Hay una escena de Guerra civil (Civil War), la más reciente película de Alex Garland, en donde los protagonistas atraviesan una autopista repleta de automóviles vacíos, que quedaron allí cuando (hablando pronto y mal) se armó la podrida. La imagen recuerda a decenas de películas de zombis, pero Garland (fuerza creativa de películas que se mueven cerca de la ciencia ficción pesimista, como 28 días después, Aniquilación o Ex-Machina) no parece negar la referencia a ese género; en varias ocasiones las escenas parecen sacadas de la imaginación de George A Romero.
La acción comienza cuando la catástrofe ya fue desatada y, al igual que en muchas ficciones de zombis, no es tan importante el porqué. Se ofrecerán migajas en forma de clips de video al comienzo de la película, de frases sueltas que se escuchan por radio, o de las preguntas que Joel (Wagner Moura) quiere hacerle al presidente de Estados Unidos (Nick Offerman) cuando lo tenga enfrente. Pero lo interesante para nosotros, porque lo fue para el director inglés, es mostrarnos a la potencia del Norte como nunca antes la vimos.
Para eso, lejos de cualquier metáfora compleja, tenemos a dos fotógrafas: la veterana de mil batallas Lee (Kirsten Dunst) y la joven e inocente Jessie (Cailee Spaeny), que idolatra a Lee y logra colarse en su road trip, del que también forma parte un periodista demasiado entrado en años llamado Sammy (Stephen McKinley Henderson), mentor de los dos periodistas adultos.
No deja de ser una de estas historias de familias, más o menos ensambladas, que deben llegar desde el punto A hasta el punto B, en este caso contrarreloj, porque las fuerzas rebeldes están cada vez más cerca de Washington y para entrevistar al presidente es necesario, como mínimo, que este tenga pulso.
Garland, que también escribió el guion, nos presenta una sucesión de viñetas de esa tierra que obligó a sus habitantes a convertirse en sobrevivientes y a andar escopeta en mano para enfrentarse a cualquiera que pasara por ahí. Y aunque no se muestra explícitamente, sabemos que ya había muchas personas preparándose para lo peor y otras tantas jugando a los soldaditos.
Lee está harta de cubrir conflictos armados, y el gran trabajo de Dunst permite mostrarla todo el tiempo al borde del agotamiento, de rendirse y de dejar de intentarlo, pero la presencia de la novata la obliga a convertirse en madre del grupo, protegerla y al mismo tiempo darle las herramientas para que ella pueda sobrevivir sola. Prepárense para los conocidos relatos en los que se discute si un fotógrafo (un periodista) se involucra en lo que ocurre o solamente lo registra.
Todos tienen su arco establecido, porque si algo se le puede achacar a Guerra civil es que sus golpes dramáticos parecen salidos de un libro de Cómo escribir tu guion de cine. Las dos mujeres aprenden la una de la otra, Joel deja caer su máscara de cinismo, que por momentos lo hacía parecer un psicópata, y sufre los horrores de la guerra, mientras que Sammy agradece cada segundo de vida mientras por adentro piensa “I’m too old for this shit!”.
Hay pequeños grandes momentos, en especial cuando se pone de manifiesto el nihilismo imperante (ya no importa quién pelea contra quién) o cuando aparece Jesse Plemons para protagonizar una escena de horror, aunque sigo creyendo que asustaba más en la maravillosa Noche de juegos. Garland sabe cómo mostrar el horror, combinando la fotografía (incluso la más literal) y la banda de sonido para crear escenas hermosas que superponen lo más clásico del género americano con imágenes que parecen salidas del cine catástrofe.
Todo lo que querríamos ver de una película sobre la Segunda Guerra Civil estadounidense está ahí, desde el helicóptero reventado frente a una enorme tienda comercial, pasando por las pilas de cadáveres sin identificar y llegando a momentos bélicos que sobre el cierre copan la acción y la pantalla.
Y aun así, cuando el guion exige determinados sacrificios o golpes dramáticos para despertar en nosotros determinadas emociones, allí están de la forma más esperable. Los arcos establecidos mencionados anteriormente tienen el cierre que sugeriría una guía de escritura, y si bien el cliché no es el claro ganador de la guerra, está siempre asomando su cabeza o tirando unos tiros al aire para recordarnos su cercanía.
Dicho todo esto, Guerra civil es una película que por su despliegue debería verse en la sala de cine. Tengan cuidado con el pop, porque podría quedarles atragantado en alguno de los momentos más crueles.
Guerra civil, de Alex Garland. 109 minutos. En salas de cine desde el jueves 18.
El algoritmo del cómic
Si les interesó la historia de una fotógrafa durante una nueva guerra civil en Estados Unidos, es recomendable la historieta DMZ, de Brian Wood y Riccardo Burchielli, sobre un fotógrafo durante una nueva guerra civil en Estados Unidos. La acción transcurre en la isla de Manhattan, que durante el conflicto se transformó en la zona desmilitarizada del título, y sigue a Matty Roth, quien cae (literalmente) siendo joven e inocente y con el correr del tiempo va descubriendo su lugar en el mundo y se va volviendo más político. La compré en dos formatos distintos, así que tengo una copia a la venta, guiño.
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