Quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos.
En ese banco, Van Gaal se hace el boludo y Edgar Davids, el histórico miope, parece que se va dando cuenta de todo. Es que Lionel Messi acaba de convertir el segundo gol del seleccionado argentino y, tras los dichos del entrenador holandés, revivió un festejo histórico, el del Topo Gigio, sólo para entendidos y entendidas. Resulta que el señor Van Gaal, feo para abuelo, dijo lo mismo de Messi que de Riquelme, años atrás, cuando lo dirigió en Barcelona. Que no corren, dijo, y que cuando no tienen la pelota son un jugador menos. En aquel momento, Román supo tirarle el trapo con el que lustró las copas inolvidables de un país futbolero por excelencia. El mismo Román fue el hacedor del festejo famoso que situó al popular muñeco de televisión que hablaba hasta con Xuxa en una cancha de fútbol. Aunque antes, mucho antes, ya lo había hecho Huracán Buceo.
El 8 de abril de 2001, durante una victoria de Boca en un Superclásico frente a River en la Bombonera, al “último diez” se le ocurrió festejar su gol colocando las manos tras las orejas, estoico, mientras el estadio se caía abajo y sus compañeros se le colgaban del cuerpo. Fueron unos segundos eternos, Riquelme se sacó de arriba a los hombres para instalar el festejo y que quede bien claro: los futbolistas no estaban siendo escuchados por sus directivos (no importa cuando leas esto, siempre va a pasar lo mismo). Sobre todo él, que había ganado todo con Boca y seguía cobrando los premios de un juvenil. En el palco, el receptor de dicho festejo, Mauricio Macri: de las peores escorias argentas que hizo su carrera política como presidente de Boca y se aprovechó de todas las creces de Carlos Bianchi y los suyos para alcanzar el gobierno de la ciudad, y años después, la presidencia de la nación.
Quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos.
Hubo quienes sostuvieron o sostienen que Maradona aparecerá en Qatar en alguna forma, y son múltiples los pensamientos en cuanto a qué hubiese hecho el Diego ante tanta injusticia social. Y quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos. Resulta que el arquero neerlandés, Andries Noppert, también levantó la tuba en la previa al partido versus la Argentina de Messi. Siguiendo los pasos del mal abuelo, eligió anticipar que era capaz de atajar un penal al astro rosarino, dándoles continuidad a los dichos del entrenador que buscaron opacar los egos del argentino. Difícil que el chancho chifle, porque además la culpa es del que le rasca el lomo. Tal fue la bronca de la selección blanca y celeste que Paredes, tras un quite, al mejor estilo Valverde, tiró un pelotazo hacia el mismo banco donde había un hombre de turbante detrás, lo que generó la insania de los suplentes europeos que se abalanzaron sobre el volante. Fue Nahuel Molina con un gesto de barrio el que se paró frente a la decena de jugadores que se le venían encima a Paredes. Fue la posta del que se pelea con cualquiera, la posta del que por su gente quiebra, la posta del barrio fue la de Molina, que nació en Embalse, una ciudad del departamento de Calamuchita en Córdoba.
Quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos.
Pobre Cristian Grosso, el periodista de La Nación que dice que a Messi se le escapó el hombre vulgar. Si la vulgaridad es esto, entonces es lujo, como dijo otro filósofo contemporáneo. Hay una horda de argentinos contra, que le hacen tanto mal a su propio pueblo. Grosso enseguida ata vulgar con maradoniano y lo compara con otras chorreras, como el pelotazo de Paredes al banco o el bailar pegados de Emiliano Martínez con Luuk de Jong tras descolgar un centro, con el festejo del Topo Gigio o el ya tan popular “qué mirás, bobo” de Lionel, haciendo un gesto que no veía desde la escuela o que es digno de un fútbol 5 entre desconocidos.
Lo que hace Grosso es lavarse las manos. Se para en la meseta de los bien hablados y se descarta de reacciones similares, aunque seguro nunca jugó un partido de fútbol. Ahora lo que sí es cierto, y que Grosso ni siquiera dio el menor atisbo, es que no es lo mismo bobo que “puto de mierda” -como dijo Dibu Martínez- y no es lo mismo el Topo Gigio que “I fuck you twice” -como también gritó el arquero al banco holandés-.
Lo que también es cierto es que Emiliano Martínez es la segunda vez en poco tiempo que no sólo salva el arco argentino sino que es la estampita del machito bufarrón que coge putos pero es bien hombre. Tan hombre como para decirlo frente a miles o millones en televisión, o para hacer el gesto de la cogida violenta frente a los colombianos, o para decir que se garchó dos veces a un puto de mierda como los holandeses. Igual eso tampoco es vulgaridad, es misoginia y homofobia, que no le hace nada bien al tiempo que corre con el fútbol, en un lugar donde los derechos son vulnerados a diario, los de los putos, lesbianas, trans, mujeres, minorías.
Quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos.
Dicen que Miguel Ángel Buonarroti se enamoró perdidamente de Tommaso Cavalieri, un aprendiz de pintor que vivía en su edificio y que pertenecía a la aristocracia romana. Pero claro, aquello fue de un platonismo extremo, porque el muchacho nunca se permitió romper el molde con el que había sido criado, pero supo devolver aquellos halagos y fortalecer ese amor volado de Miguel Ángel y habitar entonces sus sonetos: “¿Quién es el que forzado a ti me lleva, ay de mí, ay de mí, ay de mí, atado y preso, que no libre y suelto? Si me has encadenado sin cadenas y sin brazos ni manos me sujetas ¿Quién me defenderá de tu belleza?”. Dicen que el hermano de Miguel Ángel alcanzó a corregir varios de sus sonetos para que se refirieran a amores heteros. Algo parecido le pasó a Tommaso, pero sin textos y sin muerte, sujetado sin cadenas a la norma. Por suerte Flavio Lira, mucho tiempo después, hizo una versión capurrense del soneto. ¿Pero quién me defenderá de tu belleza, Lionel? ¿Por qué aquello tan vulgar que has hecho según el facultativo me hace erizar frente a la tele? Y no es ni platónico el amor que te tengo, pero está en tus manos un pueblo. Y el Diego, que también era un bocafloja y que nunca pudo saberse al menos bisexual a pesar de tanto chuponeo con bigotes, dejó en vos con el tamiz del tiempo quizás lo mejor que tuvo: la capacidad de rebelarse. Esa rebeldía que identifica al pueblo argentino es bien maradoniana. Pero no tengas miedo, Lio, que el Diego se nos parece a todos y todas.
Quizás sea el hombre de turbante que aparece saludando tras el banco de suplentes de Países Bajos.
O quizás, Lio, lo tenías adentro.