Otra vez por la cancha de arriba. Receta conocida: Antoine Griezmann el ejecutante y uno de los zagueros el que gana de cabeza. En este caso fue Samuel Umtiti, el de Barcelona, quien se anticipó en el primer palo apenas variando la dirección de la pelota para descolocar a Thibaut Courtois, el arquero belga. Iban 50 minutos, fue un gol finalista para siempre. Chapeau para Francia, una gran selección de fútbol que ha ganado cada instancia del Mundial demostrando un repertorio amplio de virtudes, por lo general con gran poder ofensivo, aunque ayer sacó a relucir lo mejor de su tarea defensiva.
No debe ser curiosidad, más bien trabajo. Pero fue el segundo gol –no consecutivo, porque en el medio está el de Griezmann a Uruguay– en fase de eliminación directa en el que Francia gana por arriba atacando la pelota. Dicho al revés, tanto Raphaël Varane contra la celeste como Umtiti ayer tuvieron el mérito de ganar en el espacio vacío, ahí donde siempre hay un defensor preparado sólo para eso y no para marcar individualmente. Ayer fue Marouane Fellaini el que perdió con Umtiti; antes fue Cristhian Stuani el que no pudo con Varane. Bien Francia, todo mérito suyo, reavivando lo que comúnmente se dice: hay instancias en las que los partidos se definen en los detalles. Seis mundiales, tres finales para los franceses. Enormes.
Fútbol clave
Un equipo al que se presume ofensivo ayer demostró que la defensa fue la clave. En el primer tiempo, el más determinante de todos los de atrás fue el arquero francés, Hugo Lloris. Primero, porque estuvo seguro en cada envío aéreo que salió de los pies de Kevin de Bruyne o de Eden Hazard –el mejor de los belgas–. Pero además Lloris hizo una atajada vital para sostener el cero en su arco. El de Tottenham voló hacia su derecha y sacó abajo un dificilísimo tiro de Toby Alderweireld.
En el segundo tiempo, casi que lo primero que hizo un defensor francés fue el gol. Umtiti ganó en la cancha de arriba y a cobrar. Después reculó bastante y aquel 4-3-3 inicial parado en tres cuartos de cancha comenzó a situarse íntegramente en su campo. Nada de presión alta como antes, sino que optaron por apretar las líneas y no dejar jugar a Bélgica. Tanto, que en determinado momento de partido Paul Pogba terminó siendo un zaguero más en el afán de cortar los desesperados centros rivales.
A Bélgica le faltó profundidad. Es verdad que minimizó las expresiones ofensivas de Francia, que tuvo la pelota e hizo y deshizo con la posesión. Pero se quedó corto. Acá es necesario notar otro mérito defensivo de los galos: no despegarse de Romelu Lukaku. Tanto Umtiti como Varane, quienes se turnaron en la marca del 9 belga, fueron una estampilla.
De Bruyne y Hazard se quedaron sin socio directo. Con Lukaku contenido –que igual guapeó buscando involucrarse–, la intención de Bélgica fue buscar por afuera. Y hay que insistir: otra vez ganó la defensa azul. Benjamin Pavard por la derecha y Lucas Hernández por la izquierda fueron un cerrojo constante. Y cuando alguno se vio superado, ya sea por la poca intensidad defensiva como por la no asistencia de algún compañero de los del medio, los centros belgas no fueron buenos o, sencillamente, fueron rechazados. Casi media hora final así. Bélgica asediando, Francia bien cerrado.