Omar Borrás es el segundo director técnico con más partidos en la selección uruguaya ‒de la que fue preparador físico en Inglaterra 1966‒ a la que dirigió una semana en 1977, un mes en 1982, y de forma ininterrumpida entre junio de 1983 y junio de 1986; también dirigió clubes uruguayos y extranjeros, y selecciones de la península arábiga, como Omán y Arabia Saudita.
Con la selección uruguaya fue campeón de América en 1983 después de 16 años ‒y sólo dos ediciones sin obtenerla‒, y en clubes seguramente sus logros mayores hayan sido el tercer puesto con el recién ascendido Huracán Buceo en 1970 y la clasificación de Wanderers a la Libertadores en 1975.
Nacido el 15 de junio de 1929, Borrás falleció este miércoles, a los 93 años.
Profesor
Es 1984 o 1985. En la calle Rivera, a la altura de Rossell y Rius, en Villa Dolores, hay un escaparate en el que asoma una publicación en formato tabloide en la que se destaca la figura de una fotografía intervenida, retocada, del técnico de la selección nacional de aquellos días, Omar Bienvenido Borrás, sobre la que se apoya el controversial y atrevido título para la época: la portada de Orsai, definido como semanario de humor deportivo, decía “Omar Bienvenido Borrás, ¿profesor o chanta?”.
Desde esa tarde-noche, desde esa imagen y seguramente su posterior lectura, esa duda me quedó planteada hasta el día de su muerte.
Con su título de profesor de atletismo, fue el preparador físico de la selección uruguaya que dirigía Ondino Viera en el Mundial de Inglaterra 1966, y después empezó a codirigir como asistente. Luego de la eliminación para llegar a Argentina 1978 fue designado para dirigir dos amistosos que se jugaron en una semana en el Centenario, ante Alemania e Inglaterra, hasta que en 1982 pasó a ser asesor técnico en la AUF, dirigió en la Copa Nehru, torneo al que Uruguay asistió en India, y ya para 1983 se convirtió en el técnico de la selección hasta el último partido en México 1986, el de la derrota ante la Argentina de Maradona, el de Ruben Paz entrando apenas unos minutos.
Cuenta nuestro compañero Jorge Burgell, en un artículo de la revista Túnel titulado “Aquel dolor, 30 años después”, que después del partido con Escocia en el Mundial, donde Jorge estaba como enviado del diario La Hora, “estaba en un palco no con mucha gente, pero todos me miran. Soy el único que grita como un energúmeno a favor de Uruguay y en contra de Borrás entreverando las cosas. Nunca antes, y nunca después, me vi en una situación similar tan fuera de control durante varios minutos”. Tal tipo de reacciones provocaba la elección y el tipo de juego que promovía aquel profesor de atletismo que dirigía la selección.
Todos partidos
Durante esos cuatro años, Omar Borrás dirigió la sucesión de partidos más grande que la selección había tenido hasta que llegó la segunda época de Óscar Tabárez: fueron 48 de los 54 partidos internacionales A. Además, como era común en la época, jugó casi una veintena de los llamados Amistosos B ante clubes o combinados que no representaban a la selección absoluta de su país.
En ese período consiguió volver a ganar la Copa América en Salvador de Bahía ante Brasil en la segunda final, cuando empató 1-1 con un inolvidable gol de Carlos Aguilera de cabeza, después de haber triunfado en la ida en el Centenario 2-0 con los también inolvidables goles de Enzo Francescoli y Víctor Hugo Diogo.
Además, ganó su lugar para el Mundial de México 1986 en la compleja eliminatoria con Ecuador y Chile, el día del limonazo de Venancio Ramos antes de que Jorge Mortero Aravena pateara el tiro libre que nos podía dejar afuera, pero después tuvo una catastrófica participación en el Mundial con alineaciones polémicas y esquemas ultradefensivos, además de la peor derrota, el 6-1 ante Dinamarca. También jugó la Copa Intercontinental Artemio Franchi ante Francia, campeona de Europa en 1985, copa que ganaron 2-0 los franceses en el Parque de los Príncipes de París.
Fue extremadamente controversial su largo y exitoso período al frente de la selección, y muchos de sus dirigidos discutieron su proceder como cuando en Quito, con la Eliminatoria muy complicada, hizo una votación secreta entre los jugadores para armar el cuadro; o cuando, ya en el Mundial, contando con futbolistas de destaque, armaba oncenas muy discutidas en las que dejaba fuera de la cancha a grandes futbolistas, como podría ser el ejemplo de Ruben Paz.
Fue Omar Borrás quien, en ese período, trajo a Tabárez para su primera experiencia en la selección, con la que ganó los Juegos Panamericanos de 1983. El Maestro había sido dirigido por él en el Wanderers de 1975 cuando Borrás llevó a los bohemios por primera vez a la Libertadores.
Borrás, que también practicó el periodismo deportivo como corresponsal mundialista del diario El Día en Italia 1990, justamente el primer Mundial que dirigió Tabárez, tuvo durante décadas una fuerte exposición ante los medios, que seguramente fue lo que dividió las aguas entre sus admiradores y sus contras.