Poner en la agenda universitaria uruguaya el estudio del fútbol en forma específica es la difícil tarea que vienen llevando adelante los magísteres en Historia Juan Carlos Luzuriaga y Andrés Morales, coordinadores del Grupo de Estudios de Fútbol del Uruguay (Grefu). Esta entidad nació en el año 2011 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), en el marco del programa Incubadora de Proyectos de Investigación de Egresados.
Luzuriaga es autor de, entre otros libros, El football del novecientos. Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay (1875-1915) (2009, Fundación Itaú-Ediciones Santillana), y Morales de Fútbol, identidad y poder (1916-1930) (2013, Editorial Fin de Siglo), dos textos imprescindibles para quienes quieran comprender el origen y el profundo y temprano arraigo que tuvo el fútbol en Uruguay.
¿Cómo se gestó el Grefu?
Juan Carlos Luzuriaga (JCL): Fue un proceso que llevó varios años. Con Andrés nos conocemos desde 2005 y con él y otros investigadores coincidíamos en que faltaba la mirada de la academia, de nuestra academia en particular, que no veía a la historia del fútbol y del deporte en general como algo que mereciera estudios en profundidad. En 2011 el profesor Pierre Arrighi, que vive en Francia desde hace muchos años, se puso en contacto conmigo y me planteó una mirada que yo no tenía, la de las universidades europeas, que ya desde hace tiempo vienen estudiando la temática del fútbol. Él me planteó que si bien había algunas instituciones que tenían una mirada que reconocía al fútbol sudamericano en general y al uruguayo en particular, había otras que no. Entonces ahí decidimos presentar formalmente en la FHCE el proyecto de crear un grupo de estudio académico del fútbol, con varias perspectivas, no sólo históricas, sino también sociológicas, antropológicas. Un tribunal nos avaló el proyecto y comenzamos a trabajar. Nosotros partimos de la base de que podemos hablar de fútbol en un plano de total igualdad con los académicos europeos, porque esto no es la carrera espacial; acá estamos hablando de fútbol y los antecedentes de Uruguay, no solamente los deportivos, sino la manera en la que impregna el fútbol en nuestra sociedad, nos avalan plenamente. No [hacemos este trabajo] con la idea de polemizar directamente con los académicos europeos, sino con la de aportar una mirada complementaria y también para el periodismo deportivo, que centra sus análisis básicamente en lo que pasa en los partidos de los domingos. Nuestra idea es tener una mirada social del fútbol. Básicamente tomamos como modelo la experiencia en este tema de Argentina, donde desde hace tiempo están trabajando los profesores Julio Frydenberg y Pablo Alabarces. Coordinamos los proyectos de investigadores que vienen y presentan diferentes temas, pero no tenemos un organigrama estructurado. Invitamos a la gente y si les interesa y pueden participar lo hacen, en las más diversas áreas del deporte; no sólo del fútbol de élite, de Primera División, sino también sobre el fútbol barrial, el fútbol infantil, el fútbol femenino y también el fútbol del interior, que es muy importante. En ese sentido, en nuestras actividades abrimos el panorama y estamos totalmente abiertos a miradas menos convencionales.
Andrés Morales (AM): Uno de los grandes problemas con el que nos encontramos cuando empezamos a trabajar fue que casi no teníamos bibliografía académica específica sobre fútbol en Uruguay. En Argentina y Brasil ya había un campo de producción muy importante desarrollado, pero acá estaba todo por hacer. Sin menospreciar la producción periodística sobre fútbol, nosotros buscamos una mirada diferente sobre el tema, por ejemplo vincular al fútbol con la identidad, con la construcción de estereotipos, con categorías antropológicas. Lo que acá estamos haciendo es el mismo proceso que en Brasil se vivió a fines de la década de 1990, cuando la universidad comenzó a tomar el tema del fútbol vinculándolo con la nación y aportando otras miradas. Pero además lo comenzaron a hacer desde un lugar diferente: no lo hacían en un tono peyorativo. Porque lo que pasó durante mucho tiempo es que el intelectual cuando hablaba de fútbol lo vinculaba al populismo, al fascismo, a la alienación de masas. Un ejemplo muy claro de esa visión es la del argentino Juan José Sebreli. Pero estos universitarios comenzaron a estudiar el fenómeno del fútbol como una forma de leer simbólicamente las sociedades contemporáneas. Pocas cosas como el fútbol nos ayudan a ver lo que son la construcción de identidades colectivas, y entonces tanto a partir del estudio de los clubes como de las selecciones nacionales podemos ver cómo se dio el proceso de construcción de una localidad, de un barrio, de una rivalidad barrial, de la construcción de la nación, de la alteridad. Ahora en la tesis de doctorado estoy trabajando en el tema de Maracaná, en forma comparada con Brasil y Uruguay. Para los brasileños la derrota en Maracaná sigue siendo un tema central, que hizo rever toda la construcción del fútbol brasileño. Mi idea es estudiar cómo brasileños y uruguayos nos vemos a través de Maracaná, y realmente hay mucho para trabajar. Sobre Maracaná hay una producción periodística que es muy buena, pero lo difícil es acercarse a un tema tan apasionante no con un tono nacionalista, sino tratando de ver y entender cómo nos vemos uruguayos y brasileños a través de Maracaná. Un tema central a trabajar para mí es el de la garra charrúa, que es una construcción simbólica que poco tuvo que ver con las grandes hazañas del fútbol uruguayo.
Hace algunas semanas, en un nota de Brecha, Aldo Mazzucchelli tocaba ese tema...
AM: Exacto. El estereotipo nuestro hoy para el mundo es el de la garra charrúa, y todo esto no nace en Maracaná sino que se dio algún tiempo antes, en el Sudamericano de 1935, en Lima, pero es un elemento que en realidad poco tuvo que ver con los grandes triunfos del fútbol uruguayo. Se hablaba de garra, se puede ver alguna mención a los charrúas después de Maracaná, pero de ninguna manera es el elemento central. Lo que pasó es que posteriormente, a partir de la década del 60, se empieza a construir ese estereotipo de la garra charrúa como símbolo de toda la historia del fútbol uruguayo. Esa construcción, como bien lo dice Mazzucchelli en su nota, tuvo como eje la colección 100 años de Fútbol, que dirigían Franklin Morales y Eduardo Gutiérrez Cortinas, en la que se centra la gloria del fútbol uruguayo en Maracaná y aparecen algunos fascículos dedicados a los caudillos, e incluso aparecen las fotos de José Nasazzi y Obdulio Varela y se vinculan con la figura de Artigas. Entonces esta colección pasó a ser tomada como producción de sentido por todos los periodistas y prácticamente quedó en el olvido lo que realmente era el fútbol uruguayo en su origen, un fútbol basado en los toques y en jugar bien. Jamás en ninguna colección de fútbol uruguayo se hablaba de eso, siempre se resaltaban las figuras de los caudillos, de los zagueros recios, [la idea de] que se ganaba únicamente metiendo. Entonces hay mucho para trabajar sobre el tema, recién estamos empezando. Es muy interesante el tema de los estereotipos, cómo nos ven desde afuera a partir de lo que construimos desde acá. Porque después, particularmente a partir del Mundial de México de 1986, se tocó fondo y la garra charrúa pasó a ser para el mundo un sinónimo de violencia y quedó asociada a las patadas, a meter la pesada, algo que nada tenía que ver con la rica historia del fútbol uruguayo.
JCL: Hay que tener en cuenta que cuando se escribió la colección 100 años de Fútbol, a fines de la década del 60, las selecciones uruguayas de aquellos momentos tenían referencias muy difíciles de alcanzar, porque en aquel momento, antes del Mundial de México de 1970, los referentes eran los campeones de Maracaná, que estaban en su enorme mayoría vivos y opinando. Y además también estaban vivos algunos veteranos de las gestas olímpicas y del Mundial de 1930, y todos sabían realmente cómo habían sido las cosas. Sin embargo, aun así, lo único que quedó, lo único que se pudo construir, fue el mito a partir de la entrega, pero además de la entrega mal entendida. Lo que era la entrega de un jugador como Nasazzi, por ejemplo, quedó en patoterismo, en una concepción totalmente deformada de la realidad.
AM: Pero lo interesante además es ver cómo ahora alguna parte del periodismo está empezando a abrir la cancha y a mostrar que hay mucho de invención en ese tema, cuando antes era impensado cuestionar esa idea de la garra charrúa. Otra cosa muy interesante, que lo vemos trabajando conjuntamente con sociólogos, como Rafael Bayce, entre otros, es cómo han cambiado las expectativas de la gente cuando Uruguay juega en un Mundial. Pasamos de un cuarto puesto en el Mundial de México de 1970, que no se festejó para nada y ni siquiera se tomó como una buena actuación, a Sudáfrica 2010, cuando salimos cuartos y las calles se llenaron de gente para recibir a los jugadores. Ver a la selección uruguaya jugar la semifinal del Mundial con Holanda se consideró un logro inconmensurable. Y ahora el quinto puesto en Rusia, si bien no se festejó, fue visto en general como una buena actuación; es notable cómo ha ido cambiando esa configuración de la opinión pública. Antes valía ser campeón o nada, y cuando las actuaciones no eran destacadas, constantemente se estaban buscando chivos expiatorios, culpando a alguien. En ese sentido, a partir del Mundial de Sudáfrica 2010 claramente ha habido una ruptura.
Hay un tema muy interesante, que es cómo en Uruguay el fútbol tuvo un papel muy importante en la culminación de la conformación de la identidad nacional.
AM: Claro. Los años de los triunfos olímpicos y del Mundial del 30 coinciden con el centenario de la Declaratoria de la Independencia y de la Jura de la Constitución, que fue un momento de anclajes monumentales de la identidad nacional. La inauguración del monumento a Artigas en la Plaza Independencia en 1923, el Palacio Legislativo en 1925, el Monumento al Gaucho en 1928 y el estadio Centenario en 1930 son un reflejo de ese momento histórico, y en ese marco el fútbol es tomado como una tradición más del país. La camiseta celeste no tenía tantos años, surgió en 1910, pero en la década del 20 se termina de conformar esa construcción en la que el fútbol queda totalmente ligado a la idea de nación.
JCL: Además hay que tener en cuenta que la población del país por esos años, en la década del 20 y 30, estaba totalmente impregnada por la inmigración. A esas personas que venían aburridas de las guerras europeas poco les importaba que les hablaran de la Batalla de Las Piedras o de la Guerra Grande, pero una batalla inocua, como puede ser un campeonato de fútbol, en la que no se derrama sangre, en la que no hay muertos ni heridos, tiene la capacidad de aglutinar a las personas.
AM: Claro. Y por eso luego del triunfo olímpico de 1924 fue la primera vez que se salió espontáneamente a festejar por 18 de Julio, porque la gente se reunía en la puerta de los diarios para ver cómo iban los partidos. Fue algo inédito cómo esa sociedad cosmopolita en su conjunto tomó ese triunfo como propio. La gente agarró las banderas y salió a la calle sin que nadie se lo pidiera, ahí hay un diálogo muy importante con la nación. Y en eso Uruguay fue pionero –antes que Argentina y Brasil– en tomar al fútbol como parte de la identidad. Pero, además, el fútbol nos hizo conocer geográficamente en el mundo. Los representantes diplomáticos uruguayos de esos años decían que el país era totalmente desconocido, pero comenzó a tomar notoriedad en el mundo a partir de los triunfos olímpicos de 1924 y 1928. Eso es demasiado importante para un país, tener esa forma de mostrarse al mundo, y por eso también fue que el Estado se acercó rápidamente al fútbol.
JCL: Lo que pasó fue que en algún momento de la historia, como fue en esas victorias olímpicas, pasamos de ser comparsas a ser primeras figuras, y eso generó un orgullo tremendo.
¿Qué opinión tienen de la película Sangre de campeones (2018), que tanta polémica generó luego de su estreno?
JCL: Como grupo no tenemos opinión, pero la mía personal es que es una película que, más allá de las buenas intenciones, se suma a la leyenda negra del fútbol uruguayo, esa que dice que ese campeonato se ganó de pesado y que había incluso jugadores argentinos amenazados de muerte. Hace hincapié en una mirada que no aporta, que en realidad se suma a las posturas interesadas en el tema, por ejemplo la del historiador francés Alfred Wahl, uno de los académicos especializados en fútbol que más remarcó el tema de la leyenda negra de 1930. Este hombre, menospreciando el logro de Uruguay, afirma que el mejor fútbol de esa época se jugaba en Inglaterra, algo totalmente incomprobable, un anacronismo absoluto. En esa visión queda muy clara esa espina que tienen los académicos europeos especializados en fútbol: ¿por qué no ganaron el Mundial si el fútbol lo inventaron ellos, si ellos son países desarrollados? No se pueden sacar de arriba esa mirada soberbia y colonialista, que es más fuerte que ellos; les es dificilísimo explicar por qué no ganaron. Si una potencia central hubiera ganado el Mundial del 30 —Inglaterra, si hubiera venido, por ejemplo, o Francia, que sí vino—, hoy habría muchas películas sobre ese tema, porque los europeos tienen otra dimensión del hecho en el tiempo. Entonces si uno se suma a esta campaña, consciente o inconscientemente, le está errando.