Sin dudas, ha sido el mejor partido de lo que va del Mundial. Porque también se definió en la hora, pero además porque tuvo seis goles y cambios en el tanteador: primero fue ganando Portugal, luego lo dio vuelta España, al final terminó empatado. Partidazo con todas las letras.
La figura de la noche rusa fue Cristiano Ronaldo. Exuberante y preciso, eficiente y determinante. El crack portugués hizo los tres goles de su selección: el primero (4') de penal -falta que le cometieron a él también-, el segundo (44') fue un tiro lejano que tuvo la floja actuación de David de Gea y el tercero (88') fue una joya arquitectónica de tiro libre, comba por fuera de la barrera que se metió en el ángulo. Enorme.
Pero España es España y tiene con qué tirar: buen toque, transiciones siempre al pie, trata de distraer por un lado mientras suben los laterales por el otro, suma hombres al ataque con facilidad, y muchos de ellos tienen el suficiente talento como para desequilibrar las cosas. Uno de los talentosos es el brasileño Diego Costa. Fue el artífice de los dos empates españoles: el 1-1 y el 2-2. Este último resultado fue el que le permitió a España jugar mejor. Se acomodó, prácticamente acorraló a Portugal, logró pasar 3-2 con el gol de Nacho y pudo ampliar diferencias.
Y ahí quedó. Poder pudo, pero no lo hizo, entonces el poder quedó a mitad de camino hasta que apareció Cristiano Ronaldo.