Leo sobre la historia de Defensa y Justicia. La ubicación es Florencio Varela, segundo patio del conurbano bonaerense. El 148 pasa como una flecha. Se huele el rumor de las fábricas, late el murmullo de los obreros, baila la madrugada, en un estadio tiran papel picado, en aquella calle hay rodillas sucias y fascinación. Pica siempre una pelota. El choripán entra como en diagonal. No es un mundo ni breve ni de cartón. El mundo no termina antes. Es grande el conurbano, son varios los bordes del cielo en los horizontes. El bondi, el 148, pasa de nuevo y toca bocina.
Por primera vez en su historia y sin haber conseguido títulos en la Primera División de Argentina, Defensa y Justicia grabó la página más gloriosa de su vida consagrándose campeón de la Copa Sudamericana. Los goles del histórico 2-0 sobre Lanús, otro vecino, los hicieron Adonis Frías, Braian Romero y el uruguayo Washington Camacho. Siempre hay un uruguayo haciendo gestas. Y qué nombre Washington.
Un campeón es para siempre y ahora Defensa y Justicia es eterno, quedó fundido a fuego en la Copa Sudamericana. Dice la letra fría que la historia es la ciencia que tiene como objetivo estudiar el pasado. Así y todo, entrando al detalle y considerando que el pasado es uno solo, muchas veces la letra es subjetiva y carece de imparcialidad. Así funcionan los cuentos. Dependiendo del lugar desde dónde y hacia dónde nos enfoquemos, podemos encontrar en el mismo bar a quienes venden panfletos ornamentados por el lápiz de los vencedores, del amiguismo, como a quienes han detallado muchas verdades justas en nombre de la historia. Ahora del conurbano, siempre castigado, se sabe la leyenda del halcón de Varela.
Defensa y Justicia nació en 1935 como un club de amigos, para la familia. Una cosa llevó a la otra y en 1977 decidieron formalizar la idea de jugar en el fútbol “profesional”. Jugó en todas las categorías del fútbol argentino: debutó en la D en 1978; en 1982 subió a la C, tres años después estaba en la guerra de la Primera B, y en 1986 pasó al Nacional B, un torneo de los más hermosos del mundo. Leo sobre el Nacional B y qué lindo los tapones afilados.
Decían después del 14 de mayo de 2014 que Defensa y Justicia había logrado el máximo hito de su corta historia cuando subió a la A, el sitio grande de los clubes argentinos. El conurbano copando la cancha, cantando a vino caliente, llevando sus colores incómodos, desconocidos, desmerecidos, ese vinagre. Siguió volando el halcón, después empezó la historia de jugar a nivel internacional y esos otros hitos que se festejan porque la dimensión los hace más grandes, más nobles. El conurbano es carnaval.
A las historias del fútbol las hacen los futbolistas. Adonis Frías, Braian Romero y Washington Camacho no sólo hicieron los goles que besaron lo eterno. Ellos, con sus compañeros, pusieron en el centro un pedazo de historia de los aplazados, el punto en el mapa cambió, ya no lo cuentan lápices de colores, ahora es de trazo cierto, vivido. Un título como repaso: se pudo saber que el club primero era azul y blanco pero pasó a verdiamarillo porque eran los colores del colectivo 148, apodado El halcón de Varela. Se rescató un pedazo de historia de la lucha del conurbano.