Argentina es un país circular y sus manías planean sobre una serie de tópicos que van y vuelven, vuelven y van: los rebusques laborales, las crisis económicas, las avivadas, la política, la traición, los que estafan y, en su reverso, los estafados. Ahora, cuando se cumplen 24 años del estreno de Nueve reinas, ópera prima del fallecido Fabián Bielinsky, la tinta de los diarios imprime –más o menos– las mismas noticias que ayer.

En 2022, una encuesta llevada adelante por críticos, programadores, coleccionistas y profesionales del cine consideró a Nueve Reinas entre las diez mejores películas argentinas de la historia. Es que, por H por B, por frenética o maniática, Nueve reinas convive con la cotidianeidad criolla y, ahora, vuelve a la discusión pública con su reestreno en cines.

Luego del impecable trabajo de remasterización coordinado por Andrés Levinson, experto en fílmico del Museo del Cine, y Marcelo Camorino, su director de fotografía, el film de Bielinsky se exhibe en salas de ambas orillas del Río de la Plata con un tino singular. “Es un tema frecuente el de los estafados que están contentos con ello, hasta que se dan cuenta”, tira Camorino, sacando una foto –cítrica– que contiene a las miradas de la película y, también, a las de la sociedad argentina.

Tras un arduo proceso de remasterización, que incluyó un escaneo cuadro a cuadro de todos sus fotogramas y un tendal de días en laboratorio, esta “nueva versión” de Nueve reinas respeta el espíritu de la original y basó sus modificaciones en marcaciones sugeridas informalmente por el mismísimo Bielinsky. “Él quería que fuese así, trabajamos teniendo en cuenta la mirada de Fabián”, explica Camorino.

Sólo en su primer fin de semana, la remasterización 4K y con sonido Dolby de Nueve reinas convocó a casi 30.000 espectadores. “Todavía me preguntan ‘che, ¿vos sos el de Nueve reinas?’”, reconoce el director de fotografía afincado en Cartagena, Colombia, que volvió a Buenos Aires por el reestreno y, de paso, para filmar algunos comerciales de marcas internacionales.

Es que el film protagonizado por Ricardo Darín y Gastón Pauls marcó un punto de inflexión en el Nuevo Cine Argentino, aquella corriente cinematográfica nacida a finales de los 90: después de un largo divorcio con el público, la película de Bielinsky terminó por volver a enamorarlo con la producción local gracias a su inmarcesible chispa y al empuje de sus 1,5 millones de espectadores.

“Cuando la filmamos nadie vio que podía llegar a pasar todo esto, pero el día del estreno la gente reaccionó de tal manera que, bueno, nos empezamos a figurar lo que podía generar”. En la historia, Juan y Marcos, dos estafadores, se ven casualmente involucrados en un asunto que los puede convertir en millonarios: tienen menos de un día para llevar adelante un engaño que no puede fallar.

Así las cosas, el director de fotografía santafesino recuerda que aquel fue un rodaje de mucha comunidad y camaradería, pero que tuvo que atravesar por algunos desafíos. Claro, las películas urbanas como Nueve reinas –con sus locaciones reales, con su nervio documentalista, con el verosímil de su steadycam– tienen sus bemoles: luces, sombras, movimientos, locaciones, extras, la vida en un set de filmación. “Fabián tenía una manera muy particular de filmar”, dice con admiración.

A la sazón, el ambiente de una Buenos Aires previa a la crisis de 2001 late como un personaje más. Todo lo que aparece en plano es, de alguna u otra manera, real, crudo, honesto, llano, lo que es. “Es una película que sigue teniendo mucha vigencia. Nueve reinas no tiene artificios de ningún tipo”, se ensancha Camorino.

Por eso, también, cada resorte de guion funciona, cada maña técnica sobresale, cada línea de texto es implacable y, aún con el inexorable paso del tiempo, su narrativa continúa manteniendo un ritmo que fluye al compás del presente (de este presente exacto, del mañana que alguna vez será presente y de todos los presentes posibles). “Bielinsky buscaba que los protagonistas pasaran desapercibidos por la ciudad”, sostiene el director de foto a propósito de uno de sus mejores yeites.

Con el pecho inflado, Camorino anda contento con esta remasterización y, como el suyo es un oficio discreto, está sorprendido por la repercusión mediática de su trabajo específico. “Uno tiene un poco de orgullo y es increíble el hecho de haber participado en un proyecto que tiene esta vigencia”, cuenta el cineasta, en cuyo CV aparecen casi 30 largometrajes y colaboraciones con otros grandes del cine como Alejandro Agresti y Eduardo Mignogna.

Nueve reinas es un film que habla de los porteños pícaros y de los límites de la moral. Y, además de su importancia discursiva y de su enorme aporte cultural, también comprime los vaivenes de ser un éxito comercial: ganó chapa, ganó premios, ganó plata.

Por eso, en épocas en las que se discute el lugar del cine en la sociedad y el rol del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), Nueve reinas se yergue –como si le faltaran cucardas por colgarse– como un artefacto de puro y auténtico soft power: “Como dice el Juan Villegas: ‘El Estado argentino le debe más al cine argentino que al revés’”, dice Camorino en referencia a su compatriota crítico y cineasta.

¿Por qué funcionó y por qué sigue funcionando tanto la película? “Porque mostró una moral que vemos a diario, pero que no teníamos la costumbre de verla retratada en una pantalla. Es un espejo en el cual uno se siente reflejado”, cierra Camorino. El guion de la película es de 1998, se filmó y estrenó en 2000 y ahora vuelve a las pantallas: el espejo sigue siendo el mismo y Argentina, un país circular.

Nueve reinas, dirigida por Fabián Bielisnsky. Remasterizada en 2024. 115 minutos. En salas.