“Ese momento en una película de Godzilla donde sabés que Godzilla es malo, pero King Ghidorah es peor”. Con esas palabras el usuario de la red todavía conocida como Twitter @DaveRapoza reflexionó sobre una noticia del New York Post que decía: “Sony, Universal y Warner demandan a las startups de inteligencia artificial alegando violación de derechos de autor en sus modelos de entrenamiento”. Los ven como dos monstruos gigantes (las corporaciones y las IA generativas), pero el segundo es considerado tan horrible que se ponen del lado de las corporaciones.
Esta vez la noticia está relacionada con el mundo de la música, el ámbito donde se venía recibiendo con mayor cautela a estos nuevos participantes del mundo del entretenimiento. Mientras los estudios de cine comenzaron a coquetear con presentaciones realizadas por IA, los sellos musicales (muchas veces pertenecientes a los mismos conglomerados) iban retirando de las plataformas aquellos temas que incluían “contenido infractor”, como las canciones que simulaban talentos vocales de artistas de sus catálogos.
El paso siguiente fue dado hace pocos días con una movida judicial. Algo que tampoco es nuevo en esta nueva realidad, ya que a mediados del año pasado un grupo de escritores renombrados había demandado al laboratorio de investigación Open AI, creador del popular Chat GPT, por “robo sistemático a gran escala”. Pero ahora no fueron los artistas mal remunerados quienes llegaron con sus abogados, sino las empresas gigantes.
Según informa Billboard, Sony, Universal y Warner, unidos en la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos, se presentaron ante la Justicia para demandar a las compañías de IA musical Suno y Udio, acusándolas de violación generalizada de grabaciones con derechos de autor “a una escala casi inimaginable”.
En el texto de la demanda señalan que las empresas copiaron en forma ilegal las grabaciones de los sellos mencionados para entrenar a sus modelos de IA y así producir música con la que podrían “saturar el mercado con contenido generado por máquinas, que competirá directamente, quitará el valor y finalmente ahogará las grabaciones genuinas con las que se construyeron”.
Los abogados de los sellos explicaron lo que los ilustradores están denunciando hace años: que para que estas herramientas funcionen es necesario “entrenarlas” con creaciones humanas, lo que en este caso consistió en “copiar décadas de las grabaciones más populares del mundo e ingerir esas copias para generar resultados que imiten las cualidades de las grabaciones humanas genuinas”. Godzilla se dio cuenta y la demanda busca impedir que continúe el entrenamiento, así como obtener dinero por los daños ya acontecidos.
Por supuesto, la respuesta de King Ghidorah no se hizo esperar. Mikey Shulman, presidente de Suno, dijo que su misión es “hacer posible que cualquiera haga música”. Agregó que su tecnología es “transformativa” y “diseñada para generar resultados completamente nuevos, no para memorizar y regurgitar contenido preexistente”. (Ese uso constante de la palabra “contenido” para definir la creación artística es lo que nos hace sentir humanos corriendo por las calles de Tokio.) “Por eso no permitimos que los usuarios utilicen instrucciones referidas a artistas específicos”, agregó Shulman. “Suno se construyó para nueva música, nuevos usos y nuevos músicos. Valoramos la originalidad”.
Hay señales de la mella económica a las discográficas: el mes pasado la canción “BBL Drizzy”, del productor estadounidense Metro Boomin, se convirtió en el primer hit con un vocalista inexistente, generado por IA, y música del mismo origen, ambas provenientes de las herramientas de la empresa Udio.
Chiche nuevo
Convertirse en noticia no es algo necesariamente bueno. Le pasó a la juguetería Toys ’R’ Us, que esta semana estrenó una publicidad generada con Sora, la nueva herramienta de Open AI. Allí se cuenta la historia del fundador de la compañía, Charles Lazarus, y cómo se inspiró en un sueño vívido para luego crearla. La pieza final fue considerada “repugnante” por algunos críticos y está plagada de señales de que fue originada precisamente sin control humano, como caras que se transforman todo el tiempo y elementos del fondo que se funden con otros al azar, además de automóviles estacionados sobre la vereda y juguetes sin sentido.
“Esos movimientos de cámara fueron inventados por personas. Las películas no comenzaron con dolly shots, fueron inventados. El estabilizador de cámara se creó en los 70. La IA cosecha el proceso creativo y solamente puede reflejarlo. No crea nada”, escribió la guionista Heather Anne Campbell. Que la pieza intentara homenajear a la imaginación sin límites de un niño hizo que varios usuarios de las redes sociales criticaran el “cinismo” y la “hipocresía” de sus responsables.