“Como la araña que recorre los mismos hilos de su tela”, se escucha en golpes secos de cuerdas y parches que emulan una marcha de elefantes. “Como el dolor del error que olvidaste”, mastica el recitador. “Como la loca musiquita de aquel roto carrusel”, continúa el escritor y cantante Daniel Mella en el inicio de Volveré (Débil Records, 2025), el nuevo disco de Chino, con el orgullo resentido de la golosina menos atractiva de la caja.

¿Música industrial, noise rock y hardcore de un mal viaje? “Jódanse todos”, alguien grita al final de “Entre”. En una entrevista para TV Ciudad, Mauricio Ubal, un insólito –o no tanto– fan de la banda, definió la propuesta de Chino como “riesgosa y creativa” y la ubicó en los márgenes de “la música contemporánea electroacústica” que alguna vez había abordado en horas de estudio al lado de Coriún Aharonián y Jorge Lazaroff.

A Martín Recto lo vi por primera vez subido a un árbol en su documental Montevideo Under (2007). Junto con Pancho Coelho presentaba en sociedad su banda DanteInferno, pero prefería mínimamente acotar el discurso de su compañero, con fechas y precisiones. Mucho después lo conocí: recién arrancaba la pandemia y había metido su batería en un living donde apenas cabía, cuando los conciertos caseros de tarde-noche enmendaban algo del vacío y el encierro sin provocar, en teoría, mucho alboroto en el barrio.

En esos días también me contó de Chino, la banda que había formado con Juan Sacco, guitarrista de La Hermana Menor: “Con Juan nos conocimos allá por 2004, aproximadamente. Fue Andy Adler quien nos convocó, porque estaba armando una banda en ese momento. Si bien yo al tiempo me salí del proyecto, con Juan ya desde ahí pegamos tremenda onda. En poquísimo tiempo empezamos a juntarnos a hacer música nosotros. Ya desde un comienzo estuvo la idea de lo mántrico, lo repetitivo e intenso”.

Lo primero que Martín y Juan grabaron como Chino y que puede rastrearse en la web es un track de 20 minutos con guitarras, bajos, baterías y samples de Gastón Arévalo. Si tiene forma, antes que a una canción, podría remitir más directamente a una televisión prendida en una sala frigorífica, en el ir y venir entre un canal que emite una maratón de ciencia ficción de bajo presupuesto y otro con un concierto de desert rock. Se llama Houdini y es de 2008.

Después sacaron Trance folclórico (2014), que trae ocho tracks algo más convencionales, igual de ruidosos, con trozos de relatos, imágenes y voces deformadas, al servicio de climas siempre densos y enrarecidos. Le siguió 18 y Roxlo (2016), otro paso adelante en su experimentación sonora, pero también, y especialmente, en su potencia expresiva y narrativa. Detrás o delante de todos los ruidos, se sacude una intención poética. La confusión se desvanece con escucha atenta y repetida hasta volverse algo no menos amenazante, pero mucho más cercano a cualquier corazón sensible.

Antes de Volveré, Chino grabó el EP Chicos chicos chicos (2023), con voces y versos de Tüssi Dematteis (1969–2024).

“Con Daniel somos hermanos de diferentes madres. Nos conocimos en un instituto de enseñanza de inglés en Lagomar donde él era profesor y yo iba a estudiar. Ambos dragones de fuego, venimos compartiendo las vueltas de la vida”, cuenta Recto sobre su relación con el escritor Daniel Mella, el nuevo cantante de la banda.

“Juan y Daniel se conocían por mí, por mis cumpleaños, por los toques. El año pasado Daniel se integró a Chino, tras el fallecimiento del Tüssi, y se consolidó el trío actual. Se generó un proceso creativo muy especial para nosotros”, explica el baterista.

“Martín ya me había dicho antes si quería formar parte de Chino, pero yo no me sentía capaz”, admite Mella. “Se ve que no era el momento. El año pasado, sin embargo, fui yo el que le dijo a Martín que quería probar. Estábamos todos abiertos a que no funcionara, pero fue una conexión inmediata. Nos juntábamos en la casa de Martín y, desde un comienzo, empezaron a darse, de un modo muy natural y sorprendente, instancias en las que, como de la nada, a veces de charlas sobre cualquier otro tema –hijos, trabajo, lo que sea– empezaban a surgir las canciones que luego terminaron formando parte de Volveré”, relata el escritor, y agrega: “Aparte de la relación con Martín y con Juan, de lo bien que se sentía pasar un par de horitas a la semana con ellos, esa cuestión de cómo la cosa iba sucediendo casi sin esfuerzo fue la que me dio confianza”.

Mella asegura que con la música de Chino se puede bailar: “Depende de lo que tomes. Muchas veces hablamos sobre el tema. Hay canciones que son bailables, y otras para las que todavía no se inventó la sustancia que te las haría bailar, pero ese es el problema de hacer música del futuro”. “Chino cree en lo inflamable, en la textura y el mantra que atraviesa los dientes apretados, en poner toda la atención y escuchar ese instante donde no pasa nada”, apunta Sacco.

Recto dice que la longevidad del grupo se sostiene en la relación humana y en la necesidad de expresarse a través de lo sonoro: “Chino es un proyecto de investigación, profundizamos en conceptos viejos y traemos conceptos nuevos al proceso. Si sobrevivió, fue a partir de la convicción de la validez de lo que estamos diciendo. Buscamos la contundencia a partir de la nada. Hay pilares que se mantienen, pero como la búsqueda hacia lo inasible. Cada vez es como empezar de cero, y en bolas”, remata.

Chino presenta Volveré. Sábado a las 21.00 en la sala Ducón (Convención 1101). Entradas a $ 440 en Redtickets.