Los de Curitiba lograron su segundo título en esta competencia; la primera vez fue en 2018, cuando derrotó a Junior de Barranquilla. Los dirigidos por Alberto Valentim son ahora el primer equipo brasileño bicampeón en este torneo, quedando así a la altura de Independiente de Avellaneda (2010 y 2017) y Boca Juniors (2004 y 2005).

Días previos

Montevideo está llena de turistas, que viajaron a ver la final de la Copa Sudamericana, Libertadores masculina y Libertadores femenina.

El idioma portugués se puede escuchar en todos lados desde hace varios días. Además de la capital, los alojamientos de varios departamentos del país como Rocha, Colonia y Canelones quedaron a tope, porque la ocupación hotelera despegó un 50%, según el secretario de la Asociación de Hoteles y Restaurantes del Uruguay, Agustín Maddocks.

La previa fue de encuentro y diversión, porque las inmediaciones del estadio Centenario y la rambla de Punta Carretas se convirtieron en los escenarios de varias fiestas.

Dos días antes de la gran final se jugó el partido de las estrellas, en el que participaron figuras como el Loco Abreu, Lucho González, Catalina Usme, Lourdes Viana, Paulo Miranda y Fabian Carini.

Mientras todo esto sucedía afuera del gran monumento del fútbol mundial, la Conmebol se encargaba de dejar el Centenario en perfectas condiciones por dentro.

Maristela Khun, ingeniera agrónoma de Conmebol, explicó la remodelación del estadio Centenario. El césped es totalmente nuevo, se hizo desde cero. El procedimiento consistió en quitar todo el pasto existente, que era muy antiguo, luego se hizo una base nivelando el suelo con láser y se colocó una grama híbrida, apta para fútbol profesional. Además, un sistema de regado totalmente moderno, con comando individual de válvulas que permite regar sólo dentro de las cuatro líneas.

“Es el mayor proyecto de césped que tuvimos en una final única, que implicó todas esas etapas y que comenzó en julio. Importamos grama en varios camiones, fue un proyecto muy intenso que quedará como legado para el estadio Centenario y Uruguay”, sostuvo Khun.

“El buen fútbol es siempre buen fútbol, pero la experiencia de un partido final de un campeonato con público en las gradas no tiene comparación”, dijo Alejandro Domínguez, el presidente de Conmebol, en conferencia de prensa.

Esa vibra que transmiten las finales no se siente de la misma forma sin los verdaderos protagonistas del fútbol: las hinchadas.

Desde hace algunas temporadas, la Conmebol implementó para las finales el mecanismo de un solo partido, en campo neutral y para las dos hinchadas. Los precios de las entradas iban de 100 a 400 dólares.

Se trató de la primera final con aforo del 100%, tras la decisión del gobierno uruguayo en los días previos al partido, y la idea era que el estadio estuviera copado de hinchas.

A la tribuna América iría la parcialidad de Bragantino y a la Olímpica los de Athletico, pero muy lejos de contar con los 60.000 espectadores que soporta el Centenario, la venta de entradas fue extremadamente baja y autoridades uruguayas decidieron cerrar dos de las cuatro tribunas, y la Olímpica estuvo a disposición de ambos equipos. Por este motivo también otorgaron invitaciones a jugadores locales, sobre todo a futbolistas juveniles.

El Centenario estaba muy vacío, prácticamente la mitad de la tribuna Olímpica dio para ambas hinchadas. Ámsterdam y Colombes no estuvieron habilitadas.

A casa con la copa

El sábado arrancó con mucho calor, y Montevideo vibraba en un clima de verano. Los fanáticos brasileños pudieron disfrutar de una mañana de playa, la previa soñada para la mayoría de los hinchas que viajan a ver a sus colores. Un perímetro de vallas rodeaba el Centenario. Los hinchas se escabullían entre ese laberinto formado para el ingreso al recinto.

La seguridad extrema daba cuenta del evento que se preparaba. Al llegar, como hormigas los periodistas se metieron a la estación de prensa, ubicada en la puerta de la tribuna América. En el ingreso, decenas de acomodadores. Y adentro, sobre el flamante césped del Centenario, varones y mujeres de traje, recordando a todos los demás que el fútbol es un negocio, uno de los más grandes del mundo.

En la antesala el show estuvo a cargo de Os Barões da Pisadinha, con los que, a ritmo de música brasileña, el estadio entero bailó minutos antes del comienzo del juego.

El partido no tenía jugadas de mucho peligro, era bastante chato pero con mayor dominio de Paranaense, y así se abrió el marcador a los 29 minutos de juego. Del intento del uruguayo y ex Peñarol David Terans para los rojos, tras la buena intervención del portero de Bragantino, fue Nikão, que con una pirueta convirtió un golazo y festejó hacia el cielo. En la segunda parte no hubo goles y entonces el campeón, sin saberlo, se había coronado a la media hora del primer tiempo.

La superioridad en la cancha se sincronizó con la de la tribuna, porque durante todo el encuentro no dejó de escucharse el grito de “A-TLE-TICO”, la misma entonada que emitió el locutor al anunciar al campeón, que dio paso al festejo que los jugadores compartieron con los hinchas en la parte inferior de la tribuna Olímpica, cuando la platea ya era una fiesta de esas que emocionan a cualquier amante del fútbol, la fiesta del hincha.