Mire, mire cómo vienen. Parecen trenes. ¿Eso dónde es? ¿Libertad, Rincón de la Bolsa? Media hora, tres cuartos, están acá. La maravilla de la pantalla, ¿no? Dale que te dale. Una televisor en la llegada. Esto en mi época era impensado. Tecnología. Pero bueno, ahí está, no vamos a mentirnos a nosotros mismos. La única salida siempre es para adelante.
La libreta vacía. ¿No le pasa nada a su lápiz? Diez días de carrera van. Dice la radio, minuto a minuto, que pasan cosas. Vaya a saber uno qué hay de cierto en todo, pero están ahí, ¿vio? No lo quiero interrumpir, capaz que está trabajando, pero me pregunto: cuando uno no ve, ¿hay algo más importante que el cuento? Que se lo cuenten bien, dice usted... Sí, claro, claro. Como si se pudiera elegir. Lo que es es lo que es, chiquilín.
En mi época de niño se hablaba mucho de Walter Moyano. De niño y no tanto, porque Moyano ganó mucho cuando yo tenía entre diez y 20 años. Ese hombre fue impresionante, qué quiere que le diga. Lo mío fue después, igual. Me refiero a que cuando el ciclismo prendió en mi vida me marcaron Walter Tardáguila y los Alcántara. Otros también, pero esos más. Éramos contemporáneos, póngale. Pienso que por eso uno levanta más la idolatría. O bueno, idolatría no. Respeto, reconocimiento, identificación. Eso que uno siente con la gente que lo representa o que tiene cerca, por decirlo de alguna manera. Eso en nuestro tiempo era casi todo, era lo que nos guiaba. No daba lo mismo cualquier cosa, ¿entiende? Capaz que me voy de tema. Discúlpeme.
Lo tiene al colombiano Vargas ese, ¿no? Un avión, el muchachón. Los peló en la contrarreloj y ahí lo tiene, defendiéndose como me gusta, con uñas y dientes. Buen equipo tiene el hombre, hay que decirlo. La vida solo no se puede, ¡qué se va a poder! Hoy no le gana nadie. Vaya a saber uno en qué lugar entra, pero que se lleva la Vuelta, se la lleva. Le dieron guerra. ¡Cuidado! Toda la mañana. Los argentinos esos son bravos, ¿eh? Siempre lo fueron. Aparte, hay moneda ahí. En Colombia también, lógicamente, distinto que acá. Ese es el tema. O no. Ni sé, mire, pero seguramente tenga que ver.
¿Usted vio ganar a un colombiano acá? Cierto, el Casas ese. Pero yo vi antes que usted. No se enoje, no me mire así: soy más viejo. 83-84, por ahí, más o menos. Un poco la memoria me falla a esta edad. Amango, Arango, algo así era el apellido. Ganó en la contrarreloj igual que este, aunque me parece que hubo dos contras ese año. No lo tengo claro, pero lo recuerdo bien. Fue en la última etapa. Ponían la contrarreloj el último día, como de primera sesión, y después sí, la etapa final. Un bolazo que a mí no me gustaba, pero era así. Le ganó a Federico, el colombiano en cuestión. Moreira era un botija, recién, pero ya pintaba lindo. Arango, Arango. Ese era su apellido. Ruperto o Roberto. Qué más da, si ganó igual el cafetero.
Me gusta el murmullo este. ¿Escucha? Esto no ha cambiado de época. Venir a ver la llegada, ensimismarse, vivir esa sensación de que algo va a pasar, de que algo está pasando. ¿Vio cuánta gente vino? Anote, anote, saque cuentas, m’hijo. Miles son. Me tomé el 186 en Camino Cibils sólo para esto. Capaz que le parece poco, pero para los amantes del ciclismo esto es todo. Que yo recuerde, no me perdí nunca una llegada de las grandes, ni de la Vuelta ni de Rutas de América, y hasta de chico vi las Mil Millas. Alguna me perdí, sí. Hubo un tiempo que tocó vivir afuera. Estaba brava la cosa acá. Pero un poco porque tocó así y otro poco por curiosidad, alguna que otra carrera buena vi en México y en España. ¿Cuántos años dice que tiene, m’hijo? ¿Usted vio carreras internacionales? Ah, mire usted. Ahí en el País Vasco ese hay buen ciclismo. Una vez estuve en Pamplona; no sé si es por ahí, o cerca, o dónde. Ahí vi lo mismo que acá. Un mundo en la calle, familias con las criaturas contra el cordón de la vereda, los niños con las bicicletas y los padres relojeando, las banderas, los colores. Un mundo . Y el murmullo. ¡El murmullo! ¿Para usted qué es el ciclismo? Si no es el murmullo, no estuvo nunca en un pelotón.
La magia es lo que nos pasa, no le busque la vuelta. Bueno, no quiero faltarle el respeto; capaz que le interesan los números, la clasificación, el tiempo, esas cosas. Cada quien con su cada cual. No lo tome a mal, pero no se puede ser frío como calculadora. O automático, por así decirlo. ¿Y lo que pasa adentro, qué? ¿Usted se emociona con la cabeza o con el corazón? No me lo diga, no. No me mire así. Piénselo.
¿Por qué me pregunta el nombre? ¿Yo le pregunté el suyo? Le fui a hablar, es cierto. Estamos en la llegada de la Vuelta Ciclista, eso es lo importante. Vamos contra la baranda, que no debe de faltar nada para la llegada. El ruido del pedaleo fulminante es mi tesoro. Embalan y veo pasar delante de mis ojos todos los años de mi vida. Como me lo preguntó le contesto, no vaya a pensar que soy un irrespetuoso. Mi nombre es Ramón. No hace falta que lo ponga ahí, no me conoce nadie. Además, todas las historias son distintas. Hasta según quién se la diga, una misma historia es diferente. Amigo: que la cuenten como quieran.