La primera fortaleza de Ghana es saber lo que hace. Tiene un sistema de juego bien ensamblado con el que procura, todo el tiempo, jugar con pelota dominada y la ras del piso. Desde atrás o cuando está en ataque, es igual, esa es su filosofía. Pero además, tiene gol. Mucho gol. A las pruebas me remito.
Cuando el partido recién se armaba, a los 6’, las ghanesas hicieron el primero. A Millot Pokuaa, que juega con la 3 como si fuera Asamoah Gyan, le quedó servida en el área y la cambió de palo. Un rato después, a los 13, Mavis Owusu, la volante por derecha, puso quinta a fondo, fue imparable por su andarivel y tiró el centro que derivó en el segundo gol de las africanas: centro al área chica y cabezazo de la capitana Abdulai Mukarama.
Algo que se vio promediando el primer tiempo y también se repitió en el principio del segundo: presión finlandesa en tres cuartas canchas para hacer con la pelota. Con eso, que le provocó hacerse con el balón de forma rápida, las europeas se pararon mejor arrinconando a su rival prácticamente sin poder pasar la mitad de la cancha.
Así planteado, el partido fue otro. La buena circulación de Finlandia empezó a generar peligro. El gol del descuento llegó a los 74, aunque los méritos anteriores fueron muchos. Recién ahí, al borde del cuarto de hora final, Jenni Kantanen metió el 2-1. Los minutos siguientes fueron idénticos y, por un momento, no estaba lejos la idea de que Finlandia podía empatar: los cambios de Ghana fueron más bien defensivos, algo andaba mal.
Un tiro libre a los 85 le dio la tranquilidad a Ghana. Grace Animah le pegó como manda el manual a esta edad: alto, a donde a la arquera le va a costar llegar. Y sucedió. Anna Koivunen no la pudo sacar y la palmada débil terminó con la pelota adentro del arco.
3-1 y clasificación casi abrochada para las africanas.