Una de las críticas más repetidas a la hora de hablar de las películas del denominado Sony’s Spider-Man Universe es la falta de Spider-Man. Es un argumento sensato, en tanto el personaje que da nombre a ese rincón del multiverso no se ha hecho presente en ninguna de sus seis entregas, al menos en forma orgánica a la trama. Para peor, esas tramas suelen jugar con los espacios negativos dejados por el Hombre Araña, con toda clase de guiños que por momentos se transforman en codazos en las costillas.
Sin embargo, esta decisión narrativa (que ahora descubrimos que es caprichosa y no responde a acuerdo alguno con Marvel Studios) no debería ser suficiente como para condenar a cada una de estas películas al fracaso. Es decir, se podría haber hecho una buena película sobre el tipo que ayuda a Peter Parker con su declaración jurada de ingresos, que Peter Parker no apareciera y que el resultado fuera satisfactorio. Claro que como mínimo necesitaríamos un buen guion.
Liberados de los aspectos negativos de un universo 100% interconectado, los creadores detrás de las tres entregas de Venom, Morbius, Madame Web y Kraven el cazador podrían haber aprovechado para tensar la narrativa superheroica y coquetear con otros géneros, pero el resultado final ha quedado siempre en algo que se parece a una película de los años noventa que Canal 4 hubiera estrenado los martes en su ciclo Cine espectacular. Esto, por supuesto, no es necesariamente algo malo.
En el mejor de los casos (Venom y sus secuelas), el éxito está dado por la autopercepción de la ridiculez (buscada o no) de la primera, apostando por la buddy movie de una pareja despareja que comparte el mismo cuerpo. La necesidad de hacerlos combatir una y otra (y otra) vez con variaciones cromáticas del héroe les impidió redondear el resultado.
Lo que ocurre con Kraven the Hunter (tal su título original) es otro film genérico de un género que ha avanzado muchísimo desde que el público abrazaba films de estas características. Por momentos, algunos detalles lo asemejan a una serie de televisión de la cadena CW, que tenía otras características y cuya audiencia aceptaba otras condiciones económicas de lo mostrado y un verosímil más telenovelesco.
Para empezar, estamos ante una película sobre el origen del personaje. El principal pecado de esta clase de historias puede resumirse en mi traducción de un tuit de Topher Florence sobre el ritmo de la narrativa televisiva, pero que en este caso se puede aplicar. “Antes, si hacías una serie llamada ‘Drácula surfista’ lo veías surfear cada semana en nuevas aventuras, pero en la era del streaming la primera temporada será un larguísimo flashback a cómo consiguió la tabla de surf, para finalmente verlo surfear cinco minutos en el último capítulo”. Aquí vamos a conocer la traumática adolescencia de Kraven, los hechos que lo llevaron a tomar el camino de convertirse en cazador y, si no parpadeamos, lo veremos lucir su atuendo tradicional.
De todas maneras, y volviendo al argumento inicial, es posible contar buenas historias de orígenes. Esta no parecería ser una. Sin llegar a arrancarse los ojos, como ocurre cuando caemos en la dicotomía de “la mejor película del mundo” o “la peor película del mundo”, Kraven el cazador no parece justificar su propia existencia.
Su historia parece querer cubrir demasiadas bases. Comienza como un adolescente problemático, con un hermano tímido y un padre déspota (Russel Crowe revisando el cajón de acentos extranjeros). Este último está involucrado en asuntos ilegales y vive amenazado por otros empresarios non sanctos, que pasarán de socios a enemigos en menos de lo que ruge un león.
Para explicar los poderes medio genéricos del Kraven adulto (Aaron Taylor-Johnson) hay una subtrama con la misteriosa Calypso (Ariana DeBose), que será su accidentada aliada. La historia también incluye a otros dos villanos clásicos del Hombre Araña y un tercero que solamente reconocerán los muy fanáticos. Y más allá de que en la mayoría de los casos existan excusas sólidas para emparentarlos con el protagonista de la película, la suma de todos ellos no hace más que aumentar la nostalgia por Peter Parker (que debería llamar al tipo que lo ayuda con la declaración jurada, porque ya le dejó varios mensajes en la contestadora).
Kraven el cazador intenta desmarcarse de las otras cinco películas por la violencia un poco más gráfica, pero no es suficiente. Dentro de lo “noventero”, tiene un buen uso de dobles de acción en escenas de esa índole, pero en cuanto la cosa se calma regresamos a la historia que no termina de entusiasmar. Cuando se habla de la “fatiga del cine de superhéroes” quizás sea mejor hablar de la “fatiga de un tipo de cine de superhéroes”. ¿Cuánto falta para Superman?
Kraven el cazador. 127 minutos. En cines.