Día 1: Trotsky, Miranda!, El Cuarteto de Nos, Dillom, Abuela Coca

Las calles del Prado están sospechosamente tranquilas. Las puertas de la quinta edición del Cosquín Rock Uruguay acaban de abrir, faltan minutos para que los primeros acordes reverberen en el barrio y apenas unos pocos se aventuran al predio de la Rural, aún en horario laboral.

Foto del artículo 'Crónicas del Cosquín Rock Montevideo 2025'

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Adentro las cosas van tomando forma. Se divisan las primeras camisetas de bandas y muchos de los stands –que aumentan año a año y abarcan locales gastronómicos, venta de accesorios y juegos de las marcas auspiciantes– todavía se están armando cuando Vitrola Sur rompe el hielo del escenario Volkswagen, el único fuera del ruedo central.

Rodra.

Rodra.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Ganadores del Pre Cosquín en 2018 y encargados de abrir también aquella primera edición del festival, los oriundos de Cardal, Florida, desatan el primer micropogo de la jornada al incluir el puente de “Ji ji ji” en un ensamble de versiones. Casualidad u obra de una mente maestra, la primera jornada abriría y cerraría con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota como hilo conductor.

Nafta.

Nafta.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

En uno de los escenarios Antel –que son dos, ubicados en el ruedo central y alternados con precisión quirúrgica–, Rodra agradece estar presente como representante de una generación que trabaja incansablemente por la música. En el otro, con una voz potente y una banda que le da libertad para jugar con escenografía, vestuario y bailarines, Agustina Giovio presenta Generación de cristal en un show digno de encabezar un festival. Al rato, mientras Nafta despliega su virtuosismo (a pesar de un virus que merodea entre sus filas), el murmullo entre los presentes sigue haciendo eco de la presentación de la uruguaya.

Manolo y los Vespas.

Manolo y los Vespas.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

La veta rockera de la tarde recae en Manolo y los Vespass y la banda festivalera por excelencia: Trotsky Vengarán. Dueños del primer gran pogo, con banderas de clubes entre la audiencia y alusiones a las últimas polémicas futbolísticas desde el escenario, dan un set cargado de grandes éxitos; aunque sorprende la fuerza con la que el público adopta también sus temas nuevos: “El tsunami” es coreado con igual intensidad que “El alma en dos”. Como es habitual, Clipper se suma para “La vida duele”, una postal de genuina complicidad entre los veteranos del punk y la joven rapera.

Trotsky Vengarán.

Trotsky Vengarán.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

“Será precioso cuando se haga realidad”: así dice la remera de Gonzalo Brown y así lo canta en “El artesano”, elegida como la canción de regreso de Abuela Coca. Después de siete años de ausencia, la banda es recibida por su gente con banderas que decoran el escenario, canciones cantadas a pulmón y lágrimas de emoción. Por un rato, la Rural parece testigo de un reencuentro de viejos amigos.

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Foto: Rodrigo Viera Amaral

Entre la seguidilla de clásicos, Chole agradece el cariño y deja caer una promesa: “El año que viene la Abuela cumple 35 años. No diremos nada, pero habrá sorpresas”, adelanta antes de bajar del escenario y sumergirse en el abrazo de su público. Algo pasados de horario, se despiden con “Cría cuervos”, que en su furia cobra fuerza de grito de resurrección.

Abuela Coca.

Abuela Coca.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

A metros, Bhavi enfrenta el difícil cruce horario. Con una gran puesta en escena y personificado como “El glotón”, personaje de su disco Bhavilonia, el artista reúne a un público joven algo huérfano de propuestas urbanas en esta edición. Más tarde, Benjamín Amadeo comparte destino al superponerse con Dillom.

Benjamín Amadeo.

Benjamín Amadeo.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

“Ahora todos quieren venir a mi cumple”

Miranda! corta la emotividad de Abuela Coca con un show dinámico, cambios de vestuario y teatralidad, acompañados por su banda y un cuerpo de baile encarnando a las mucamas del Hotel Miranda —que suma una nueva “sucursal” con su último disco—. Del flamante álbum sólo suena “Me gusta”, junto a Tini, en una setlist que prioriza clásicos y convierte al ruedo en pista de baile pop.

Miranda!

Miranda!

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Inmediatamente después, comprometido con ponerse al hombro el “rock” que bautiza al festival, Dillom vomita la frenética “Coyote”, dando paso a una versión dramática y algo reducida de su set habitual. Abajo del escenario, la euforia es masiva: en su público conviven chicas de peinado con gel en los hombros de muchachos de buzo tejido y chicos con camisetas de Los Piojos que ondean trapos pintados a mano; el personal de prevención atiende desmayos y los gritos tapan a la banda.

Dillom.

Dillom.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

En 2023, Dillom se presentó al atardecer del Cosquín Rock local. Si bien venía de llenar la Sala del Museo el año anterior, a los escuchas casuales el fenómeno del jóven trapero y su oscura experimentación punk se les escapaba. Dos años y unos cuántos éxitos después, tal y como preveía proféticamente su hit “Pelotuda”, todos quieren ser parte de la fiesta.

El Cuarteto de Nos.

El Cuarteto de Nos.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

A horas de publicar su nuevo disco Puertas, El Cuarteto de Nos es recibido por una multitud de agite más bien tímido: en una setlist que prioriza sus últimos discos –incluido el estreno de “Cara de nada”–, el público se reserva el resto de energía para saltar con los hits.

Buitres.

Buitres.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

En el escenario Volkswagen, Miel y Kira1312 hacen bailar a los que se acercan y por El Galpón de la Catalina pasan los últimos invitados, que incluyeron a El Plan de la Mariposa, Ana Prada, Pablo Silvera y Agustina Giovio. *Buitres, en tanto, repasa clásicos apelando a la nostalgia. Con los ecos de “El cielo puede esperar” aún flotando en el aire, la gran mayoría de los asistentes empieza el éxodo de retirada, dejando unos pocos fieles a merced del after ricotero.

Miel.

Miel.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

El frío es síntoma claro del cambio de fecha de abril a mayo, que dejó obsoletos los carteles que aconsejaban el uso de protector solar (apenas dos bandas tocaron con luz natural) y complicó el disfrute de La Kermesse. Ni siquiera el arranque con “Un ángel para tu soledad” los retiene; los festivaleros se van cantando bajito, conservando energía. Es apenas la primera jornada: hay que guardarse para el sábado.

Kira1312.

Kira1312.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Día 2: La Vela, NTVG, El Club de la Cumbia

¿Cómo se hace para que florezca una emoción entre las decenas de toneladas de hamburguesas y chorizos a la parrilla, los millones de litros de refrescos con y sin alcohol, las filas infinitas del ejército de cobradores de efectivo y tarjetas de débito –convenientemente armado con sus dispositivos electrónicos y ordenadamente dispuestos sobre los bordes, los extremos y los pasillos de la Rural del Prado para evitar cualquier tipo de demora o inconveniente de los seguros compradores–, los numerosos e ineludibles guardias de seguridad y sus chalecos color naranja, ubicados a cada vuelta de esquina, las llamativas luminarias oficiales –con el eslogan “5 años de manija”– a distintas alturas avisando de próximos festivales y la llegada de Divididos, los juegos promocionales de las marcas de desodorantes y bebidas energizantes y la presencia siempre inquietante de una bandada electrónica de drones sobre el cielo del predio campero?

La Kermesse.

La Kermesse.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Pasadas las cuatro de la tarde del sábado, la cantante y guitarrista uruguaya de rulos colorados y sus compañeros arriman un buen marco de público sobre el escenario alternativo. Desde lejos se puede escuchar el rock valvular y desértico con una pata en Black Sabbath y la otra en los MC5 de la banda uruguaya Flor Sakeo.

Flor Sakeo.

Flor Sakeo.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Una campera de jeans, pantalones rojos y el sakeo pintado a mano en la espalda se retuercen en el escenario mientras la cantante le canta a la luna. Abajo, un pogo que es una mezcla de los movimientos del trap con los del punk envuelve a una barra de seguidores de ropas negras y holgadas.

Florencia Núñez.

Florencia Núñez.

Foto: Pablo Vignali

A la caída del sol, en uno de los escenarios principales, el R&B de los otrora raperos uruguayos 235 toma forma de a poco tras algunos inconvenientes de sonido. En su primera vez en las tablas grandes del festival, la banda se agranda en su química colectiva y su vibra reggae. Sube a cantar con ellos Facundo Balta. Dejan una buena versión de su optimista “Buenos días”: “Esos días en los que reina el bardo”, armonizan y la gente levanta sus manos, en señal de disfrute y complicidad de tribu.

El Plan de La Mariposa.

El Plan de La Mariposa.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Los necochenses de El Plan de la Mariposa activan el otro escenario principal. La banda familiar mueve una primera tanda de público grande sobre las baldosas de goma que protegen el pasto, se erigen las flameantes banderas de Peñarol y Nacional que permanecen en movimiento hasta la conclusión del evento, yendo de un lado hacia el otro de las actuaciones disponibles.

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Foto: Rodrigo Viera Amaral

La música del Plan propone psicodelia y un fuerte mensaje místico de comunidad en la forma de una reflexión con una dosis moderada de poesía. Al expresidente Pepe Mujica le dedican “Incandescente”: “Subí que el cielo se abre para vos/ Se expande para ver tu luz”, pero en su repertorio no son todas luces: “Tengo un pulpo negro que me aprieta la sien/ Me está haciendo daño y yo le doy de comer”, canta su frontman Sebastián Andersen en “Pulpo”. En la introducción del tema, en diálogo con el público, sugiere “animarse a buscar ayuda cuando te pega el bajón”.

El Kuelgue.

El Kuelgue.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Los cordobeses de Mixo Logia no se deprimen ni un poco sobre el escenario alternativo, frente al galpón de bovinos. En pieles y lentes de colores, despliegan un pop interesante de sintetizadores y guitarras ochenteras, frente a no más de 20 personas desperdigadas sobre el cemento. El cartel notoriamente desbalanceado de la jornada, entre bandas de gran convocatoria y otras emergentes y no muy conocidas por aquí, también le juega en contra a la pianista y cantante argentina *Dianela Milagros. Junto a una banda de músicos de aspecto gótico, sorprende con una versión de “Verano porteño” de Astor Piazzolla.

Por el galpón de La Catalina, pasan a cantar con la murga, entre otros, León Gieco y Florencia Núñez.

Viaje en el tiempo

Al comienzo de la noche, el uruguayo Pablo Silvera logra encender el primer fuego fuerte de la jornada, sobre uno de los escenarios principales. Al frente de Mota, un efectivo instrumento dado a revivir las canciones de Once Tiros y a probar con otras nuevas, la gente salta amontonada como se supone que suceda en este tipo de celebraciones. Suenan demoledoras “Tu postura”, “Batalla sin luz”, el coro de fanáticos acompaña en “qué bonita es la humedad en la pared”.

Eté & Los Problems.

Eté & Los Problems.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

De inmediato los porteños de El Kuelgue no transpiran para conquistar al público uruguayo con su música melosa, de funk y soul deforme y textos entre oníricos y entrañables con referencias a Los Simpson, la televisión argentina y los 100 barrios de su capital. La uruguaya Luana los acompaña en el hit “Carta para no llorar”.

Ramma.

Ramma.

Foto: Pablo Vignali

Entradas las ocho de la noche, el predio del escenario alternativo se llena de gente por primera y única vez, a la espera de Eté & Los Problems. La banda de Ernesto Tabárez abre con “Las palomas” y acelera con “Ruta 8”. Deja uno de los momentos más memorables del festival, cuando tocan “Ismael”, con la presencia estelar de Martín Quiroga y una cuerda de tambores. “¡Cómo que no!”, lanza el cantante de música tropical, mucho más que cómodo en el agite de ese instante y con el público de su lado, festejando la yunta.

Barbi Recanati.

Barbi Recanati.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

El escenario alternativo ofrece otras novedades para los más atentos: el trapero argentino Ramma, un joven de lentes y buzo blanco de jogging, cuyo aspecto hubiera generado un injusto e interminable bullying en otros tiempos, canta con gracia y estilo sus temas románticos y “Hechicera”, un superhit para el que invita a subir al escenario a su dueño, otra emergente figura del trap, el uruguayo Valuto.

No Te Va Gustar.

No Te Va Gustar.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Más tarde, la talentosa cantante, compositora y guitarrista Barbi Recanati, acompañada de la bajista Lucy Patané, entrega, como siempre, un set preciso y disfrutable de rock-pop con ecos de Marillion y Talk Talk, que incluye una versión de “Todo sigue igual” de Viejas Locas.

La Vela Puerca.

La Vela Puerca.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

De pronto es 2010. Por uno de los caminos vacíos y oscuros de esa hora se llega a otra ciudad: las multitudes siguen la música de No Te Va Gustar que impregna las paredes de cada galpón del predio y marea todos los sentidos. Las familias más alejadas se sacan fotos con las pantallas de fondo en las que la mayoría de las veces aparece la imagen del torso de su cantante y guitarrista Emiliano Brancciari. El último anillo de espectadores sigue el concierto cerca de los puestos de chorizos. La multitud más eufórica, cerca del escenario, sigue la coreografía del pogo con la rigurosidad de un credo impulsor.

La banda no da respiro. Tocan una tras otra las canciones de su repertorio a prueba de balas de forma robótica e irreprochable, no exentos de una cierta energía emotiva. El invitado Alejandro Spuntone se suma a una vibrante versión de “Tan lejos”. Brancciari anuncia que el grupo comenzará a grabar un nuevo disco a partir de agosto.

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Foto: Rodrigo Viera Amaral

El público de la improvisada ciudad no se mueve. Sólo cambia la música. Suena la armónica de Sebastián Teysera que vuelve a confirmar la vigencia de La Vela Puerca en cada uno de los estribillos replicados por la multitud. La cercanía en espacio y tiempo con sus colegas generacionales habilita una comparativa didáctica: La Vela suena más fresca y orgánica, también más desprolija y rockera y nunca tan ajustada como NTVG. “Van 30 pirulos que estamos transitando esta ruta”, cuenta Teysera. Ahora “El bandido salto de mata” suena menos acelerada y más funky.

Al final de la noche, los inquietantes El Club de la Cumbia logran conectar con la esencia de su ritmo con la presencia invitada de Miss Bolivia. La artista argentina canta “Bien warrior” y le dedica la canción a Pepe Mujica, al que imagina, en el medio del baile de sábado, “meneando el mondongo”.

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