19 años es un tramo importante en la vida de cualquiera, en el que pasan casi cinco ciclos olímpicos, muchas generaciones y, más que nada, horas y horas de entrenamiento para que un deportista consiga los objetivos que se propuso y que, cuanto más ambiciosos, más difíciles de concretar.
19 años fue el tiempo que esperó la natación para volver a ver a un uruguayo subirse a lo más alto del podio en un Sudamericano. Fue de la mano de Enzo Martínez, en los 50 metros libres, el 19 de marzo de 2021.
La olímpica Serrana Fernández, allá por 2002 y en el Campus de Maldonado, había sido la última en colgarse una medalla dorada en el pecho, hasta que en año pandémico apareció en Buenos Aires el lungo nadador fernandino para quebrar el maleficio.
Un sueño tras otro
“Fue un momento increíble, de esos que no se borran de la memoria”, aseguró Enzo Martínez a Garra al recordar aquella final en la que terminó igualado con una marca de 22 segundos y 44 centésimas con un deportista de Venezuela y uno de Brasil. Curioso caso: ese día los tres obtuvieron la medalla de oro.
“Nos subimos y tocaron los tres himnos. Esos instantes, cuando suenan los acordes y lo cantás con un puñado de uruguayos presentes, te estremecen al máximo, es emoción a flor de piel”, expresó.
Martínez, lejos de conformarse con lo realizado y desde Estados Unidos, donde está radicado hace bastante tiempo, no deja de soñar, y para eso tiene en vista su clasificación a los Juegos Olímpicos.
Ese registro logrado en Argentina no sólo fue marca B (de las que estipuló la Federación Internacional de Natación) pensando en la cita grande de Tokio, sino que lo mantiene liderando el ranking entre los nadadores uruguayos para asegurar su lugar a través del cupo de universalidad.
“Estamos en la recta final, por eso ahora es cuando menos hay que aflojar, tengo que dar el máximo, como lo vengo haciendo hace años”, aseguró, y agregó que el límite para conseguir tiempos cierra el 29 de junio de 2021.
Hacer las Américas
A sus seis meses de edad, Martínez ya estaba en una piscina por prescripción médica: era asmático. Desde entonces no salió nunca más del agua.
A los siete años estaba compitiendo en el Campus de Maldonado, donde rápidamente se fue destacando, al punto que comenzó a representar a Uruguay en diferentes torneos por el continente, hasta que llegó una gran oportunidad.
“Cuando terminé el liceo [a los 18 años], surgió la chance de conseguir una beca para ir a estudiar y entrenar en la Universidad de Florida [Estados Unidos] y no lo pensé dos veces”, contó. Con la sonrisa en el rostro y los sueños en la valija, partió rumbo a tierras norteamericanas, un destino que mezclaba lo deportivo con lo académico.
Extrañando los afectos, su departamento y las costumbres uruguayas, pero con la convicción del camino emprendido, los días fueron pasando en el calendario hasta que se recibió en la carrera de Negocios Internacionales. En el ínterin defendió a dicha institución en los NCAA (National Collegiate Athletic Association, torneos universitarios, en los que fue campeón en 2018 en el 4x50 metros libre).
Graduado y sabiendo que los Juegos Olímpicos “eran lo máximo” para cualquier nadador, se unió al Gator Swim Club, equipo de elite conformado, entre otros, por los medallistas olímpicos estadounidenses Caeleb Dressel y Ryan Lochte, y del que es parte hasta el día de hoy.
Con perfil bajo, propio de su personalidad, peleó para llegar a la cita de Río de Janeiro, algo que no se concretó, pero ese “sueño recurrente que tengo de niño” seguía latiendo en su corazón, por lo cual decidió redoblar esfuerzos.
El 19 de marzo “fue un gran espaldarazo”, dijo, mientras mostraba por videollamada la medalla de oro que brillaba a más no poder: “Me pone más cerca de Tokio, pero sé que hasta junio hay que seguir peleando, así que no se puede aflojar un segundo”.
Para eso competirá en California entre el 24 y el 27 de junio, y está haciendo una preparación fuerte para llegar con todo a la cita: “El camino es durísimo, pero vale la pena cada segundo”.
19 años, pucha que pasa rápido el tiempo, aunque Martínez lo supo parar en el corazón de cada nadador celeste en esa prueba en Buenos Aires, en plena pandemia, con pocos compatriotas que lo vieron desde las tribunas y con un oro que le dio un empujón hacia Tokio.
Es un momento que quedará guardado en el recuerdo, allí, donde las cosas se pueden almacenar mientras el reloj de arena no para de anunciarnos que cada vez quedan más lejos en el tiempo. Para Enzo, el tiempo, que no para, lo acerca cada vez más a su objetivo de confirmar un cupo en la mayor competencia deportiva del mundo.