Luego de establecerse como una de las máximas estrellas de Hollywood en los años 1980 y 1990, Mel Gibson cayó en desgracia, sobre todo debido a acusaciones de violencia doméstica y macanas perpetradas en estado de embriaguez. Su imagen pública quedó aún más enchastrada (o coloreada, según el humor de quien las oiga o lea) por unas opiniones extravagantes, seguidas de retractaciones igualmente extravagantes, seguidas de reafirmaciones redobladas de lo dicho originalmente. Es adepto a una forma especialmente retrógrada de catolicismo, y sus declaraciones muchas veces están teñidas de racismo y sexismo. Además, es una de las tres principales estrellas de Hollywood que apoyaron a Donald Trump en las últimas elecciones y que vienen siendo destacadas por el flamante presidente como sus “voces y oídos en Hollywood” (los otros dos fueron Jon Voight y Sylvester Stallone). Las películas que hizo como actor en el presente siglo tuvieron distribución limitada y quedaron al margen del circuito de los grandes premios, aun si algunas de ellas, en especial Dragged Across Concrete (2018, de S Craig Zahler), son buenísimas.

Mirando sólo esa parte de la historia, uno podría pensarlo totalmente desgraciado y que, por ello, no le quedó otra para seguir laburando en cine que dirigir esta peliculita barata e intrascendente que es Amenaza en el aire. Pero la historia es más compleja. La relativa cancelación de Gibson en Hollywood nunca alcanzó las películas dirigidas por él, espaciadas unas de otras por un promedio de seis años desde su ópera prima, El hombre sin rostro (1993). Aun en el auge de su ostracismo, su anterior largometraje, Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge, 2016), fue nominada a seis Oscar y ganó dos. Y además, mientras Amenaza en el aire tiene su modesto lanzamiento en salas, Gibson está haciendo la preproducción de la monumental Resurrection, a ser lanzada en dos partes en 2026, anunciada como la continuación de La pasión de Cristo (2004).

Amenaza en el aire es distinta de todo lo que dirigió hasta ahora. Todas sus películas fueron serias, y esta tiene un tono jocoso y un expreso propósito de entretener, sin más vueltas. Varias de sus películas anteriores tuvieron un rasgo de high concept, es decir, películas que llaman la atención a priori por algún rasgo original. A partir de Corazón valiente (1995), todas fueron producciones caras, y de un tipo intransigente en su violencia gráfica y en su actitud, totalmente contracorriente, de usar idiomas originales. Apocalypto (2006) está hablada en maya; La pasión de Cristo figura como la 69ª mayor boletería de Norteamérica de todos los tiempos pese a estar hablada en arameo y latín.

Amenaza en el aire es su película más barata y más corta. Es uno de esos thrillers de alcance limitado, que casi ya no se ven. El contador corrupto de un poderoso jefe mafioso cae preso en su escondite en Alaska y decide colaborar a cambio de inmunidad y protección. La oficial de policía que lo capturó tiene la misión de llevarlo a juicio. A tal efecto, tiene que tomarse una avioneta hacia Anchorage para de ahí trasladarlo a Seattle y de allí a Nueva York. Casi todo el resto de la acción tiene lugar en la avioneta, flotando sobre los magníficos espacios montañosos y nevados de Alaska, y transcurre en tiempo casi real (la película tiene una hora y media, que es la duración del vuelo, pero el tiempo está levemente comprimido porque incluye el prólogo con la captura de Winston y un epílogo en el aeropuerto).

En ese espacio confinado pasa de todo. A los pocos minutos nos enteramos de que el piloto es un asesino a servicio del mafioso acusado. Hay muchas instancias de suspenso, algunas peleas, algunos dilemas. El piloto-matón es un psicópata sádico, con habilidades y determinación dignas de Hannibal el caníbal. Madolyn (la oficial) y Winston (el testigo), aparte de lidiar con el asesino, tienen el problema nada menor de que tienen que aterrizar sin su cooperación y no saben pilotar.

La película viene siendo mayormente destrozada por la crítica, que señala falta de invención, falta de estilo, falta de suspenso, inverosimilitud, malas actuaciones o, generalizando, estupidez. Pienso que es una injusticia y sospecho que son opiniones teñidas por la prevención personal contra el director (el mismo motivo que puede haber inducido a sus varias indicaciones recientes al Razzie como Peor actor). Hay preciosas e imponentes imágenes del paisaje alaskano, la narrativa es fluida, las situaciones son ingeniosas. Personalmente, a partir del momento en que la película, que arranca como si fuera una comedia, iba ganando suspenso en situaciones de grave peligro para los personajes con quienes empatizamos, estuve todo el tiempo en la punta del asiento, y bastante afligido en los momentos más cruciales. Me llevé un par de buenos sustos. Hay un empleo consecuente e ingenioso de los pocos objetos que hay a bordo y de las características de la avioneta (el cuchillo, la pistola, los lentes de Madolyn, las esposas, los mecanismos del avión). Además de lo que ocurre en la avioneta, hay otras líneas que transcurren a través de las comunicaciones de Madolyn por radio o celular, y que tienen que ver con identificar quién es el infiltrado de la mafia en la Policía. La imagen nunca corta a los interlocutores de Madolyn, de modo que esas líneas narrativas transcurren meramente a nivel sonoro. Con respecto a las actuaciones, el carácter demente que imprime Mark Wahlberg a su psicópata es una opción estilística, como tantos personajes perversos actuados por Jack Nicholson. Y no me imagino con qué criterio se puede decir que Michelle Dockery actúa mal.

Además del espacio confinado y el tiempo narrativo casi real, hay otras cosas peculiares. El objetivo mayor de los personajes positivos es mandar en cana a Moretti, el capo mafioso, pero este queda como un ente casi abstracto en toda la película (apenas vemos, de paso, una foto suya). Al policía corrupto y a la agente que se solidariza con Madolyn apenas los escuchamos, sin verles nunca la cara. Luego del showdown sensacionalista en el aeropuerto, el final es directo y escueto. La violencia gráfica es contenida comparada con otras realizaciones de Gibson, pero la hay (la piel desgarrada por el metal de las esposas).

Y sí, es medio inverosímil la premisa de que el matón tiene que arreglarse para liquidar al testigo y a la oficial que lo protege, mientras pilota un avión, totalmente desarmado y con una cantidad limitada de combustible. Pero varias películas de Hitchcock alabadas como obras maestras parten de premisas más inverosímiles que esa.

Por otro lado, es interesante la inversión de estereotipos de género. Madolyn es la que tiene que proteger, “caballerosamente”, a su testigo varón nada corajudo, y todo eso se lleva con naturalidad, sin llamar la atención sobre el asunto. El interés romántico de Madolyn, que se insinúa en la conversación radiofónica, parece ser un inmigrante árabe.

Mel Gibson pensó, dijo e hizo un montón de barbaridades en el correr de su vida, pero su peliculita es simpática, bien hecha, muy entretenida, y es un espécimen raro de un tipo de cine ajeno a tantos de los vicios (solemnidad, grandilocuencia, dimensión inflacionada, estilo hiperbólico, confusión narrativa) de varios de los blockbusters recientes.

Amenaza en el aire (Flight Risk), dirigida por Mel Gibson. Con Michelle Dockery, Topher Grace, Mark Wahlberg. Estados Unidos, 2025. Ejido, Movie Punta Carretas, Movie Montevideo, Tres Cruces, Nuevocentro, Portones, Costa Urbana, Las Piedras Shopping, Punta Shopping, Cines del Este (Maldonado).