Luis Gorocito volvió a la vida. Leerlo así parece sencillo, pero desde aquel momento bisagra hasta este que lo tiene nuevamente dentro de las canchas pasaron cinco años. De esos cinco años, cuatro los vivió en una cárcel en Aguas Calientes, México. Es agosto de 2015. Gorocito y su compañero argentino Alejandro Molina salen de un boliche, discuten con otras personas y la discusión termina en pelea. Gorocito –jugador de Necaxa en ese momento, hoy de Racing– reconoció haber participado en la pelea pero niega haber estado involucrado con Luis Mariscal, un chiquilín de 22 años que murió días después, en noviembre de 2015. El 16 de agosto de ese año Gorocito y Molina fueron a la cárcel por “homicidio doloso”, pero en 2017 la carátula del caso cambió a “homicidio culposo generado en riña”. Además, se reconoció que el uruguayo había sido provocado.
Sus expectativas y valoraciones cambiaron: ya no vivía en libertad, los años fueron consumiéndose uno a uno hasta llegar a cuatro. En setiembre de 2019 cumplió la pena, pudo salir y a la semana estaba en Uruguay. Unos meses después, pandemia, y hoy fútbol otra vez.
Volver a la vida
Volviste a jugar al fútbol después de cinco años. ¿Cómo te sentís?
En el debut, con Rampla, en la primera fecha, cuando entré no lo sentí tanto. Se estaba viviendo mucho ese partido, íbamos 2-1 y casi nos lo empatan. No hice tanta conciencia de que era la vuelta. Recién me cayó la ficha cuando terminó e íbamos de regreso al club: empecé a mandarme mensajes con mi madre, con mi padre, con mi familia, con mis amigos. Ahí me emocioné, me di cuenta de que había sido la vuelta después de tanto tiempo. Había soñado durante mucho tiempo ese momento, y estoy más que agradecido con el club, con la familia, con los compañeros. Ahora hay que seguir metiendo para lograr el objetivo, que es ascender con Racing.
¿Cómo fueron los días previos?
Con algunos compañeros tenemos la costumbre de jugar a la conga, o hacer otra actividad para distraernos, sobre todo la noche previa al partido. A la hora de dormir ya estaba bastante cansado. Más que nada, las emociones llegaron después del partido.
Queda claro que tu intención es recuperar tu carrera. ¿Qué considerás que necesitás para lograrlo?
Lo que estoy trabajando muchísimo es el tema físico: estoy intentando bajar el peso para llegar al peso con el que estaba en Racing y con el que pude irme a jugar a México. Eso es lo principal, lo fundamental; además, estoy haciendo doble horario: de tarde voy con un profe a un gimnasio, estoy enfocado en eso.
“La B es una divisional aguerrida, son partidos muy cerrados. Sacás una ventaja y cuando te querés acordar te lo están por empatar, van a ser partidos de mucha fricción”.
¿Cómo encontraste el fútbol uruguayo?
La B es una divisional aguerrida, son partidos muy cerrados. Sacás una ventaja y cuando te querés acordar te lo están por empatar, van a ser partidos de mucha fricción. Trataremos de acostumbrarnos a eso. Racing, históricamente, se caracteriza por el buen pie, por jugar bien a la pelota, y ahora hay que sumarle la fuerza, acostumbrarse a la B, que es muy diferente a la A.
Entre que te fuiste y volviste, Racing estuvo en la A, cumplió 100 años, seguramente creció a nivel institucional, y después descendió. ¿Cómo encontraste al club?
Cuando llegué, lo fundamental fueron las personas. Julio, el utilero, varios compañeros. Volver a vivir el día a día en el vestuario era lo que más se extrañaba. Compartir un mate, la previa del entrenamiento, el final de la práctica, los días de concentración. Se extrañaba muchísimo.
¿Te daba para pensar en todo eso en la cárcel?
Sí, claro. Soñaba con eso. Al principio, cuando estaba frustrado porque capaz no se volvería a dar jamás, pensaba que el fútbol se había terminado. El apoyo de mi familia, de mis amigos –que fueron un pilar en este tiempo–, me mantenía siempre con buena energía, buena vibra, y la mente siempre en positivo.
“Demoré tanto en volver a una cancha, que ahora trato de valorarlo y aprovecharlo”.
¿Qué te falta para llegar a tu máximo rendimiento? ¿Es alcanzable?
Estando bien físicamente, el cuerpo te da la posibilidad de, por ejemplo, hacer un arranque, aguantar los 90 minutos. En el físico está todo, si lo recuperás te vas a sentir mejor con la pelota, con aire. Es a lo que aspiro, con entrenamiento y cuidado personal. Demoré tanto en volver a una cancha, que ahora trato de valorarlo y aprovecharlo.
Conocer otras realidades
Luis Gorocito volvió. Primero a entrenar, después a formar parte de un plantel. Ahora –de a poco– empezó a tener algunos minutos en Racing, en la B. El fútbol lo recibió de brazos abiertos, y claro, el periodismo empezó a arrimarse hasta Sayago. Luis Antonio –como lo llama el Peludo Julio Olivera, utilero del club, a los gritos desde la puerta de la concentración en la calle Millán– camina un día a la vez, se confiesa inocente y desde abajo quiere reconstruir su carrera. Y su vida.
¿Cómo fueron los días dentro de la cárcel?
No me tocó vivir cosas muy feas. Obviamente, estar alejado de la familia, estar privado de libertad, no poder hacer lo que querés, ya es feo. No tuve experiencias malas, digamos. En todo ese tiempo hay que poner mucha cabeza, mucha cabeza. Tuve el apoyo de mi familia, de mis amigos que me fueron a ver. Tuve la posibilidad de hablar con ellos todos los días. Ese aliento me mantenía con la cabeza fuerte. Estando ahí adentro tratás de sacarle provecho al día. Donde a mí me tocó estar [Centro de Readaptación Social, en Aguas Calientes], comparado con las cárceles que tenemos en nuestro país, no fue lo peor. Tenía espacio para hacer mis actividades: deportes como fútbol, básquetbol, vóleibol; ir al gimnasio; estudiar, continuar primaria y secundaria. Podés capacitarte para trabajar; yo me metí en carpintería, como para tener la cabeza ocupada. También hay unos quioscos para los internos, y ahí también trabajé un tiempo. Tratás de hacer cosas para estar ocupado, para no irte a dormir y quedarte pensando todas las noches.
¿Lo lograste?
Tenés días en que no podés, quizá por alguna fecha especial. Pero la gran mayoría de los días trataba de estar enfocado en algo, de sacarle provecho para no dañarme a nivel mental.
¿Cómo aprendiste a vivir con el miedo y la incertidumbre?
Son sensaciones que se dan. Al principio yo no sabía realmente por qué todo había terminado así. Hubo muchas versiones, la prensa metió mucha presión, todos los días se hablaba del caso. Al principio, no éramos conscientes de lo que iba a pasar, de todo el tiempo que llevó. ¿Por qué? Porque yo sabía lo que había hecho y lo que no. Un tiempo después, cuando llegan unos videos, es cuando tenemos la posibilidad de ver todo lo que pasó.
¿Cómo siguió el tema después?
Se escuchaban muchas versiones. Yo estaba tranquilo porque estaban los videos, las pruebas, que en algún momento iban a llegar. Cuando se hizo la audiencia para ver esas pruebas, llegó la tranquilidad. Pero el tiempo pasaba, yo estaba adentro. Los jueces cambiaban, estaban las pruebas y aun así seguíamos ahí adentro, teníamos que esperar amparos, apelaciones. Todo demoraba.
¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?
Los cumpleaños de mi madre, de mis hermanas, de mi padre. Tratábamos de ser fuertes con eso. Me tocó vivir las fiestas allá con mi padre, y lo que me pegaba un poco también era ver las familias que estaban al lado: madres y niños que se iban llorando. Con mi viejo tratábamos de estar tranquilos, de pensar que quedaba poco, que íbamos a vivir fiestas juntos más adelante.
¿Qué hiciste cuando saliste?
Salí el sábado 21 de setiembre del año pasado, y llegué a Montevideo a la semana. Los días previos tuve que estar en Migraciones, porque la visa de trabajo estaba vencida. Cuando pude salir de México, ya me estaba mareando en el avión, tenía unos nervios... Pasé a tener otro ritmo de vida; en la cárcel ves personas nada más, y alguna camioneta de la policía, pero cuando salís ves el ritmo de la ciudad, de la carretera, de la ruta, y te mareás. En el avión, al principio lo sentís; cuando aterricé en Uruguay fue todo tranquilidad.
¿Cómo llevaste el aislamiento durante la pandemia en Uruguay?
Al principio no lo podía creer, porque después de tanto tiempo sin poder jugar, y a una semana de arrancar pasa esto. Traté de aprovechar ese tiempo; era algo atípico, sabía de los riesgos y hubo que evitar algún contacto con familiares y amigos. Lo que hicimos casi todos, básicamente: mantener alguna actividad con el profe, ejercicios, alguna tarea para hacer.
¿Hay sueños para cumplir?
El primer objetivo –personal y grupal– es que Racing vuelva a primera división. En lo personal, no me desespero tanto, no me apuro en mirar tanto hacia adelante. Prefiero ir paso a paso, día a día.
.