¿Tenés el teléfono o la computadora cerca? Poné en Spotify o en Youtube “Alvorada”, música del gran Cartola. Dale, copate, hacé el ejercicio de leer lo que viene con ese fondo musical. Va.

Alguien reconocerá el viento que baja desde los morros, como fintando. Es suave, cálido, puede verse su color resplandor. Dicen que cuando acaricia as gentes embruja para siempre. Ya lo verás. Descansa en la arena como alguien más. El sol pega siempre de costado, sin descanso. Se mete entre las sillas, en los cuerpos, refleja en el agua, en la cara das crianças. Sol y viento engañan, la pelota se va arriba, se mueve o encandila, y la futbolista de playa no hace un buen control. Bola al suelo.

Son seis jugando a pasarse la pelota sin que se caiga. Cinco varones, una mujer. Todo es natural en el juego. Es a un toque, aunque alguna trampa siempre sale entre risas. Que no toque la arena es la ley primera. Tudo bem. Ninguém sente dissabor.

Cabeza, empeine, muslo derecho, hombro, pecho con gesto de empuje, tacos, borde externo, fácil, bordes internos que complican pero van siempre dirigidos. El más alto la pasa mal. La futbolista se estira hacia atrás, deja el pie en la arena, como enterrado, la pelota pique en él. De continuo empareja con rodillazo corto. Tira muslo de derecha, muslo izquierdo, la barra aplaude y grita. Continúa: empeine, empeine, va alta, cabeza, cabeza, empeine y la pasa con un caderazo de costado. Explota el micromundo de la Barra da Tijuca. Hasta un ¡Uruguay noma’! se escuchó. E a natureza sorrindo, tingindo.

No puedo evitar pensar en Marta. El día antes al viaje a la Copa América esa mujer enorme del fútbol mundial era la imagen viva de la historia: la máxima goleadora de los mundiales. 17 goles. Ninguna mujer ni ningún hombre llegó a tal logro. Chau Miroslav Klose, aló Marta. Esa mujer que está en la playa no es Marta, pero es esa naturalidad. Hay un camino recorrido, hay una certeza: el mismo juego.

No da igual todo. Esa mujer que maravilla con su juego tiene una historia detrás. Tiempo y más tiempo de discriminación por elegir la pelota en un país que parece grande pero de a ratos huele a podrido. Cualquiera de ellos, pero sobre todo uno, de la noche a la mañana puede integrar la selecta lista de 30.000 jóvenes víctimas de homicidios. Según Amnistía Internacional el 77% de los muertos son jóvenes negros. Ese uno igual que todos no tiene la misma suerte. Miremos la foto entera. Hay que romper la indiferencia.

Río de Janeiro junta todo. El fútbol mixto de la playa, el entorno careta, la discriminación solapada, los caminhos sem vida que rodean los barrios donde el turismo juega al Monopoly; Río tiene la Copa América, la ilusión de los hinchas, el mercadeo, la mendicidad, a un taxista que pregunta por el Pepe Mujica pero confiesa haber votado a Jair Bolsonaro porque lo creyó el indicado para terminar con la inseguridad; los hinchas que se sacan por la tonada, el cachondeo, la envidia por Cavani, de los grandes el más humano. El barco por las playas, un Cristo al que hay que pagarle para que te dé una foto porque ni siquiera abraza. Río no escapa a las contradicciones que duelen.

A todo esto, cavaquinho y pandeiro. E alvorada, lá no morro, que beleza.