Muchos de ustedes no saben lo que es esto. Esto es ser campeón del interior, esto es ser campeón del mundo, porque es el mundo de esos jugadores de camisetas rojas y blancas, el mundo de los nacidos en Salto, el mundo de los que han llegado a ese terruño para vivir, trabajar, querer.
Salto, al vencer 3-1 a Canelones del Este en el estadio Ernesto Dickinson, se consagró por tercera vez en su historia campeón del interior. Un fútbol reconocido por la infinita calidad y vigencia de algunos de los futbolistas más famosos del mundo, como Edinson Cavani y Luis Suárez, pero que además ha promovido seleccionados, goleadores, creativos y sólidos defensas, está bien que se consagre como el mejor del más uruguayo de los campeonatos, en el que potencialmente participan los casi 100.000 futbolistas federados en los más de 600 clubes que juegan bajo la égida de la Organización de Fútbol del Interior.
Los tres goles de Salto fueron anotados tempranamente, en el amanecer del partido, cuando no se esperaba tanta luz en el resultado ni en la lluviosa tarde litoraleña. Luis Leguísamo, Matías Bentín y Elbio Conti pusieron un tempranero 3-0 que sólo se transformó en el 3-1 final cuando Maximiliano Machín anotó en el segundo tiempo para Canelones del Este. El tercer título naranjero llegó por puntos, porque una semana atrás en Estación Atlántida habían empatado 1-1.
Llegar es trascender
Ganar, consagrarse claro que importa, pero llegar es trascendente. Llegar es trascender, atravesar las barreras de lo esperado y del tiempo, quedar incrustado en la memoria. Llegar es el verdadero camino en el que se obtienen tantas recompensas. Hasta allí llegaron Salto, el brillante campeón, y Canelones del Este, que se extremó por encontrar la gloria del triunfo y terminó quedándose con la gloria de la dignidad. “Porque el prestigio y la gloria de ser campeón no tienen precio”, había anunciado hace meses el artiguense y ya ciudadano ilustre deportivo Carlos Vera, cuando por su trabajo no podía llegar a entrenar con el grupo y se fajaba solo, a la salida del laburo.
La gloria de ser campeón lo volvió a encontrar, esta vez en un estadio que debía estar, aunque no lo estaba, vacío, sin los gritos, sin el aliento que baja desde el cemento, sin las saladas notas de la grasa de los chorizos llorando contra las brasas, sin las chivas apiladas y sueltas contra los muros. Detrás de cada pantalla, casi embarradas en sensación como el Dickinson, al costado de la tele las emociones se sentían en cada casa, como la de esos muchachos alzando y corriendo con la copa.
La vida que vivimos
A los dos minutos, como un relámpago, un ollazo parió un cabezazo de Henry Costa que estremeció el caño de defensa de Salto. ¿Qué partido sería? Apenas dos minutos después un penal en el área contraria de Christian Icazetti sobre Fabio Rondán generó el gol de apertura del partido cuando Leguísamo, el goleador del campeonato, lo cambió por gol. A ollazo pelado fue y fue Canelones del Este, pero sin embargo las redes que se movieron volvieron a ser las propias, dado que un tiro libre-centro de Carlos Vera fue a parar exactamente a la cabeza del central salteño Bentín, que sacó un rotundo cabezazo para vencer al meta canario, Diego Soria. Iban diez minutos cuando el 2-0
Habría más, y de la manera más inesperada. Una fortísima infracción de Emiliano Maciel sobre Martín Higuimarán, que resultó en la lesión del futbolista canario, retirado en ambulancia, terminó en la inverosímil decisión del árbitro de cobrar falta para los locales. Un tiro libre para un nuevo centro perfecto de Vera, un cabezazo muy efectivo en todo su movimiento del zaguero central Conti y otra vez la pelota al fondo del arco para poner el 3-0.
Fue raro ver un partido en el que el visitante tempranamente estaba tres goles abajo, y sin embargo daba la sensación de que tal vez algo distinto a lo que la lógica pura del fútbol indicaba podría pasar. Cuando los salteños mandaban bien en el marcador, su rival no dejaba de buscar cambiar el destino del partido, que parecía escrito. En el segundo tiempo Salto casi no jugó en campo contrario, y sin perder su línea de juego por fuera y a ollazos Canelones del Este siguió buscando su gol, pero se encontró, como en la primera parte, con una impecable gestión del arquero salteño Carlos Regueira.
Finalmente, llegó el descuento auriverde por parte de Machín, y mil ataques más, pero Salto estaba para campeón, por juego y por carpeta, y lo fue llevando y haciendo desvanecer el peligro. Un partidazo para honrar el fútbol del interior, un gran campeón en tiempos de pandemia. La gloria con tapabocas es gloria igual, y se vive y entra en la historia del pueblo.