No hay duelo futbolístico más musicalizado que Uruguay-Brasil, sea por canciones dedicadas, por haber generado más composiciones tras sus disputas o por referencias en los textos. Claro, Maracaná dio que cantar. Pero, además, generó algunos integrantes sonoros de una lista más grande y, principalmente, diversa. En una versión de “Uruguayos campeones” inmediata aparecieron los versos “En tierras brasileñas consiguen la victoria, renovando la gloria de un fútbol inmortal”; al año siguiente, para el carnaval de 1951, el novel grupo de parodistas El Bombón de Maracaná interpretó “Qué bombón”, una canción que nombraba a la oncena celeste: “Roque Máspoli en el arco / con Tejerita y Matías / sus prestigios defendieron / con calidad y energía…”. Por esos días, poco más.

En el siglo XX, el dúo Larbanois-Carrero con “Crónicas de la soledad” y Tabaré Cardozo con “Barbosa” hicieron lo suyo. Varios son los ejemplos con referencias, desde la motivante “Cuando juega Uruguay” de Jaime Roos –con la inclusión de Obdulio en el video– hasta la olvidable “Uruguay nomás” de Jorge Drexler. Lo curioso es que también hubo hechos musicales a partir de –por lo menos– cuatro enfrentamientos entre uruguayos y brasileños: mediante el recurso “Uruguayos campeones”, Santiago Chalar y Santos Inzaurralde referenciaron la final de la Copa América de 1983 en la canción “El Pato y el potrero”, homenaje a Carlos Aguilera, autor del gol del empate en el partido jugado en Bahía; en “Uruguay 1 Brasil 1” El Cuarteto de Nos no se metió en la cancha, pero contó la peripecia de un oriental que vacacionaba en Porto Alegre con su novia; entre bronca y esperanza, Lucas Lessa compuso “Algo que soñábamos de niño”, tras un inexplicable Brasil 2-Uruguay 1 de las Eliminatorias para Sudáfrica. El cuarto partido acaba de cumplir 100 años y le dio vida a una de las primeras canciones futboleras, no sólo del país norteño sino del mundo: se trata del definitorio Brasil 1-Uruguay 0 en el Sudamericano 1919 y del choro “1 x 0” (o “Um a zero”) de Pixinguinha.

Alfredo da Rocha Vianna nació en abril de 1897 en el barrio Piedade, al norte de Río de Janeiro. Siendo niño contrajo viruela y lo apodaron Pixinguinha, una conjunción entre “pinzindim” –en el dialecto africano utilizado por su abuela para llamarlo significa “niño bueno”– y “bexiguinha”, la enfermedad contraída en portugués. Su padre tocaba la flauta en las rondas de choro –el primer género popular típico de Brasil, amasado a mediados del siglo XIX– y en su casa. Al niño le gustaba oírlo; aun cuando ya era tarde y lo mandaban a dormir, cerraba los ojos y entraba en sueño con melodías de fondo. Ya tres de sus hermanos mayores tocaban instrumentos, por lo tanto el contexto para que él lo hiciera estaba bien armado. Así fue que Pixinguinha comenzó a estudiar, primero en forma casera y luego en un instituto, inicialmente rasgando el cavaquinho y luego con instrumentos de viento, principalmente la flauta traversa.

Su recorrido musical ya incluía formación de bandas, carnaval, composiciones y grabaciones, cuando el 29 de mayo de 1919 fue al estadio de Fluminense en el barrio Laranjeiras. Brasil 1-Uruguay 0, con gol de Arthur Friedenreich en el minuto 122. Primera vez que un Sudamericano se definía con una final, primera vez que estas dos selecciones jugaban entre sí ese tipo de partidos, primera vez que se implementaba la prórroga tras un empate y primera vez que una instancia de la Confederación Sudamericana de Fútbol era dirigida por un árbitro no perteneciente a dicha organización. Inconscientemente, Pixinguinha se acopló a esa cuestión primaria. Según cuenta el periodista brasileño Beto Xavier en su libro Futebol no país da musica, antes de “1 x 0” hubo una polca llamada “Amadores da pelota”, de A. Borges Teixeira –aunque los registros probatorios parecen haber sido tragados por la tierra–, y un choro de Bonfiglio de Oliveira denominado “Flamengo”, si bien se ha sentenciado que estaba dedicado al barrio, no al club.

Tras componerla, Pixinguinha sumó “1 x 0” a su repertorio, pero no la grababa. En 1942, cambió la flauta por el saxo tenor y comenzó a trabajar en dupla con el flautista Benedito Lacerda. Firmaron con el sello RCA Victor y acordaron que todas las músicas a grabar figurarían bajo la composición Pixinguinha-Lacerda, aun las que hubiesen sido compuestas por el primero años antes, como “1 x 0”. En setiembre de 1946 el dúo grabó su primer simple, con el choro futbolero como lado A y “Sofres porque quieres” como lado B. En 2007, durante una emisión de Mosaicos (TV Cultura San Pablo), el flautista de choro Altamiro Carrilho aseguraba que Pixinguinha no había ido al estadio en la final de 1919, sino que estaba en su casa escuchando el partido por la radio y que el relator era Ary Barroso, otro histórico músico brasileño: “De repente, Ary Barroso anuncia el gol de Brasil tocando una gaitinha [flauta de pan, como la que utiliza el afilador]. Pixinguinha transcribió esa secuencia e hizo un choro”. A veces las historias precisan algunos condimentos que las refuercen, pero esta teoría es difícil de creer ya que, además de considerar como cierta la presencia del autor en el estadio (dicho por él), en mayo de 1919 Ary Barroso tenía 12 años, vivía en Ubá (estado de Minas Gerais) y, según está escrito, su actividad como narrador deportivo comenzaría tiempo después. Sí parece real que, años después, Pixinguinha haya escuchado los relatos de Barroso y utilizado la figura sonora de esa gaitinha; en internet puede apreciarse que ante el gol de algún equipo Barroso no gritaba, sino que hacía sonar su instrumento.

“1 x 0” tuvo decenas de versiones, a través de solistas, grupos y orquestas, siempre instrumentales. En 1993, el mineiro Nelson Angelo hizo la suya pero le incluyó una letra. En el libro de Xavier, el músico cuenta que en los años 70, cuando se fue a vivir a Río de Janeiro, le habían surgido ganas de hacer una letra para el mítico choro de Pixinguinha. Estuvo muchos años para tomar la decisión, ya que no quería sentirse un invasor de una obra histórica; la responsabilidad era grande. Al tiempo resolvió asumir las posibles críticas, solicitó los permisos correspondientes a familia y sello, y escribió el texto. Para grabarla invitó a Chico Buarque, el más futbolero de todos los músicos brasileños.