Antes de comenzar, pongo sobre la mesa mis credenciales: hace algunos años llegó a mis manos la novela de 1995 Wicked: memorias de una bruja mala, escrita por Gregory Maguire, sobre la villana de la saga de libros de L Frank Baum y El mago de Oz, la recordada adaptación de 1939 dirigida por Victor Fleming. Allí se reimaginaba aquel mundo con una mirada más adulta y poniendo el foco en la villana, sus motivaciones y posibles justificaciones.

Varios años antes de que llegaran películas como Maléfica y Maléfica: dueña del mal, la Bruja Mala del Oeste se convertía en la protagonista de la historia. Lamentablemente, el libro no me enganchó y terminó en una de mis tantas ventas de garaje. Del musical de Broadway y sus derivados en diferentes partes del mundo no puedo hablar; mi única exposición al fenómeno es el hit “Defying Gravity”, y no recordaba la letra, cosa que sí puedo hacer, por ejemplo, con casi toda la banda de sonido de Moana: un mar de aventuras (me gustan los musicales).

Entré al cine con una canción y un manojo de recuerdos de la tierra de Oz, especialmente acerca de la pobre reputación del mago. A la vez, sabía que el musical (titulado simplemente Wicked, como la película) era un fenómeno en sí mismo y que en mis hombros cargaba con la responsabilidad de referirme a este estreno de nuestra cartelera.

Salí de la sala entusiasmado con lo visto en esta primera mitad. Primero, porque en los últimos años parece que la construcción de mundos fantásticos hubiera sufrido por la falta de imaginación o de presupuesto de las productoras involucradas. Sacando el dinero invertido en todo menos los guiones de Los anillos de poder, la mayoría de las series y películas ambientadas en “otros lugares” dejaban bastante que desear. Por suerte, el director Jon M Chu y su equipo lograron sumergirnos en Oz, sin el Technicolor hermoso de 1939 pero con una paleta de colores un poco más interesante que casi todo lo que llega a la cartelera cinematográfica.

La película empieza por el final, con la celebración de la muerte de la Bruja Mala del Oeste a un nivel que recuerda las últimas escenas de El regreso del Jedi en la edición especial toqueteada por George Lucas. La fiesta es total cada vez que la Bruja Buena del Norte llega con la noticia, pero el intercambio (cantado, por supuesto) obliga a repasar lo que ocurrió hasta llegar a ese momento, y lo que viene estará, entonces, teñido de tristeza anticipada como una de esas tragedias griegas, pero con menos incesto.

Galinda, la buena, está interpretada por Ariana Grande, quien lo da todo en su rol de jovencita acostumbrada a no tener que pensar para sobrevivir, que la acerca bastante al personaje de Reese Witherspoon en Legalmente rubia, desde los toques de comedia hasta en la elección de la ropa para ir a una universidad en donde, salvo las dos protagonistas, hay un estricto código de vestimenta que mantener.

Ella es parte fundamental de la historia, pero por algo el título se refiere a la otra, la Merlina de su Enid: Elphaba (Cynthia Erivo), una joven nacida luego de una relación extramatrimonial, con la piel completamente verde y con posteriores derivaciones en la conformación familiar que la vuelven una rechazada de manual. Sin embargo, los poderes mágicos que fluyen a través de ella naturalmente la convertirán en favorita de Madame Morrible (Michelle Yeoh), personaje que parece bautizado por los mismos que le pusieron Sinestro al mentor de Linterna Verde.

Pero volvamos a nuestra verde. Erivo está a un Oscar de entrar al selecto grupo del EGOT (por los premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony), ya que tiene en su poder desde 2017 un Tony a la labor teatral, un Emmy a la labor televisiva y un Grammy a la labor musical, los tres por su participación en la versión musical de El color púrpura. En el momento en que canta su primera canción queda claro por qué.

A ella le toca esta versión de fantasía de Carrie, en donde la suma del sufrimiento intrafamiliar y el bullying recibido en la universidad de Shiz contribuyen a llevarla al lado oscuro, si se me permite una segunda referencia a Star Wars. Sin embargo, en la parte 1 de la historia (la 2 se estrenará en un año) la vemos luchar contra las adversidades hasta el punto de desafiar la gravedad en el momento musical más esperado, pero que llega luego de otros que también pican bastante alto.

Salí del cine con ganas de escuchar el CD, ya sea de la película o del musical, lo cual es un montón. En cuanto a las coreografías, más allá de un momento de voguing (creo) un poco extraño, saben acompañar las canciones. Chu no es Steven Spielberg y esto no es Amor sin barreras, pero al menos tenemos una historia menos transitada.

Esa historia, la principal, transcurre en medio de una sociedad que está siendo manipulada para que odie a los animales inteligentes, porque no importa el momento en el que haya sido escrita una obra, siempre habrá quienes intentarán distraernos creando cucos y fobias a grupos minúsculos oprimidos. Siempre habrá un otro demonizado, y si no lo creen es porque tienen la suerte de no serlo en este momento.

Wicked tiene un interés romántico que parece de mi edad, guiños sobre lo que vendrá después de que recuerdan la película de Han Solo (juro que es la última referencia), escenarios conocidos y hasta un par de sorpresas que hacen que las dos horas y pico corran bien. Termina en el punto justo y nos deja chequeando el calendario; veremos si el entusiasmo se mantiene por 12 meses o si volvemos a nuestra granja a verlo todo en blanco y negro.

Wicked, de Jon M. 160 minutos. En cines.