En un partido que no llegó a su fin porque fue suspendido por falta de seguridad por la mala conducta de algunos hinchas de Peñarol, Boston River estaba venciendo al carbonero 2-1, pero cuando iban 87 minutos –aunque por el tiempo a recuperar quedarían entre diez y 15 más de juego– Leodán González suspendió el encuentro, y está dentro de las posibilidades que se dé por terminado.
Si se resuelven los tres puntos para Boston River, tal como los estaba ganando en la cancha, los de Ignacio Ithurralde llegarían a 58 puntos en la Anual, arañando posiciones de Libertadores, y le sacarían tres puntos de ventaja a Peñarol.
Fue, como toda la temporada, una prolija y efectiva presentación de Boston River, mientras que para Peñarol fue extender ese largo mal momento dentro del campo de juego.
Otro tiempo
Mientras la mujer miraba nerviosa su muñeca izquierda para ver cuánto tiempo iba, mientras reparaba que como son debían ir 33 minutos de un partido en el que no le encontraban la vuelta, cruzaba el área de lado a lado. Con una intervención en el medio, llegó a la posición de Cristian Olivera. Quique ha aprendido durante años que debe inclinar su cuerpo de arriba hacia abajo, de manera leve pero continua, para impactar la pelota con su pierna derecha fuerte y rápido. Fue de manual: balazo impresionante que reventó las redes de Peñarol. 1-0, una diferencia que cayó como plomo para los carboneros.
Todo había sido parejo y chato, en el entendido de pocas situaciones de gol. Chato desde la visión histórica de Peñarol, que carga cada día con el “hoy hay que ganar”, pero tal vez no desde la percepción de Boston River, que planteó un partido sensato.
Dame un minuto
Iban 30 segundos del demorado comienzo de la segunda parte. La mujer miró su reloj para empezar a contar 45. La pelota atravesó los mismos metros en el mismo lugar, pero como habían cambiado de cancha, ese primer ataque del complemento fue de Peñarol. La pelota fue fuerte de derecha a izquierda, no salió el arquero Santiago Silva y Nicolás Rossi, a centímetros de la línea, la hundió en el arco de Boston River y tachó la cancelación y los insultos a sus compañeros marcando el 1-1.
Con ese tempranísimo empate Peñarol readecuó su condición anímico-deportiva y empezó, por repetición más que por buen juego, a adueñarse del partido con una presencia bastante continua en el área contraria, fundamentalmente mediante la pelota aérea.
Esto duró 20 o 25 minutos, porque después Boston River se empezó a liberar jugando y atacando con profundidad por la derecha, apostando a la velocidad de Quique Olivera y a la pegada de José Alberti.
Una pelota larga hacia atrás que parecía dominada fue la que hizo que el hombre le preguntara a la mujer: “¿Cuánto va?” Cuando volvieron a levantar la vista se encontraron con lo no previsto: Maximiliano Villa estaba tirado en el piso, Juan Manuel Ramos lo miraba, Leodán González corría con su dedo índice marcando el punto penal.
Agustín Rodríguez lo pateó bien y puso el 2-1 para el sastre. Sólo un par de minutos después, ya nadie miró el reloj. Desde la tribuna Jorge Walter Barrios, donde se nucleó buena parte de los seguidores de Peñarol, empezaron a caer cosas. El árbitro antes había advertido a la seguridad que, si no le aseguraban las condiciones de juego normal, paraba el partido. Al final, eso fue lo que hizo: suspender el juego cuando estarían faltando, adicionales mediante, más de diez minutos de juego.
Fue desagradable la salida de los carboneros en medio de insultos y reclamos. Esto es fútbol, gente, y los protagonistas quieren hacer lo mejor. Si no sale, no sale.