¿Qué tiene en la cabeza Nico Barcia? Luego de una primera escucha del disco debut de Service de Sound una respuesta algo apresurada podría referir al fuego, a campos y especies devastadas por el rápido efecto químico del encuentro. Con la memoria en marcha, la cabeza también podrá distinguir alas y ángeles –quemados–, automóviles, árboles, siluetas humanas y de otros animales y fotos de agobio de la vida urbana a los costados de un camino.

Si se tiene alguna noción de la obra del cantante, guitarrista, compositor y artista plástico uruguayo, resultará inevitable ligar un recuerdo nuevo a los de sus fundacionales Chicos Eléctricos y a sus obsesiones musicales esparcidas en proyectos como Hotel Paradise, Reyes Estallar o su dúo con Tito Sónico.

En el homónimo debut de Service de Sound, editado en agosto de este año de forma independiente, Nico Barcia es el mismo de siempre, aunque su lírica ya no se atrinchera en ganchos de reviente, y es posible apreciarla en estas letras como un mapa desplegado de su universo poético.

Acá los socios son José Nozar (Buenos Muchachos), en batería y percusión y Nacho Echeverría (El Hombre Avispa, Mandrake y Los Druidas), responsable de bajos, teclados y voces, y también de la grabación (junto Francisco Crossa) y la mezcla de este disco, masterizado por Gastón Ackerman.

Desde los primeros acordes de “Corcel”, el track que inicia el álbum, la guitarra líder de Barcia te dice que es en vano la aflicción. El sonido de la banda queda presentado de forma inequívoca, con la natural petulancia de quien ha crecido sabiéndose de sangre noble.

Criatura sobreviviente

Hubo un tiempo en que los electrodomésticos y los muebles de madera duraban para siempre, todavía cuentan las abuelas. No existía cosa tal como la obsolescencia programada, eran habituales las guerras y las cartas de soldados para sus esposas abandonadas. Algunas de esas postales retratadas por Hollywood resuenan en esta propuesta musical de raíces tan largas como las que llegan a los inicios del rock and roll.

La pesquisa algo innecesaria podría recoger partículas de los discos del guitarrista y cantante estadounidense Link Wray, pionero del rock garagero instrumental, y tampoco valen un gran mérito los hallazgos bluseros y psicodélicos de los 50 y 60, o una posible inspiración en Nick Cave.

En todo caso, el consumo que aquí se reconoce queda filtrado con oficio y amor para lograr una síntesis de identidad propia que tanto Barcia como el Echeverría de Los Druidas vienen masticando desde hace tiempo. Para tales fines, el estilo seco y crudo de Nozar parece el ideal para la fórmula.

“Mi horizonte se mueve, pero sé a dónde voy”, aclara Barcia, en “Corcel”. Metido en el viaje puede que no llame la atención cuando canta: “Cierta vez me creí un corcel / Mis crines eran negras / como el anochecer”. “Colgada” tiene la diversión acelerada de los Rolling Stones y Los Faces para “un amor de calaveras”. Los fanáticos de Jagger y Richards también podrán disfrutar de “Línea Oregon”, una canción nostálgica y de carretera en la que el cantante deja declarado: “Como nosotros quedan pocos”.

Otra noche de espíritu aventurero queda retratada en “Gato perdido”, en la sintonía más ligada al sonido de Chicos Eléctricos, una melodía especial para golpear el piso con la patita.

Hasta ahí una historia. El medio tiene un interludio instrumental, con “Club Negro Nº 1. Las últimas tres canciones maridan densidad y deformidad. En “Una guerra”, los rasguidos eléctricos de la guitarra se combinan sutilezas rítmicas y de un teclado, en una psicodelia aletargada al máximo de sus posibilidades que podría recordar al destartalado transporte de Philip Marlowe, trepando las colinas menos populosas de Los Ángeles. La letra de la canción es un atajo dentro del mapa.

Para “Fuego camión” el cantante aplasta “hongos en la pared”, “cajas apilándose”, y “un saldo insuficiente”, en una cabalgata desértica con “sombras alargándose” y “taxis alejándose”. En la curva final de los casi seis minutos de duración, el zumbido de este combo convertido en power trío se pierde en el horizonte y deja la amenaza de su potencial como banda en vivo.

Sobre el final, Barcia vuelve a confirmar otra de las acepciones de la palabra noble, indicada por la Real Academia Española: “Superior en calidad o importancia”. El compositor cierra un cuento de criaturas sobrevivientes en un clima de espesura onírica en el que el lenguaje solo aclara el panorama y la música congela el terror en cubos de gelatina: “El escorpión cruza el cielo como un collar/ en el cuello de la noche”.

Service de Sound, de Service de Sound. 2024. En plataformas.