El Mundial termina con dos partidos. Cuatro son las selecciones que llegaron al final, a jugar los siete partidos, ese objetivo que se plantean los equipos antes de arrancar la competición. Algunos tienen la suerte –o la capacidad, más bien– de concretar esa búsqueda jugando la final, como es el caso de Francia y Croacia, que se enfrentarán mañana en el estadio Olímpico Luzhniki de Moscú, a las 12.00 de nuestros relojes. Los franceses llegan más descansados (con un día más que su rival) y sobre todo con más contundencia. Con más juego y más claridad. Si bien no le fue fácil, ha sorteado a sus rivales (Argentina, Uruguay y Bélgica) demostrando adentro de la cancha su superioridad. Y cuando no se puede ir por abajo, los goles vienen por arriba. Francia ataca bien la pelota. Como muestra basta un botón: los goles de la clasificación en cuartos y semifinales vinieron de cabeza: Raphaël Varane contra Uruguay y Samuel Umtiti frente a Bélgica. Los dos por arriba, pero con buenísimos centros desde un tiro libre de uno de sus grandes jugadores en este campeonato: Antoine Griezmann. El equipo de Didier Deschamps irá por su segundo Mundial. Todo comenzó en 1998, cuando los galos organizaron la Copa del Mundo, la ganaron y le dieron el puntapié inicial a una generación que, ahora renovada, se encuentra en una nueva final a 20 años de aquel día. En el medio, un vicecampeonato: en Alemania 2006 llegaron a la final y perdieron con Italia. Y un poco más. En 2000 fueron campeones de la Eurocopa, y hace dos años, en 2016, lograron el subcampeonato luego de perder en la final con Portugal. Muchos méritos y virtudes; las palabras sobran.
Enfrente, un rival conocido: Croacia. A 20 años de la gesta de Francia 1998, cuando consiguieron el tercer puesto, los croatas ahora irán por ser campeones. En aquel Mundial que ganaron les bleus, precisamente fue ante los balcánicos que lograron meterse en la final, luego de derrotarlos en semifinales (2-1, en Saint-Denis). Este equipo laburadísimo –por juego, constancia y corazón– llega a la final frente a Francia habiendo jugado un partido más que los galos, ya que Croacia pasó estas tres últimas llaves con alargues de 30 minutos en cada partido, los que suman 90 minutos de juego y traen consigo cansancios, físicos y de cabeza, presiones y miedos de perder, o hasta de ganar. A todo eso hay que sumarle que en dos de las fases anteriormente mencionadas tuvieron que llegar a los penales para poder seguir. Además, los croatas llegarán con un día menos de descanso. Pero es una final, y hay que jugarla. Este equipo también tiene méritos. Luego de una primera fase perfecta, en la que logró tres victorias en misma cantidad de partidos jugados, se sacó de encima a Dinamarca, al local Rusia –nada más ni nada menos– y a los ingleses, que a medida que pasaba el Mundial se convertían en serios candidatos a ganarlo. La del domingo será una final inédita en la que Francia irá por su segunda estrella y Croacia, por hacer historia.
También hay que jugarlo
Antes de todo, está el partido por el tercer puesto. Ese que dicen que “nadie quiere jugar”, pero hay que hacerlo. Y te da la posibilidad, nada menos, de subirte al podio del campeonato de selecciones más importante de fútbol. Es llegar al último día, estar ahí, tal vez con la sensación de que la felicidad iba por el lado de jugar la final, pero estás ahí. El tercer y cuarto puesto quedarán determinados luego de que jueguen Bélgica e Inglaterra, que vienen de perder con los finalistas. Para los ingleses, será la chance de superar la posición que consiguieron en Italia 1990, cuando perdieron en esta misma instancia con los locatarios –sin contar con que tienen un título, el de 1966–; los belgas tienen la chance de superar su máximo puesto histórico, el cuarto lugar con el que se quedaron en el Mundial de México 1986. Pase lo que pase, ha sido una gran Copa del Mundo para las dos selecciones. Bélgica sigue haciéndose fuerte con esta generación que ya tiene dos mundiales arriba; e Inglaterra participó en este torneo con una selección muy joven, casi en su totalidad diferente a la que jugó en Brasil 2014, y con el objetivo de llegar a lo más alto en Catar 2022, según palabras de su propio entrenador, Gareth Southgate.
En la pantalla
Ya que repasamos la historia reciente de la selección francesa, va una recomendación cinéfila: Les Bleus: una historia de Francia, 1996-2016. Se puede ver en Netflix. Este documental hace un repaso por el período 1996-2016 de la historia de la selección de Francia. En esos años cambió la historia de este equipo, de la federación y de la visión de los franceses con respecto al equipo nacional. El golpe de cabeza de Zinedine Zidane a Marco Materazzi en la final de 2006; el escándalo de Karim Benzema (ver El caso Benzema, también en Netflix); la influencia de los inmigrantes, sobre todo de los árabes, en la selección; la mirada del periodismo y de la gente; las dificultades culturales y raciales y cómo ellas pesan sobre la conformación de un equipo. “El deporte es política”, dice uno de los campeones del 98, Lilian Thuram: “Si ganan son los ‘negros, blancos y árabes’. Y si pierden son chusma extranjera”, cuenta Eric Cantona. Hay que verlo.