Renée Pietrafesa Bonnet (1938-2022) fue una pianista, compositora de música erudita y pedagoga uruguaya. En algún momento de su juventud se fue a París a estudiar y, si bien su base de operaciones siguió siendo Montevideo, mantuvo un vínculo importante con Francia durante toda su vida. En 1984 fue nombrada Chevalier des Arts et des Lettres, importante distinción honorífica que otorga el gobierno francés. Su artículo biográfico en la Wikipedia francesa es más extenso y completo que el de la versión en español.
Durante aquella primera incursión parisina coincidió con la argentina Susana Lastreto y se hicieron grandes amigas. Lastreto se quedó a vivir en Francia. Más de medio siglo después de ese primer encuentro, desde su país de residencia, Susana articuló la idea de un documental-retrato basado esencialmente en conversaciones filmadas con Renée. El fallecimiento de Renée en 2022, a los 83 años, interrumpió el proyecto, pero Susana se las arregló para terminar sumando a las entrevistas ya filmadas imágenes de archivo y comentarios propios. Así, arribó a un mediometraje de 58 minutos.
La apariencia de Renée Pietrafesa estaba dominada por esa cabellera amplia que le crecía en esfera, casi como si fuera un aura alrededor de su cráneo. Debajo sobresalían unos ojos chiquitos pero sagaces y una casi siempre presente sonrisa que invitaba a la interacción. Es una de las imágenes que dominan esta película, junto al jardín bellísimo de la quinta familiar en la que residía, en el barrio de Reducto, con el glorioso paraíso que el padre de Renée chocó con su cachila y partió al medio, y que siguió creciendo en forma de V, con dos troncos separados.
La película brinda un excelente retrato de la personalidad luminosa de Pietrafesa, ajena a toda solemnidad y con una disposición muy abierta a que la música, o el arte en general, brotara de toda ocasión, ya fuera en una composición sesuda y minuciosamente escrita, en una improvisación, en clases-juegos con los que inspiraba y estimulaba a niños y adolescentes, en veladas que animaba tocando un tango de esos bien turísticos. “¿Por qué a los niños les gustan tanto los pizzicatos?”, pregunta Susana. La respuesta no puede ser más lisa e inocente: “Porque son graciosos”. Un concierto pedagógico muy bien preparado con un conjunto instrumental se ve frustrado porque, en un descuido burocrático tonto, los encargados omitieron trasladar a los niños que iban a ser los espectadores. Renée se lamenta con cero neurosis, luego sacude los hombros y decide tocar igual para las tres o cuatro personas presentes y quizás, también, para la cámara de Susana.
Si bien está casi toda hablada en español (con excepción de algunos fragmentos de archivo en los que Renée aparece en Francia hablando en francés), la película está pensada para ambos públicos prioritarios, el uruguayo y el francés. Así, una imagen del Palacio Salvo sirve para introducir la orientación: “Montevideo, capital del Uruguay, a orillas del Río de la Plata”.
El documental está realizado con mucho cariño, tanto en su actitud de compartir la personalidad de Pietrafesa con los espectadores como en la evidente devoción a su objeto. La voz over de Susana habla a Renée en segunda persona, emulando un mensaje al más allá, como si su compromiso principal fuera con la amiga fallecida. Renée aparece haciendo algo y la voz subnarradora dice “aquí estás haciendo” esto o aquello. Ese recurso termina siendo parte de la textura general de la película.
Otro componente son las pinturas de Renée. Pese a conocerla (sin demasiada cercanía) desde hace casi 40 años, nunca supe de su trabajo plástico. Susana tampoco lo conocía, y lo descubrió cuando estaba buscando material para finalizar la película. Son unos óleos muy bonitos, a veces en un limbo entre lo figurativo y lo abstracto, a veces pendiendo hacia uno u otro lado, y que explotan en colores muy vívidos. Al parecer, existen más de 100 de esas telas, y muchas aparecen reproducidas en la película.
Pero el recurso más especial y encantador son los dibujitos que hizo Susana a modo de comentarios o complementos narrativos. Hay una anécdota increíble que aparece en la imagen como un discurso paralelo, como una historieta, con globitos para los diálogos: si no me falló la atención, la banda sonora no hace referencia a lo que estamos viendo y leyendo. Mientras se habla de otra cosa, la historieta muestra cómo desembarcó por primera vez en Montevideo, pero se había olvidado de la dirección. ¡Sólo sabía el nombre de la calle! Así, en la ciudad ajena, Susana le dijo al taxista que iba a la casa de una compositora con una cabellera enorme, y el chofer le dijo: “¡Ah, Renée Pietrafesa!”. Resulta que había sido alumno de su taller de música cuando era niño y dejó a Susana en la puerta de la quinta, para arrancar a filmar la película que estamos viendo.
Renée Pietrafesa Bonnet: la quinta de los secretos. 42 minutos. En Cinemateca.