoll: Era todo cualquiera en ese momento.
Dalton: Y pasaba el tiempo y estos no me respondían: “Bo, Pablo, si el viernes no me decís qué canción van a hacer, le damos los 500 a otro”.
Stoll: Juan no se decidía. En un momento me dijo: “De repente se me ocurrió que podíamos hacer un video de una canción del disco anterior”. “¡No, Juan!”.
Dalton: Le hubiéramos dicho que sí.
Stoll: En ese tiempo hacíamos unos comerciales pedorros, nos chupaba todo un huevo. El mejor que hicimos fue uno para colchones Divino. Entonces le dije a Juan: “Si en dos días sacamos el rodaje de una cosa que es una mierda, vamos a ponernos las pilas y hacemos un buen video de algo que nos gusta”.
Dalton: “El faro”... Ese video es mi preferido.
¿De dónde conocen a Martín Verges, responsable del diseño del póster de Whisky y de la tapa de Amanecer búho?
Dalton: Un día viene el loco, que era fan de la banda, y me dice: “Me gustaría hacer toda una escenografía para un show de ustedes, pero todo de onda”. Le conté que estábamos por hacer la presentación del Dendritas... y le propuse hacer la puesta en escena. “Sí, la hago de una”, me dijo. Ahí arrancó. Y cuando empezamos a pensar en el Amanecer búho, yo tenía hecho un dibujito del búho detrás de un ventanal, con colores sepia. Tenía la idea de que apareciera en un bar todo podrido. Se lo di a otro dibujante para que armara un diseño y nunca lo hizo, entonces se lo di a Martín y él se encargó de la tapa.
Stoll: Nosotros lo conocíamos desde que teníamos 17 años. Era como el pintor del grupo de amigos. En ese momento estaba haciendo unos laburos increíbles. Un día fui a la casa, vi sus pinturas y le dije: “Che, estaría buenísimo que hicieras el afiche de Whisky”. Fui y le conté a Juan y me dijo: “¡No, la puta madre, ahora lo vamos a tener que hacer con él!”. Después, hay otra cosa más familiar. El primo de Martín [Manuel Rilla] y mis dos hermanos [Juan y Guillermo Stoll] armaron Genuflexos, que es una banda cuya gran inspiración fue Buenos Muchachos.
Dalton; De hecho, Genuflexos nace de un taller de Martín. Antes de hacer música hicieron el arte de Amanecer búho ahí. Martín les decía, por ejemplo: “Háganme búhos vestidos con traje”.
Pedro, ¿qué te acordás de la presentación de Amanecer búho en El Galpón?
Dalton: La produje yo. Nada podía salir bien, salvo el show, que fue increíble, y la puesta en escena también. Pasaron miles de cosas. Pata Torres fotografió el show. Agotamos las entradas y quedaron 200 personas afuera, pero perdimos un montón de guita. Gastamos mucho en el sistema de sonido para que sonara bien. No había espónsor, nada.
Stoll: ¿Y no habían hecho una gigantografía del búho?
Dalton: Eso lo había pintado a mano Martín. También hicimos un sticker gigante para las puertas del teatro y quedó todo mal pegado, y yo pensaba: “¡Dios mío, por qué nos dejan solos!”. Era todo así.
Stoll: Yo vi todo por fotos porque estábamos en Cannes estrenando Whisky. Hay un dato que no muchos saben y que para nosotros fue un súper lujo. Cuando terminamos el rodaje de 25 watts, Buenos Muchachos tocó para todo el equipo de la película, y con Whisky hicimos lo mismo. Era como una especie de ceremonia.
Dalton: Y nosotros queríamos estar ahí. Ya éramos amigos y también nos sentíamos triunfadores, nosotros que éramos todos perdedores. Estábamos recontra afín.
Stoll: Juan siempre usaba a los Buenos de referencia. Decía: “¿Cuánta gente va a ver a Buenos Muchachos? ¿Cuánta gente sigue a La Vela Puerca? Ok, nuestras películas son para los que siguen a Buenos Muchachos”. Como que eran caldos distintos. Juan veía en los Buenos algo alternativo, de no tanto éxito, y se identificaba con eso.
Dalton: En ese show, en un momento me puse la camiseta de Whisky para saludarlos a ellos. No había internet en esa época, pero sabía que la foto de Pata Torres iba a estar. Era una cuestión de emoción. Sabía que ellos, más que estar en Cannes, querían estar ahí con nosotros, y nosotros, a la vez, queríamos estar en Cannes tocando para la película. Es como un amor a la distancia, que para mí fue muy fuerte.
Tanto después de que salió Amanecer búho como cuando se estrenó Whisky acá en Uruguay experimentaron un cambió grande con relación al público, ¿no?
Stoll: Recuerdo volver a ir a un show y que ya no era aquello de que nos encontrábamos los 20 de siempre. Te cruzabas con gente que no conocías, como de otro palo; realmente había cambiado la cosa, el número no paraba de aumentar.
Dalton: Igual nosotros seguíamos con la cabeza de siempre. Hicimos la presentación, fueron 600 personas, quedó gente afuera, y el Topo [Gustavo Antuña, guitarrista del grupo] arregló para hacer un show el viernes siguiente en el Living. Ese día había como 250 personas en la vereda, otras 250 en la parte de arriba del boliche y 150 en el sótano. Una particularidad que podría explicar algo de ese cambio es que trabajamos con una discográfica, Bizarro Records, que nos hizo hacer una gira de prensa. Descubrimos que lo más importante que teníamos que hacer era lograr que la música llegara donde fuera, en el programa que fuera, sin miramientos. Fuimos al programa de Omar Gutiérrez. Le dijimos: “Bo, Omar, vamos a hacer ‘He never wants to see you (once again)’, ¿lo escuchaste? Dice ‘boludo, pelotudo’ en la letra, lo hacemos con dos guitarras”. “Sí, todo bien”, nos dijo. Y te digo que fue de los mejores lugares a los que fuimos.
Stoll: Omar era un personaje alucinante. De todas las notas de prensa que hacíamos nosotros, él era el único que iba a recibirte y charlaba antes contigo. Después ibas a otro lugar con gente que no era Omar Gutiérrez y la actitud era como que fueran Johnny Carson.
Dalton: El loco defendía mucho a los artistas que tenían pocas oportunidades en la tele.
Stoll: Ibas al programa de Omar y al otro día te saludaba todo el mundo.
Pedro, ¿te consta que para muchos uruguayos Amanecer búho es un disco muy importante en sus vidas?
Dalton: Para mí también. Lo puedo ver de afuera, claramente. Es un disco que me movió el piso en el momento en que salió.
Stoll: Para mí es un disco que lo ponés y sigue solo. Se transforma rápidamente en una banda sonora de lo que estás viviendo.
Dalton: El Dendritas... lo grabamos en Buenos Aires, en un estudio súper equipado, mientras nosotros no teníamos un peso, pasándola mal, con el sello insistiendo con lo del sonido. Lo que pasó con Amanecer búho fue que pudimos parirlo nosotros. Después de que grabamos las bases, Gastón Ackerman [productor del disco] fue a vernos tocar en El Cubo y se re calentó: “La puta que los parió, vienen a grabar todo prolijo y los veo en vivo y son cualquiera, ¡esto es lo que tenemos que llevar al estudio ahora!”. Pusimos unos monitores en el piso y grabé con un micrófono aéreo cantando a través de un amplificador. Yo escucho el Dendritas... y me parece que claramente lo produjo otra persona [Sergio Álvarez], alguien que escuchaba Faith No More, ese tipo de cosas. Yo me acuerdo de decirle: “Escuchá más Jon Spencer”. Igual hoy escucho el Dendritas... y me encanta.
El estreno de Whisky en Uruguay fue en el cine Plaza, el viernes 6 de agosto de 2004. ¿Qué recuerdan de esa noche?
Dalton: Yo fui ese día, estaba hasta las bolas de gente.
Stoll: Fue la cosa más rara del mundo. Con mi película nueva [El tema del verano] estoy atento a la posible taquilla, y el cálculo me da que la gente que puede ir a los cines en las primeras cuatro semanas de estreno es la misma cantidad que metimos en el Plaza ese día, que fue como “opa”.
Dalton: Al principio pensé: “La cagué”, porque me parecía que era una película para ver en una sala chica, como una cosa más íntima, y terminó siendo increíble la función. La pantalla del Plaza era muy grande. Me impactaba mucho la película, lenta, rigurosamente uruguaya. Nunca más logré ver de la misma manera la escena de Marta en el hotel, cuando se va perdiendo en el pasillo, fue ahí. Te sentías como solo en el cine, te dejaba callado la boca, y era un efecto que se sentía en toda la sala.
A mí me sigue pasando que cada vez que veo la película me quedó con preguntas nuevas, cómo ¿por qué Marta lo miró así a Herman? Como si no conociera la historia.
Dalton: Yo creo que es porque después de que conocés a un personaje siempre le encontrás cosas nuevas. La gente escucha los discos un montón de veces. No entiendo a los que ven una película sólo una vez. Yo tengo los DVD de Whisky y 25 watts.
Stoll: Con el reestreno que tuvo la película este año mucha gente me dijo cosas tipo: “Bolani actúa mucho mejor”. Y no, Bolani actúa igual, cambiaste vos y lo ves actuar de otra forma. Después, un amigo que trabajó en el rodaje y que en ese momento tenía 22 años me dijo: “Yo había visto la película con mi cabeza de juventud. Ahora que tengo tres hijos y estoy divorciado la volví a ver y me hizo concha”. Y bueno, perdón: la película no tiene nada que ver.
Dalton: Yo vi Johnny tomó su fusil [Dalton Trumbo, 1971] un sábado a las diez y media de la noche en Estudio 1 de Cinemateca, que estaba en la calle Camacuá, en la Ciudad Vieja. Cuando terminó quedé inmóvil en la butaca. Es un drama, nada más que eso. Me levanté y me fui para mi casa. ¿Qué iba a hacer? Pero no es la película, sos vos. Esa noche todos mis amigos se fueron a un baile.
Stoll: Hablando de bailes, ahora fui al Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña con la película de zombis [El tema del verano], que extrañamente también tiene música de Buenos Muchachos, y en la que, además, Pedro hace un montón de ruidos zombis, dentro de la música que compuso Luciano Supervielle. La película está bien, pero la música es genial, es un delirio que lleva la historia a otro nivel.
El sábado [5 de octubre], a las cuatro menos cuarto de la mañana –según los entendidos, el mejor horario de estos festivales de terror–, fue el estreno mundial. Se hacen maratones que arrancan a las nueve de la mañana y terminan a las siete del día siguiente. Yo sabía que íbamos a hacer esta nota, y en el momento en que sonó la música de Buenos Muchachos en la sala pensé: “Mirá cómo volvimos al mismo lugar”.