Después de décadas sin funcionar como tal, el 19 de abril reabrió en la ciudad de Tacuarembó el teatro Escayola, que tras su fundación en 1891 supo estar entre los más destacados del continente. Reconvertido en Espacio Cultural Teatro Escayola, alberga, además de la sala, el Museo de Artes Plásticas de Tacuarembó y el Museo del Gaucho. Su flamante directora, Matilde Vera, de la Intendencia de Tacuarembó (IT), repasó en charla con la diaria la pintoresca historia del edificio y el nuevo enfoque con el que se lo gestiona, que a poco de la inauguración ya está dando los primeros frutos.
“En 1891 Tacuarembó todavía era la villa de San Fructuoso y tenía 4.500 habitantes. Allí abrió un teatro con capacidad para 500 personas”, explicó Vera. “Quien lo construyó y financió fue el coronel Carlos Escayola, jefe político de Tacuarembó y padre de Carlos Gardel”. El de jefe político era un cargo que aunaba la dirección de la Policía y la administración departamental, antes de la creación de las intendencias municipales. La idea original de Escayola era utilizar fondos públicos, pero terminó poniendo él los 25.000 pesos, que en aquella época eran una fortuna”. El coronel, al parecer, era un militar muy duro a la hora de gobernar, y también tenía una gran afición por el teatro.
La construcción estuvo a cargo del ingeniero francés Víctor l'Olivier, quien estaba en Tacuarembó debido a la fiebre del oro de Minas de Corrales, y mandó traer todas las piezas desde Europa. “El telón de terciopelo rojo, los mármoles de Carrara, todo venía desde Europa en barco. Iba de Montevideo a Paso de los Toros en tren y luego en carreta de Paso de los Toros a Tacuarembó, porque el tren en aquel momento no llegaba a la ciudad”, agregó la directora.
“En aquel entonces estaba el teatro Solís, el teatro Larrañaga en Salto y el teatro Colón en Buenos Aires. Llegaban compañías de Francia, que muchas veces pasaban primero por Tacuarembó y después iban al Solís y a Buenos Aires. Así, manteniendo el teatro con este nivel, Escayola gasta toda su fortuna. Lo manejó 18 años, después lo pasó a nombre de uno de sus hijos, Carlos Segundo Escayola, y él se retiró a Montevideo”. La sala fue pasando de mano en mano hasta cerrar en 1956, más allá de que en el edificio funcionaron desde una imprenta hasta una iglesia.
Pasaron décadas hasta que volvió la idea de ponerlo en funcionamiento. Vera destacó la importancia de Carlos Arezo, actual director de Cultura de la IT, quien logró detener la venta del predio, luego adquirido por el gobierno departamental en 2014. “Lo que llevó muchos años fue el tema de los trámites previos, desde la declaración de monumento histórico, la expropiación, y la búsqueda de fondos para la restauración”. La inversión fue de 30 millones de pesos, financiada con fondos de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la IT, a través del Programa de Desarrollo y Gestión Subnacional.
En las alas laterales del edificio se instalaron los museos del Gaucho y Artes Visuales. Antiguamente, esos espacios funcionaban como alojamiento para algunos artistas, en la época en que no había hoteles en la ciudad.
“El teatro quedó pronto a finales del año pasado y ahí se empezó a trabajar en el proyecto de gestión cultural, que es otro camino muy importante después de la reconstrucción. A instancias del intendente, Wilson Ezquerra, pedimos el asesoramiento de Gerardo Grieco, quien hizo el proyecto con una mirada totalmente moderna, innovadora, inclusiva y sostenible. Para nosotros era muy importante que el teatro fuera sostenible, para que no terminara cerrando como muchos otros. Y que fuera un teatro abierto, activo, con vida durante todos los días de la semana”, explicó la directora.
El proyecto se basa en “tener una programación de calidad”, con coproducciones o arrendando la sala. “La sala tiene 240 butacas, entonces hay que poder gestionar bien los recursos”. Para ello ya se están programando espectáculos de teatro, música, danza y otros “de calidad”. “Concebimos el teatro como un medio de formación, pero también de transformación del público, no sólo un espacio de entretenimiento”, dijo Vera.
Lo que se busca es que el Escayola “sea parte de la vida cultural de la ciudad y que aporte”. “Vamos a ir mezclando contenidos más comerciales, porque la gente también los pide, siempre que sean adecuados a la sala”. Y agregó: “Además, el teatro tiene vida toda la semana porque está abierta la boletería y hay mucha gente a la que todavía le gusta comprar la entrada física y que la atienda una persona. Tenemos abierta la cafetería, y nos llamó poderosamente la atención que la gente llega a las cuatro de la tarde a la cafetería y se queda haciendo vida adentro del teatro hasta la hora en que empiezan las funciones”.
Esto era parte del objetivo de la gestión: “Que el teatro fuera un llamador de gente y un lugar de encuentro de los ciudadanos”. “Después de la pandemia la gente de Tacuarembó se encerró en su casa y perdió la costumbre de salir y encontrarse con el otro”.
Los gestores llevan adelante una política de fidelización en esta temporada inaugural, que además de descuentos para estudiantes, jubilados y otras promociones incluye abonos para tres y cinco espectáculos. “Tratamos de que el teatro sea accesible para todos. De puertas abiertas. Y tenemos actividades gratuitas como presentaciones de libros y películas, además de días de casa abierta para que la gente recorra el teatro”, explica Vera.
Cuenta Instagram: @teatroescayola.