Valentina Acevedo, de 30 años de edad, ganó frente a la brasileña Ana Paula Fernandes, con una ventaja a favor por una llave de brazo o “armlock” que ejecutó al final de la lucha en el Mundial disputado del 25 al 28 de noviembre en San Pablo.
“Ganar la categoría se siente súper bien pero lo gratificante es todo el proceso y el camino que se transita, estoy muy contenta por haber representado a Uruguay y del triunfo de todo el equipo”, dijo la combatiente a Garra.
A saber
El jiu jitsu forma parte de los deportes de contacto orientados a la defensa personal. Surgió en Brasil y se caracteriza por la lucha cuerpo a cuerpo en el suelo, con llaves, inmovilizaciones, derribos, estrangulaciones y luxaciones.
El muay thai es un deporte de contacto extremo, se practica de pie con golpes de pies, rodillas, codos y puños y se conoce como el "boxeo tailandés" o "el arte de las ocho extremidades".
El kick boxing es una mezcla de técnicas de boxeo con las de karate y muay thai.
De espectadora al ring
A Valentina Acevedo siempre le gustaron los deportes de combate. Las reuniones con sus amigos consistían en mirar un sinfín de peleas de la UFC y quedarse hasta tarde en la noche comentándolas. De ese hobby nacieron las ganas de vivir este deporte en primera persona y la estudiante de arquitectura pasó de ser sólo admiradora a convertirse en peleadora en 2018.
Un año después, en enero de 2019, notó que estaba súper comprometida con el entrenamiento, que no se lo tomaba como un pasatiempo y que no era una simple actividad física que realizaba para mantenerse en forma y contribuir a su salud, sino que quería dar un paso más. Se puso en mente competir.
La idea principal era hacer artes marciales mixtas (MMA). Decidió empezar a entrenar fusionado, para lo que durante un tiempo hacía dos horas de jiu jitsu, muay thai y kickboxing.
Luego dejó el kickboxing para dedicarse de lleno al jiu jitsu, porque volvieron las competencias y quería mejorar para participar en ellas.
“Eran súper complementarias, el thai me daba la fuerza y la potencia y el jiu la logística que requiere tener una pelea o un combate. Así lo interpreto desde el principio y en mi caso me servía bastante hacer ambas”, cuenta Acevedo, que entrena en el Preta Gym, de la calle Ramón Anador con el equipo Ratao, compuesto por Nicolás Shiromizu, Gonzalo Quinteros y Tomás Conroy.
Practica los tres estilos porque “son distintos y se puede aprovechar mucho el conocimiento de los tres”, agrega.
“Se hace clase de jiu jitsu a diario para acentuar el calentamiento y la técnica de lucha. Lo complementa con ejercicios aeróbicos por fuera, en entrenamientos de crossfit, además de los entrenamientos específicos para cada competencia.
El crossfit no es tan óptimo para mantenerse en su categoría, por la ganancia muscular que no es lo que necesita, por lo que lo realiza mesuradamente, sobre todo porque actualmente se encuentra “abocada cien por ciento al entrenamiento, buscando lograr mi mejor versión, acompañando con la alimentación para estar siempre disponible para la competencia”.
Desde que decidió pelear se presenta a todas las instancias nacionales posibles, a pesar de que a la misma vez le dedica mucho tiempo al estudio y al trabajo.
Lo previo
El último torneo en el que había participado antes del Mundial había sido en 2019 en la competencia Extremo Sur de Punta del Este.
Salió primera en su categoría y tercera en absoluto. Luego comenzó a prepararse para una competencia en Porto Alegre, pero por el cierre de fronteras por la pandemia tuvo que aplazarlo.
El año pasado estuvo en el Argentina Open, competencia que alojó 1.700 inscriptos. “Para ser la primera importante, fue espectacular”, recuerda. Salió segunda en su categoría.
Además, esta vivencia fue el puntapié para ingresar en el ámbito de la competencia, y lo tomó como preparación para el Mundial de San Pablo.
“Una viene sólo si se siente preparada, y sí, estuve nerviosa, pero realmente vine a hacer lo que hago todos los días en mi entrenamiento, que es luchar y dar lo mejor de mí”, dijo.
Mundialista
Como en todos los deportes amateur, Acevedo generó un fondo propio de ahorro para poder competir, porque no tenía ningún tipo de apoyo. “Es un deporte caro: los kimonos, la alimentación, suplementos, además del gasto importante en licras y en otros insumos para los que se necesita mucho dinero”, explicó.
Hace un mes consiguió su primer espónsor, que le costeó un pasaje a San Pablo. “Me facilitó mucho el tema económico para el viaje, y gracias a eso pude ir”, agregó.
Sobre la experiencia del Mundial considera que fue increíble, y asegura que si bien ya competía en todo lo que había, después de este viaje quiere competir mucho más.
“Si me hubiera ido mal, también tendría las mismas ganas, porque realmente se aprende más cuando se pierde, porque los errores que cometés en una competencia no los volverás a cometer, eso es algo que me dice mi profe siempre, te quedan sellados a fuego”, finalizó.