Con una complicadísima victoria por dos goles, Francia se convirtió en el segundo finalista y el domingo definirá ante Argentina quién es el próximo campeón mundial. Los franceses, como en 2018, llegan a la instancia decisiva, y son los primeros después de Brasil en 1998 y 2002 en jugar dos finales seguidas.
Marruecos, aun con la complicación de ir en desventaja desde los cuatro minutos de juego, hizo un partido que, aunque sea en derrota, resultará inolvidable. El juego francés, que es contrario al de la imagen que puede dar la publicidad de un ataque atrás del otro, fue efectivo y compacto, y contó con una enorme gestión de Antoine Griezmann, que a su posición natural de delantero agregó, como lo ha hecho en todo el campeonato, un despliegue infernal en defensa, centrocampo y, claro está, también en ofensiva.
Fue justamente de Griezmann la tempranísima habilitación hacia Giroud y Mbappé, que terminó con el gol de Theo Hernández, que con gran golpeo disparó a los cuatro minutos de juego el mayor cambio táctico que tiene un partido de fútbol.
Una carpa en el desierto. Eso parece el estadio Al Bayt, que realmente está en el desierto, a más de 30 kilómetros de Doha. De noche, llegando a medianoche, se pone un poco más fresco que lo que lo ponen los exagerados aires acondicionados que enfrían los estadios y cada sitio de Qatar. Pasando la medianoche hace frío en el espíritu de miles y miles de marroquíes que llegaron al desierto con el oasis de su juego. Han perdido, pero qué partidazo plantearon para intentar llegar a lo inalcanzable.
Para los franceses hubo calor, la calidez de las buenas sensaciones, la calidez de ganar una vez más y llegar a la final.
Antoine, el de Tacuarembó
La sorpresa de la primera parte, si se podría considerar así, fue cómo Marruecos, perdiendo ya apenas a los cuatro minutos, fue capaz de ponerse en juego y terminar ese tramo del partido dominando, poniendo a Francia en su área y arañando el empate que no fue porque Hugo Lloris arañó la pelota que iba a las redes tras la chilena de El Yamik, y la pelota terminó rebotando contra el caño.
Es bravísimo jugar un partido así en el que estás lleno de ilusiones y sueños soterrados, y enfrente está el campeón del mundo, con garantías reales de poder mantenerse en ese lugar, con jugadores y juego de enorme capacidad.
Con experiencia ganada en triunfos, pero también en derrotas, Francia se fue acomodando al partido, igual que Marruecos, que había empezado con tres centrales y pasó a línea de cuatro para poblar mejor la mediacancha y a partir de ahí pasar a jugar en campo contrario. Lo hizo, y empezó a crecer, mientras los galos se defendieron bien y tentaban rematar la primera parte con algún contragolpe en donde aparecieron el genial Mbappé y el potente Giroud, siempre acompañados por esta excelente versión de Griezmann, capaz de hacer un cierre a la altura de su área chica y llegar a definir en campo contrario.
Lo buscó
Marruecos salió en el segundo tiempo a proponer un partido y un tipo de juego que no había exhibido en todo el campeonato, es decir, ser protagonista permanente en campo contrario y atacando sin solución de continuidad.
Por dos veces, y llegando por los flancos con pelotas filtradas, estuvo muy cerca de conseguir el empate. Marruecos lo hizo muy bien, pero Francia defendió a pie firme y sucedió que en las pocas jugadas en que no pudieron despejar los franceses falló la definición marroquí.
Demasiado toque, hasta empalagoso para la necesidad que había, hizo el seleccionado africano en el área sin llegar a tener la estocada de definición que precisaba, pero realmente en algún momento del partido Francia estuvo contra las cuerdas.
A veces no se puede
Fueron 20 minutos de pleno dominio marroquí jugando en campo contrario, desbordando por fuera, llegando al penúltimo pase con gran capacidad, pero sin embargo no lograba definir cuando la pelota le quedaba para empatar.
Ese trámite se estiró, y definitivamente abortó cuando a los 35 del complemento llegó el segundo gol de los franceses después de una hermosa apilada de Mbappé, que en su intención de tiro la pelota fue ligeramente rebotada y entró Kolo Muani, quién recién había aparecido en el partido, para marcar el segundo gol de los franceses.
Estar 2-0 abajo, siendo el que está predestinado a quedar afuera, porque todo el mundo dice que el otro es mejor, no debe ser una situación fácil de vivir en un campo de juego mundialista, pero aun así Marruecos siguió machacando sobre el arco de Lloris y otra vez, como en todo el partido, estuvo cerca de llegar a las redes.
No lo hizo. Francia sí, y el facilismo reduccionista de que el mejor es el que la mete adentro no debería aparecer en esta crónica. Sí, tal vez, un intento de explicación acerca de la contienda en donde Francia no sólo hizo los goles, sino que tuvo las herramientas y la operativa para sostener la ventaja y parar el intento permanente de los marroquíes de llegar a las redes.
Fue un gran partido, que además anticipa y proyecta una gran final para el domingo en Lusail cuando Francia se enfrente con Argentina.