Cuando se hizo el sorteo para conformar los ocho grupos de la Copa del Mundo 2018, dos impresiones ganaron a la mayoría de los uruguayos: que habíamos caído en el más accesible y que el rival más importante era la selección local, por sus cualidades y porque, precisamente, jugará en su ambiente, en su casa.
Cuando se estudia más en detalle, se puede llegar a otras conclusiones. Por ejemplo, al analizar sus últimos partidos de preparación, o al juzgar con cierta soltura a sus entrenadores y sopesar la valía internacional de sus jugadores, la impresión primaria cambia: es la selección egipcia la que emerge como el enemigo principal. Y será el primero a enfrentar, en tanto la cita está marcada para el segundo día de competiciones, para el viernes 15 en el Ekaterimburgo Arena a las 9.00 de la mañana uruguaya, en la tarde rusa.
De ese rival ya sabemos muchas cosas. Para empezar, que es dirigido por un argentino, Héctor Cúper, nacido el 16 de noviembre de 1955 en la pequeña ciudad de Chabás, en la provincia de Santa Fe. Primera aproximación: nos conoce muy bien. Sigamos anotando datos: dirige a Egipto desde marzo del 2015, cuando lo condujo en la Copa de África en la que fue subcampeón, detrás de Camerún. Luego lo clasificó a la Copa del Mundo como ganador del grupo que también componían Ghana, Congo y Uganda.
Óscar Washington Tabárez hizo el panegírico de su colega en la última conferencia de prensa que dio en Uruguay: “Es un muy buen entrenador, de mucho prestigio: fue el mejor entrenador del mundo en el año 2000, jugó dos finales de Champions, fue nombrado el mejor entrenador de África”. Nuestro entrenador copia en eso –sólo en eso, afortunadamente– a un predecesor suyo, Omar Borrás, quien siempre definía a sus próximos rivales como excelentes equipos. La ganancia era doble: si Uruguay ganaba lo había hecho ante un gran rival, mientras que si perdía, el resultado adverso se justificaba porque se había tratado de un rival sumamente fuerte.
En realidad, Cúper también es conocido como perdedor de muchas finales –en las dos ocasiones en las que llegó a la definición de la Champions– y fue cesado luego de tener discretos o malos resultados con varios equipos: Inter de Milán en 2003, Mallorca en 2006, Betis en 2007, Parma en 2008, la selección de Georgia en 2009, Racing de Santander en 2011, Al Wasl en 2014. Eso sí, después de asumir funciones en la selección de Egipto en 2015 ha tenido éxitos indudables: primero, el vicecampeonato en la Copa África 2017; y en octubre del año pasado, lo dicho sobre la clasificación al Mundial.
Ese pequeño pero fructuoso proceso fue llevado a cabo con un plantel muy similar al que estará en la Copa del Mundo. Es muy importante haber tenido un tiempo adecuado de sintonía con un grupo de jugadores determinado. Ese es un punto a favor de esta formación egipcia, que es muy posible dispute con Rusia una plaza para la fase siguiente. De hecho, la clasificación tiene el especial mérito de haber sido conseguida luego de 28 años de ausencia de los Mundiales, ya que su segunda y última participación fue en Italia 1990, torneo en el que cosechó dos empates y una derrota, y quedó afuera en la primera fase.
Acercándose a las pirámides
El Egipto de Cúper jugó cinco partidos amistosos previos al Mundial y no ganó ninguno, aunque el único que lo vapuleó fue Bélgica, en el último. La fuerte selección belga le ganó 3-0 el miércoles 6. Antes, en marzo había perdido 2-1 con Portugal y 1-0 con Grecia, en mayo había empatado 1-1 con Kuwait y el 1º de junio 0-0 con Colombia en la que fue su mejor actuación.
No es una selección que se pueda descartar rápidamente. Por el contrario, tiene chance de pasar a los octavos de final. El equipo del argentino aparece con mejores posibilidades en la comparación con las débiles formaciones de Arabia Saudita y Rusia, ante las que debería sacar ventajas. En ese marco, un empate con Uruguay sería festejado sin discreción.
En el partido con Colombia los egipcios defendieron mucho y bien, lo que les permitió rescatar un meritorio empate. Y fue con la mejor Colombia de José Pékerman, la Colombia mundialista a pleno con James Rodríguez, Radamel Falcao, Juan Guillermo Cuadrado, el medio Carlos Sánchez y el arquero David Ospina, por nombrar sólo a los de mayor relumbrón.
A qué juegan
Los egipcios plantean un esquema de 4-2-3-1 bastante cuadradito, pero muy inclinado a intentar cubrir con cantidad de hombres la falta de calidad existente, sobre todo en su sector defensivo derecho.
Los defensas centrales tienen fortaleza en Ahmed Hegazy (el número 6), jugador del West Bromwich inglés, que se ubica a la izquierda en esa zaga pero el entrenador vacila entre acompañarlo con Ali Gabr (2), que juega en el mismo club que Hegazy, o con Samir (20), y ninguno de los dos dan certezas en su juego, lo mismo que el lateral derecho Ahmed Fathy (7). En cambio, es buena pieza el lateral izquierdo Mohamed Abdel-Shafy (13), quien, además, tiene buena subida al ataque.
Como volantes de contención se ubican, a la derecha, Mohamed Elneny (17), que integra el plantel de Arsenal con más condiciones de jugador de armado que de quite y marca; a su lado, Tarek Hamed (8), con pinta de centromedio peleador. En esa zona puede alternar Sam Morsy (5), otro de la legión inglesa, que se desempeña en Wigan.
De esta última zona sale una virtud del equipo que se sostiene con otros aportes: tiene una muy aceptable posesión de pelota. Hacen bien las recepciones y también los cambios de dirección y de ritmo en el traslado defensa-ataque. En ese sentido son un equipo de cuidado. Pueden dormir el partido o lanzar estocadas rápidas de contragolpe.
En esa línea de buen trato de pelota cobran importancia los tres enlaces o enganches, quienes combinan acciones de mediojuego o de ataque –esa función que para el periodismo uruguayo medio parece haber desaparecido del fútbol–. Por la derecha, Amr Warda (22), que juega en un club griego y defiende poco cuando apuran a su lateral derecho, porque tiene alma de delantero, se esboza como el que perdería la titularidad si aparece en el equipo la gran incógnita, el crack de Liverpool, Mohamed Salah (10), quien transita, en las salidas ofensivas, ese lateral de ataque. ¿Podrá jugar? El estado de la recuperación de su hombro lastimado, las decisiones de la sanidad y del entrenador lo definirán pocas horas antes del partido debut con los nuestros.
Abdallah Said (19) es el que más habita la zona central, un jugador de buena habilidad. Por la izquierda se mostró en buena forma en el partido con Bélgica el más joven de los hasta ahora nombrados, Ramadan Sobhi (14), de 21 años y jugador de Stoke City –otro más que llega desde Inglaterra–. Se muestra vivaz y participativo, y engancha bien con el único jugador de punta neto, Marwan Mohsen (9), que tiene polenta con su 1,85 de altura.
Hay un valioso jugador que puede ser titular por cualquiera de los tres enlaces o para ser delantero: Trezeguet (21), del Kasimpasa de Turquía, quien antes defendió al Anderlecht belga. Así, a secas, le llaman, incluso en la lista de 23 jugadores presentada a la FIFA, aunque se llame Mahmoud Hassan y lo conozca bien Fernando Muslera.
Si de goleros hablamos, la primera opción de Cúper es un hombre de 45 años –lo que llama mucho la atención aun para ocupar ese puesto apto para longevos–, Essam El Hadary (1), quien muestra seguridad, aunque el director técnico no parece estar muy seguro de él y lo ha alternado bastante con Mohamed Elshenawy (23), de 29 años y con buenas acciones y oficio.
Últimas observaciones
Varias veces se ve a los egipcios perder pelotas en acciones de avance y no reaccionar adecuadamente, por lo que se meten en problemas en los contragolpes rápidos. Faulean cerca de su área sin hacerse muchos problemas. Esas acciones pueden ser muy aprovechables. En general, muestran pobreza en el ataque, por eso el “Salah sí” o “Salah no” que se menciona hasta el cansancio no es un detalle menor.
Por último, una más a favor: saben sacar valiosos empates ante rivales superiores. Lo que hicieron con Colombia es un ejemplo fuerte.
Dejemos el final para el Maestro Tabárez. Citemos su última aparición ante los medios, cuando luego del 3-0 frente a Uzbekistán se refirió al partido que los celestes tienen por delante con Egipto: “Espero un partido muy difícil”, “no hay un rival fácil, por definición, en un Mundial”, “todo lo que se hable antes puede ser ratificado o no al momento de jugar”, “lo que es seguro es que no hay partido perdido o ganado antes de jugarlo”, “lo que venga después tendrá la huella del primer partido; en el Mundial anterior perdimos el primero”, “la aspiración nuestra es ganarle a Egipto; lo único que hay que ver es si podemos, y eso se sabrá cuando se juegue”.
El ranking ilustra
Si se toma el Ranking FIFA como la aproximación mayor para calificar la calidad de las 32 selecciones, el resultado de esa observación da un resultado indudable: por lejos, el grupo A es el de menor calidad. Para decirlo rotundamente: es el peor. Las dos selecciones peor puntuadas entre las 32 participantes, Arabia Saudita y Rusia, integran este grupo. La primera ocupa la posición número 67 y la local, la 70. Ninguna selección mundialista está más abajo en el ranking elaborado por la federación internacional del fútbol.
Uruguay –hay que decirlo todo– también aporta a esa baja calificación del grupo donde juega el local: por estar en la 14ª posición es el peor entre los que están mejor puntuados en cada uno de los grupos. Egipto, por su parte, está ranqueado en el puesto número 45 y es, también por lejos, el peor de los que se ubican en la segunda posición de cada grupo.
Lo que resulta del análisis del Ranking FIFA es muy claro: desde el punto de vista del equipo celeste, este se ubica en el mejor de los grupos posibles, o sea, en el más débil. Eso se ha ido comprobando, en estos días, con la simple observación de los tres rivales y sus pobres resultados y rendimientos en los últimos partidos de preparación.
La conclusión no puede ser panglossiana, no debe alentar al exagerado optimismo. Tampoco lo contrario, obvio. Si en el mundo del fútbol o en el fútbol del mundo nadie desea jugar con Uruguay porque es considerado un rival siempre difícil, también es cierto que ningún rival se vuelve mágicamente fácil ante un equipo vestido de celeste.